EL INICIO DEL FIN.

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Mis días se estaban oscureciendo nuevamente, y casi podía sentir que esto se estaba convirtiendo en algo de nunca acabar, solo de acabar conmigo, podría haber jurado que sea lo que sea que me tenía mal era mi enfermedad manifestando que no era tan indefensa como me había hecho creer, y se burlaba de mí por si quiera haber pensado que quizás, y solo quizás esto podría haberse acabado hace dos meses y medio atrás en esa sala de operación, tristemente ahora podía ver el alcance de lo que implica tener cáncer, pero lo peor de todo es que estaba segura de que esto solo era el inicio del fin.

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La poca comida que llevaba ingiriendo no aguantaba dentro mío, ya tenía miedo hasta de alimentarme y aunque no podía hacerlo de gran manera algo debía retener. Mi cita en la capital era el 24 de abril para una consulta luego de casi dos meses y medio de estar en nada respecto a controles pues debido a unos malos papeleos, cosa que al parecer ahora me estaba costando caro, si bien solo faltaban un par de días para el viaje ya habíamos acordado con mamá llegar un día antes y salir disparadas directo a EMERGENCIAS del hospital.

Y fue así, mamá tramitó el pasaje para el 23 de abril, un día antes de la cita, lo bueno de todo es que por los pasajes no teníamos que preocuparnos pues era el seguro quien cubría aquello, ellos me daban pasajes ida y vuelta para atenderme en la capital siempre y cuando lo requiriera. 

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23 DE ABRIL, EN LA MAÑANA.

-Estábamos en el aeropuerto de mi ciudad y las personas me miraban raro, bien dicen que los ojos hablan y a veces las palabras son innecesarias cuando una mirada es dirigida de manera tan fija hacia alguien, yo podía sentirlas y aunque en un principio también podía sostenerles la mirada a los segundos terminé por agacharla, algunos me miraban con pena, en otros podía distinguir asombro y confusión. curiosidad e incluso podría jurar que muchos tenían un tinte de desaprobación fugaz en sus miradas, aunque bien me hubiera gustado aclararles a cada uno el motivo de mi apariencia, pero sería inútil pues ni yo misma lo sabía con exactitud o al menos no lo había conformado aun. 

Tenía el aspecto de una adolescente embarazada, y con catorce años aun mostraba el cuerpo de una niña, una niña con una barriguita ya muy perceptible aunque de no ser exagerado volumen era muy notorio como si ya tuviera meses en crecimiento, entonces podía llegar a deducir que todas las miradas que me había ganado de parte de todas estas personas era porque habían llegado a una conclusión errónea acerca de mi estado.

Al llegar a la capital el personal de la aerolínea a cargo solicitó una silla de ruedas y para poder bajar del avión, pues las fuerzas en mis piernas, la debilidad de los días con malestares y el adormecimiento de mis piernas por el dolor constante no podía sostenerme muy bien. 

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Llegamos a la ciudad a las 11 de la mañana aproximadamente y luego de salir del aeropuerto fuimos a dejar nuestra maleta, que por cierto solo era una y con pocas cosas, en casa de una tía que iba a recibirnos. la siguiente parada era el hospital, teníamos que saber de una vez por todas que sucedía y pararlo de inmediato, claro... si es que había forma de hacerlo.

Ya había pasado el triaje y algunos controles de rutina en emergencias, mientras aguardábamos por el momento en el que me llamaran a pasar con algún médico.

Al momento anunciaron mi nombre y me acerqué, me explicaron que iban a ordenar ponerme unos calmantes  para el dolor, y que unos exámenes para investigar lo que ocurría le seguirían. 

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