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Estar en el hospital es aburrido. Tan condenadamente aburrido. 

Pasé el día acostada, presionando una y otra vez el botón del control remoto, en busca de algo interesante que ver. Sin embargo, no hallé nada. La televisión también resultaba aburrida.

Alguien llamó a la puerta, por lo que con todo el fastidio del mundo, solté un:

  —Adelante.

Lynn, Jared y Mark atravesaron el umbral, y por alguna razón, verlos me decepcionó en el fondo. Quise reír ante el sentimiento. ¿A quién me esperaba? ¿Mis padres? Buen chiste, Reaven.

  —Supusimos que estabas cansada de comida sin sabor —comentó Lynn, arrojándome una bolsa de papel de Burger King.

  —Dios, Lynn, te amo —saqué la hamburguesa con desesperación y la tomé, sin prestarle atención a lo caliente que estaba. Le di un enorme mordisco, y mientras masticaba, añadí—: Podría hacerte un bebé justo ahora.

Mark rió junto a Jared.

—Definitivamente, quiero ver eso —Jared sonrió de lado y le arrojé una de las papas fritas de la bolsa.

—En realidad... fue idea de Mark —señaló con el mentón al rubio tras ella, que me sonreía con las manos en los bolsillos.

—Yo estaría encantado de que me hagas un bebé —guiñó,  a lo que le espeté una risa sarcástica.

Jared se sentó a mi lado, robando una de mis papas. Golpeé su mano con fuerza y él la sacudió, con el gesto torcido por el dolor.

—¿Cómo te sientes? —Preguntó Lynn.

—Bastante bien —me encogí de hombros. Le di un sorbo a mi té helado.

—Te ves mejor —dijo Jared—. Y mira el lado positivo, tienes tantas magulladuras en el rostro que no se nota lo que te hizo Alisson. 

 Abrí los ojos como plato, empujé con tanta fuerza a Jared que calló al suelo y salté hacia el espejo del cuarto de baño para verme. Ignoré el quejido de mi amigo desde el suelo y empujé la puerta con fuerza. Me examiné en el espejo, tocando cuidadosamente mis mejillas y frente. Arrugué la cara. Jared estaba en lo cierto; si bien no se notaba lo que hizo esa puta, era por la única razón de que mi rostro estaba cubierto de cortes iguales.

—¡Mi rostro! ¡Mi hermoso rostro! —Gimoteé a voz en grito.

—Por suerte, no era tan hermoso como te crees —bufoneó Mark desde la habitación. Lo fulminé con la mirada.

—Puedes joderte, Bianco. Solo una sugerencia —le enseñé el dedo medio, logrando que él riera.

—Reaven Hayes, si no vuelves justo ahora, tu hamburguesa terminará en el estómago de Jared —advirtió en un canturreo Lynn. 

 —¡No te atrevas! 

Prácticamente corrí de vuelta a la habitación, donde Jared se encontraba sentado en mi cama y tenía sus sucias manos en mi gloriosa hamburguesa.  Salté sobre él para quitársela, pero él alargó el brazo izquierdo, alejando tanto como le era posible la hamburguesa de mi. 

—¡Dame eso, Jared! —Exigí, luchando por llegar a ella. 

—Por Dios, Reaven, ¡quítate que me aplastas! —Jared se revolvió bajo mis piernas, que se hallaban a cada lado de su cadera. 

—Solo cuando me des la hamburguesa.

Me estiré más hacia su brazo, a lo que él retrocedía. Traté de ignorar el hecho de que estaba frotándome contra su mini Jared, mientras continuaba forcejeando para llegar a mi almuerzo. Hasta que llegó el momento en que mis dedos hicieron contacto con los suaves bollos de la hamburguesa y me dispuse a cantar victoria. Sin embargo, mi sonrisa victoriosa se borró cuando vi el suelo precipitándose hacia mi cara y sentía el peso de Jared venirse junto a mi.

ReavenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora