«Jeon Jungkook», así se llamaba el científico que logró construir un corazón para un robot.
¿Con qué fin fue creado?
¿Cuál era su razón de ser?
¿Qué es un corazón?
Esas eran las cuestiones que Jimin se planteaba cada vez que era activado cada mañan...
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Aún lo recuerdo claramente; aquellos ojos tristes y apagados quedaron grabados en mi memoria, como si la persona detrás de ellos estuviera vacía, rota. Su mirada era la de alguien que había perdido algo invaluable.
Recuerdo haber despertado en un lugar extraño, rodeado de máquinas que emitían zumbidos incesantes y cables conectados a mi cuerpo, sosteniéndome en algún punto que no lograba identificar. El aire en la habitación era frío, estéril, y el único sonido aparte de las máquinas era el de sus sollozos. Lágrimas corrían por su rostro mientras su cuerpo temblaba visiblemente, aunque no comprendía la razón de su dolor.
Yo no sentía nada, ni tristeza ni dolor. Solo observaba. Mis ojos recorrían el entorno buscando respuestas, pero no sabía qué preguntas formular. Todo lo que veía era desconocido y, sin embargo, vagamente familiar. Analizaba cada detalle sin entender su significado. Estaba en un estado de confusión absoluta, hasta que esa "persona desconocida" me habló.
—Buenos días —dijo, con la voz entrecortada.
—Buenos días —respondí, aunque no sabía por qué. Solo sabía que debía contestar a esa voz que mi sistema identificaba como conocida, aunque yo no la comprendiera.
—¿Sabes quién soy? Activa el reconocimiento facial —me pidió, su voz ahora más controlada, pero con un temblor subyacente.
—Reconocimiento facial activado —dije automáticamente, y al escanear su rostro, los datos en mi sistema confirmaron lo que debía decir—. Eres Jeon Jungkook, mi creador.
Él asintió, su expresión una mezcla de alivio y agotamiento mientras se secaba las lágrimas con la manga de su chaqueta.
—¿Está funcionando el sistema correctamente? —preguntó, su voz teñida de una esperanza cautelosa.
—Sin problemas.
—Entonces, ¿cuál es tu nombre?
—Mi nombre es Park Jimin —respondí sin dudar, aunque en mi interior surgió una pregunta silenciosa: ¿por qué ese era mi nombre? Lo sabía, pero no entendía el motivo. Era como si tuviera muchas respuestas, pero ninguna de ellas tenía sentido. Mientras mis palabras llenaban el aire, él cayó de rodillas frente a mí, su cuerpo sacudido por una mezcla de emociones que yo no podía descifrar. Lágrimas seguían cayendo de sus ojos. "¿Qué es él? ¿Qué soy yo?" fueron las primeras preguntas que mi mente empezó a formar, pero no encontré respuestas inmediatas.
—Lo he logrado… oh, por Dios —murmuró entre lágrimas, su voz quebrada por la emoción.
Después de unos segundos, se levantó torpemente y me envolvió en un abrazo. Sus brazos se apretaban contra mi cuerpo de una forma que no entendía en aquel momento. Sentía la presión, el contacto, pero no sabía qué significaba. Mi sistema no podía procesar su gesto, y las únicas palabras que salieron de mi boca fueron programadas, automáticas.
