El Sacrificio de las Cien Lechuzas Leales

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[...]


Hubo un dueño, hace muchos años, con el hambre de una bestia y cuando llegó el momento de iniciar con su colección de aves su apetito se desató. Compró las primeras como dictaba la costumbre y el decoro, pagando con oro y favores en un gesto de buena voluntad, pero ninguna de ellas sobrevivió ni una primavera así que el dueño trajo más. Compró algunas, robó otras, y eventualmente exigió a todos aquellos que vivieran en sus tierras que entregaran a sus aves.

Las criaturas en la casa se estremecieron de miedo, habían visto a las aves llegar para ser devoradas y todos habían fingido ignorancia, pero cuando fue su turno de entregar a sus preciosos polluelos suplicaron clemencia.

El dueño declaró entonces que quienes no cumplieran con sus demandas serían enviados al granero y sus cabezas pasarían a adornar el salón principal. Ante la amenaza muchos de ellos alzaron la cabeza y suplicaron ayuda a las lechuzas tenebrosas que habitaban en los tejados de la casa; y cuando llego el momento de colectar a las aves el Líder de las Lechuzas descendió del tejado hasta aterrizar en la mesa frente al dueño. Una vez ahí sacudió las plumas, infló las alas y lo miró a la cara.

"Mi señor, ninguna de las aves que pides puede sobrevivir lejos de su madre. Déjalas crecer y paga por ellas cuando llegue el momento."

"Quiero a mis aves, esa es mi orden"

"No" respondió la lechuza y su negativa sacudió los cimientos del hogar. "Ninguna de las aves que exiges entrara en esta casa mientras nosotros vivamos aquí. No aceptaremos la muerte de criaturas inocentes por un capricho injusto"

"¿Te atreves a desobedecerme?"

"En nuestro derecho está ejercer el regalo que nos ha sido entregado. Rechazaremos la voluntad del dueño pues él se ha alejado del camino correcto y nuestro deber es mantener la integridad de este hogar"

"No reconozco tú regalo"

"Este ha sido escrito en los cimientos de la casa, rechazarlo es escupir en el recuerdo de quien lo construyera. Ignorarlo es una afrenta a la historia de este hogar"

Se dice que en ese momento el dueño ordenó a su lechuza guardiana matar a su líder y esta prefirió picotearse los ojos a obedecer. Solo, el dueño aceptó la derrota y el líder de las lechuzas volvió a los tejados. Sin embargo, apenas unos días después, el dueño salió y convenció a los lobos que habitaban en los cobertizos cerca del pantano de secuestrar a todas las aves que vivieran en sus terrenos para llevarlas a la casa. Creía ingenuamente que las lechuzas no se atreverían a desafiarlos si él los llevaba, y por eso fue una sorpresa descubrir que una centena de lechuzas tenebrosas había descendido de los tejados para impedirles la entrada.

"A un lado" ordenó el dueño.

"No" respondió el líder de las lechuzas y su negativa sacudió los cimientos del hogar. "Ninguna de esas aves entrara en esta casa y si insistes en despreciar el regalo que nos han ofrecido rechazaremos reconocerte como el dueño de este hogar"

"Pues yo rechazo reconocer tu regalo"

Y al oírlo silbar los lobos atacaron. Cruel y sangrienta fue la lucha entre los lobos y las lechuzas, y aunque estas últimas se alzaron con la victoria las plumas de sus compañeras muertas cubrían los jardines a su alrededor.

"Bien" escupió el dueño apartándose del desastre, "que las aves se queden fuera" pero cuando intentó entrar en el umbral de la casa las lechuzas sobrevivientes de la batalla se interpusieron en su camino. "¡A un lado!"

"Te has negado a respetar el regalo escrito en los cimientos de la casa, rechazamos ahora reconocerte como el dueño de este hogar"

"¡Yo soy el dueño!"

"No más"

Entonces se apartaron para permitir la salida del segundo señor de la casa.

"Hermano" dijo este, enderezándose en toda su altura mientras el sol le tocaba la cara. Era benévolo y justo, y su único error había sido nacer como el segundo de los hijos. "Ahora la casa es mía"

Y así lo fue.

Este nuevo dueño reestableció el orden, envió a su hermano fuera de los terrenos de la casa, hizo limpiar los jardines, entregó compensaciones para los padres de las aves muertas y ofreció una tregua a los lobos sobrevivientes. Por último, se sentó en la cabecera de la mesa para recibir los regalos y las lealtades de aquellos que vivían en la casa.

Al final, recibió a las lechuzas.

De los tejados descendieron todas ellas, cientos y cientos de aves oscuras que revolotearon en el aire hasta posarse en los muebles del hogar, desde la más vieja que se habían quedado desnuda hasta la más joven que exhibían con orgullo su primer pluma. El líder de las lechuzas descendió junto a otra de sus compañeras hasta posarse en la mesa frente al dueño, entonces extendió las alas y ululó una vez. Y como una sola voz el resto de las lechuzas repitieron el juramento, todas y cada una de ellas le ofrecieron su protección a ese hogar y su lealtad al dueño que se sentaba en la mesa, pero este no se movió ni aceptó el juramento así que el líder de las lechuzas hizo llamar a todas las sobrevivientes de la centena que había luchado en los jardines, las cuales aletearon hasta posarse sobre la mesa junto a él.

"Ha sido un honor servir en esta casa" dijo mirando al resto de su familia. "Ha sido un placer llamarlos hermanos, y es una dicha despedirme con todos ustedes a mi lado."

Sus compañeras sobrevivientes ulularon junto a él, y el resto las despidió. Dicen que su canto triste se elevó al techo en un sonido único; y al terminar, el líder inclinó la cabeza ante su compañera, a la que había elegido para sustituirlo.

"Hoy te entregó el regalo que pertenece a nuestra familia, el cual está escrito en los cimientos de la casa, el regalo que mantendrá la integridad de este hogar. Es nuestro por derecho propio y tu deber será perpetuarlo"

"Lo recibo con afecto, hermano mío" respondió ella agitando las alas y conteniendo las lágrimas que crecían en su pecho. "Lo tendré en mi corazón hasta que llegue el momento de entregarlo de nuevo, y juro proteger y preservar el hogar de las lechuzas"

Fue ahí cuando la nueva líder se volvió hacia el dueño a fin de repetir los juramentos que le correspondían, pero el dueño permaneció mudo y quieto y la líder lloró en su corazón antes de mirar a los testigos del gran salón.

"Está escrito que ningún miembro de la familia de las lechuza alzará la mano contra el dueño o algún miembro de su familia. Quien lo haga enfrentará una muerte sin juicio ni espera. Esa es la ley que gobierna a las lechuzas."

Y al oírla todas las lechuzas en la mesa, todas aquellas que habían descendido de los tejados para desafiar al dueño y expulsarlo, inclinaron la cabeza hacia él. Todas ellas permitieron que el dueño les retorciera el pescuezo.

Solo entonces el señor de la casa aceptó el juramento de las lechuzas que volvieron a los tejados para continuar su vigilia. Una vigilia que aún ahora perdura.



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Compendio de Cuentos [Hanami]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora