Capítulo 10

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Al llegar al cuarto de los dos, Tony abre la puerta y la deja abierta para Liam, e, instantáneamente, emprende a sacarse el calzado y arrojarlo con brusquedad al suelo. Una vez con los pies ya descalzos, profiere unas cuantas maldiciones por verlos con raspones y lastimaduras debido al uso de las zapatillas de danza.

Liam, quien se mantuvo todo el camino hasta allí en silencio porque su amigo no mostraba ánimos de hablar, y que todavía continúa algo atontado por los efectos del alcohol, intenta aligerar el malhumor del pelinegro.

—Tal vez compraste un número equivocado —supone con simpatía.

Pero su comentario causa lo opuesto; de manera repentina los ojos negros de Tony lo miran con irritación.

—¡Gasté un dineral en ellos!

Los ojos verdes del joven parpadean rápidamente ante el impacto de aquella exclamación. El muchacho de cabello negro se percata de su abrupta respuesta, por eso, inmediatamente agarra unas toallas junto con unos productos higiénicos a la vez que resopla con profundidad. Y ya sujetando con fuerza al picaporte mientras que le da la espalda, anuncia:

—Tomaré una larga ducha y luego vendré a recostarme. Mientras tanto, haz el favor de ingerir cuantos cafés puedas beber hasta el punto de que vuelvas a ser mi amigo sobrio, al cual yo quiero y soporto. Y no una de las razones de mi enojo de hoy, ¿sí?

El estruendo de la puerta al cerrarse impide a Liam que pueda responder tan siquiera una sílaba, dejándolo solo y desconcertado de lo que le ocurre a Tony.

🌈

Pasar un sábado a la tarde acompañando a Cameron a encontrar al tonto de su novio no es una actividad que a Nina le guste hacer, pero la prefiere antes de estar en su habitación y que en la soledad se quede dormida y la visiten los sueños raros. Aunque comienza a arrepentirse porque su amiga, que realmente está desesperada en localizarlo, no la dejó bañarse ni cambiarse de ropa; así que ahora ambas caminan sobre las aceras transitadas vistiendo las prendas ya secas del sudor que ejercieron en la clase de danza. La acompañante está fastidiosa por eso antes de que un peatón la toque, los aleja con su mirada.

—¡No! ¡Mis rulos serán desprolijos por la humedad! —se queja Cameron por el clima— ¡Me veré horrible para Max!

—¡Cameron, estuviste toda la clase ausente! ¿Y tu preocupación es por Max? —espeta Nina enojada— Es increíble que tu atención esté en ese idiota y no en tu carrera. Si es capaz de criticarte cómo luces, lo insultaré. Además, él se desapareció de la nada: ése es el punto. Piensa, Cameron, piensa.

—Es obvio que no puedes comprenderme, Nina, ¡si nunca te has enamorado! —argumenta con voz dramática— Solamente te dedicas a conocer un hombre por una sola noche, y no específicamente su corazón.

—¿Y cuál es el problema?

—Que de esa forma jamás conocerás aquella persona especial —responde—, ese alguien que te haga sentir mariposas en la panza. A quien jurarle amor eterno.

—Eso es tan antigüo y falso como la existencia de Santa Claus.

—¡Nina! ¿Cómo puedes pensar eso? —exclama con un tono de reproche y discordancia al mismo tiempo— Imploro que encuentres al amor de tu vida que te haga cambiar de opinión.

—¿Por qué no mejor me felicitas por mi habilidad de encontrar a los idiotas? Mira allá, tu novio.

La rubia ni siquiera le reclama por usar un adjetivo descalificativo hacia su pareja, automáticamente gira la cabeza para comprobar que su amiga tiene razón. El DJ se encuentra ocupando una de las mesas de un restaurante, comiendo con devoción un plato digno de almorzar, como si fuera su primer comida del día.

CAMBIA DE OPINIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora