Capítulo 8.

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Cada vez que miraba la hora en el móvil solo había pasado un mísero minuto. Las ganas de irme y salir de estas cuatro paredes aumentaban al igual que los minutos, aunque estos últimos más lentos.

- Acuérdate de que hemos quedado este fin de semana con Flavio y su amigo eh.

Me recordaba Samantha susurrando, atenta de que el profesor de Economía no nos pillase. Ruedo los ojos, se que le dije que iría, aunque ahora mismo sea lo que menos me apetezca.

- Era el sábado, ¿no? - ella se limita a asentir mientras yo suspiro. Por un momento he tenido miedo de haberme equivocado de día y que fuese el viernes. Y ese día ya lo tengo ocupado para una persona. Ainhoa, por supuesto. - Menos mal, por que el viernes no podía.

- ¿Has quedado?

- Más o menos. Tengo el cumple de la niña a la que cuido. - le explico.

He de decir que Sam no tiene ni idea de la existencia de Hugo, y menos todavía de lo que esa persona provoca en mí. Ya habéis visto lo exagerada que es con emparejarme con algún chico, y si le cuento los pocos acercamientos con este rubio, se que se volverá un poco loca. Y no me apetece un interrogatorio, para eso ya están la multitud de exámenes.

Por fin el horrible sonido que tenemos como sirena para avisarnos de que acaban las clases suena haciendo que todos recojamos nuestras cosas y salgamos de allí lo más rápido posible. Aunque eso en el caso de todos menos en el mío, que tengo que esperar a que Sam, alias tortuga, termine de meter todas sus cosas en la mochila. No he visto persona más lenta y que se entretenga tanto como ella.








El fuerte sonido de la tormenta retumba por toda la casa. Ya son las nueve y media de la noche y Hugo aun no ha llegado. El resto de días no me preocuparía por que ya estoy acostumbrada a que se retrase mas de media hora, pero hoy con la lluvia y la tormenta me asusta que le pueda pasar algo.

Desde pequeña me han aterrorizado las tormentas. Al carecer del cariño de mis padres, los días de tormenta siempre me metía en la cama de Olga, temblaba y lloraba como nunca. Con el paso de los años, ese miedo no ha disminuido pero se llevarlo mejor, supongo que por mi madurez.

Aunque por muy madura que sea, mis ganas de taparme los oídos y hacerme una bolita en el sofá aumentan. Pero, hay un problema. Ainhoa. Es igual que yo cuando era pequeña, también le tiene miedo a las tormentas, y ahora mismo está encima de mis piernas llorando, intentando dormirse.

- ¿Subimos a tu cuarto a ver si ahí se escuchan menos y te duermes? - le pregunto quitándole las lágrimas de su delicado rostro.

Ella asiente aferrándose a mi cuello sin parar de llorar. Joder. ¿Cuánto le quedará a Hugo?

Tapo a Ainhoa con su mantita azul de estrellitas, me siento a su lado mientras le toco el pelo, rezando por que se quede dormida ya, Hugo llegue y me pueda ir a mi casa.

- Eva. - me llama con su dulce vocecita.

- Dime cariño.

- ¿Sabes cantar? - me pregunta girando su cabeza mirándome con sus preciosos ojos verdes, que tan iguales son a los de su hermano.

- Bueno, un poco ¿Por qué?

- Es que cuando hay tormenta, Hugo siempre me canta hasta que me duerma, ¿Puedes cantarme tu?

Trago saliva sonriendo y asiento con la cabeza algo insegura. No me gusta mi voz, pero por el contrario, me encanta cantar. Aunque es una afición que tengo un tanto oculta, creo que ni Samantha me ha escuchado cantar nunca.

Pero es imposible decirle que no a esos ojitos verdes que me miran con ilusión. Tengo que hacer de hermana mayor, ya que el suyo ni siquiera se donde esta ahora.

YuanfenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora