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Estuve ahí cuando nació. Estuve ahí cuando el dueño estuvo a punto de retorcerle el cuello pues no soportaba verlo. Fui yo quien lo convenció de dejarlo vivo pues sentí pena por semejante criatura tan diminuta y libre de toda culpa. Ese fue mi error, solo ahora lo sé. En castigo, el dueño me encargó una tarea muy simple: Construir una jaula a su alrededor y no permitirle salir. Mi deber era controlarlo y hacerle creer que no poseía la fuerza para ver el mundo. Y lo hice. En memoria de su madre que era esplendorosa y brillante, y que había destrozado hombres con su canto.
El pequeño Serin creció en mi jaula bajo la custodia de una paloma que no dejaba de suplicarme que lo dejara salir. Siempre me negué porque el dueño había sido clarísimo en su deseo de nunca verlo. Pese a los años transcurridos su ira seguía tan viva como el primer día y no había argumento que pudiera liberar al ave de la culpa que habían impuesto sobre él.
Conforme crecía el pequeño Serin se volvió incontenible, agitaba las alas con fuerza estrellándose contra su jaula para probar los límites de esta. Eso solo provocaba que las suplicas de la paloma se hicieran continuas e impacientes.
"Necesita volar" decía y mi negación la frustraba. Lo entendía. Mis remedios no conseguían calmar a nuestra ave durante mucho tiempo, no podían apagar para siempre la energía que vibraba en él. En su desesperación el Serin afilaba sus garras contra la jaula dañándose en el proceso, su canto era constante y desesperado hasta que eventualmente el sonido alcazaba a su dueño haciéndolo enfurecer.
Un día encontré a la paloma muerta y la jaula vacía. El Serin se había marchado. Por suerte lo encontré en el jardín intentando volar y conseguí devolverlo a la casa. El dueño no estaba feliz.
"Ponlo en su jaula," me dijo "haz que se calle"
"La paloma está muerta, señor" fue mi respuesta, "tendré que traer a otra"
"Tal vez" intervino el zorro apareciendo de pronto "sea momento de sacar la jaula"
"Afuera es peligroso" respondió el dueño porque si bien lo detestaba la idea de perderlo le resultaba intolerable.
"Le conseguiré un guardián" respondió el zorro, sus ojos fijos en el dueño mientras su cola barría el suelo.
"Se ha vuelto incontenible" dije yo a lo que él me miro con la misma calma de siempre.
"También me encargaré de eso" añadió.
Así que trasladamos la jaula al exterior y dejamos el asunto en manos del zorro. Era persuasivo e inofensivo pues había sido criado en la casa y el dueño confiaba en él. Sin embargo, cuando salí para visitar al Serin como tenía por costumbre descubrí que la jaula estaba sola, sin nadie más que el avecilla que se removía inquieta por el interior sin duda alterada por la luz del sol.
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Compendio de Cuentos [Hanami]
General FictionCompendio de Cuentos que ilustran la relación entre el Clan Sombra y el Imperio de Taiyou.