Capítulo 11

4 0 0
                                    

—¡Qué lluvia! —exclama Jeremy, acomodándose en uno de los sillones booths curvos del establecimiento— ¡Y justo en otoño! Leí por ahí que significa tiempos de transición y adaptación.

—¿Y qué sabes de la escasa luz de este lugar? —pregunta Donovan, mirando a su alrededor con cierto desagrado.

Por lo poco que se puede visualizar, el sitio, que parece ser un bar, cuenta con decoraciones lujosas y sostificadas. Un enorme candelabro de cristales posa en el centro del techo, acompañado de unas extensas y abullonadas telas de satén que salen desde cada rincón del local. El uso de la madera de ébano predomina en el piso, la barra y las mesas y sillas. Las paredes están tapizadas pero no se distingue el color debido a la iluminación tenue. El ambiente tiene un halo de misterio e intimidad. Claramente, esas características hacen que la entrada cueste unos cuantos billetes.

—Ahorro de energía. Nueva York es muy caro.

El hombre canoso fija la mirada en Charlize, quien a su vez observa con las cejas arqueadas al alegre coreógrafo. Ninguno de los dos creen en su respuesta.

Un mesero, vestido  con una camiseta transparente (en donde se puede apreciar sus marcados pectorales) y los ojos perfectamente delineados, llega para hacerles el pedido. Después de decirle qué tragos desean beber, ante una mirada de extrañeza por parte de dos clientes, el joven se retira.

—¡Qué chico tan atractivo! —Se aproxima a comentar Jeremy antes de que sus acompañantes lo intervengan con preguntas. —¿Acaso no es parecido al hombre con que estabas saliendo, Char?

—Tal vez. Hace bastante tiempo que no lo veo, así que no tengo su imagen tan presente para compararlo con alguien más.

—¿Y no lo extrañas en días como este? La lluvia es ideal para acurrucarse con esa persona y hacer el amor en el living, o fornicar insaciablemente por todo el departamento.

La coreógrafa lo mira atónita. Sabe muy bien cuál es la pretensión de la charla. Pensó que había sido bastante clara con Jeremy, que es adecuado no agobiar a Donovan con un  interrogatorio acerca de su vida fuera del trabajo. Pero, por lo visto, no lo fue. O, probablemente, no quiso tomar su consejo.

Los nervios ejercen una enorme fuerza en sus labios, causando que no pueda articular ninguna palabra.

—Hablas como si la única función que tenemos entre los seres humanos es de utilizarnos como descarga sexual —expresa el maestro serio, con un tono agrio.

—¡Por supuesto que no! Pero debes admitir que es lindo tener ese tipo de compañía, ¿verdad?

Charlize empieza a preocuparse. Donovan Sullivan es muy reservado, frío y distante; incluso con ellos, que son las personas más cercanas de su entorno. Él es alguien que prefiere escuchar, definitivamente. Y se comunica (si no se trata del trabajo) es por un asunto trivial, no algo profundo y personal como sus sentimientos hacia otro u otra.

Una situación de esta índole, de entrometimiento y presión, no resultará; salvo para crear conflictos.

—¡Gracias! —exclama la mujer, agradecida de la presencia del mesero.

Luego de que el joven se vaya y el grupo de amigos prueben un sorbo de sus respectivos tragos, el coreógrafo chispeante codea a Donovan, señalando con la cabeza a una dama que se encuentra a poca distancia de ellos.

—No deja de mirarte —susurra Jeremy, entusiasmado—, ¿por qué no te acercas y le invitas una copa?

—Estoy bebiendo de la mía ahora —contesta malhumorado.

—¡Ay, qué tacaño eres, Donovan! Aunque si no tienes dinero, yo puedo prestarte. No te preocupes en regresármelo, sabes que no hay problema con eso...

CAMBIA DE OPINIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora