Capítulo 05: De regreso a mí.

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𝙿𝙰́𝙶𝙸𝙽𝙰  𝟻

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Mi nombre es Jeon Jungkook, tengo 39 años, y este es el último ensayo del proyecto "JM1". — Coloco la cámara en su lugar, enfocando el robot que, después de tanto esfuerzo, finalmente tiene la apariencia humana que deseaba.

Han pasado cuatro largos años desde que comencé este proyecto, cuatro años desde la última vez que escuché su voz, aunque solo fuera a través de un programa. He aprendido a sobrellevar la soledad, aunque no es tan abrumadora cuando tienes a un gato gordo y consentido haciéndote compañía.

Después de aquel ensayo, decidí apagar el programa y transferirlo a una pequeña tarjeta, cuidadosamente modificada y perfeccionada, que iría en su cabeza. A veces no puedo creer que esto esté sucediendo. Me recuerda un poco a la historia de Frankenstein, solo que en lugar de crear un monstruo, he creado un robot. Me pregunto si pareceré un científico loco. Ni siquiera recuerdo bien la trama, pero la comparación me parece algo graciosa.

Desde ese día, me dediqué por completo a la construcción detallada del robot, utilizando imágenes suyas como referencia para que fuera lo más parecido posible. Y el resultado… es sorprendentemente exacto.

El proyecto parecía un éxito.

Gracias a antiguos videos y audios en los que podía escucharse su voz, logré distorsionarla y adaptarla, convirtiéndola en lo que sería la voz del robot, una versión mejorada, casi como una IA. Sin embargo, mis manos tiemblan ante la incertidumbre de que todo funcione como debería. Aunque no estoy seguro de cómo hacer que la segunda parte del proyecto funcione: la capacidad del robot de interactuar con las emociones humanas. Quieren que sienta, que entienda la tristeza, la felicidad, el caos… como si intentaran crear un humano con sentimientos.

No tengo idea de cómo lograr eso, y quizá ni siquiera lo intente. No creo poder llegar tan lejos.

—Bien, veamos. —Murmuro mientras reviso los últimos ajustes en la computadora. Exhalo profundamente, saco la pequeña tarjeta de memoria que contiene datos esenciales para el habla y las acciones, y camino hacia el robot. Siento un nudo en el estómago; mi yo del pasado fue inteligente al no deshacerse de su ropa, porque ahora viste una camisa blanca de manga larga y unos pantalones ligeros que evitarán sobrecalentamientos.

Decir que estoy nervioso sería quedarse corto. El parecido del robot con Jimin es tan preciso que me golpea una ola de melancolía. Es como si estuviera aquí, aunque sé que no lo está. Sin embargo, eso no quita la alegría que me inunda el pecho, y al mismo tiempo, las ganas de llorar.

Acaricio a mi gato con una mano temblorosa, tratando de calmar mi ansiedad. Cuando siento que puedo seguir, sujeto la tarjeta y camino hacia el robot. Levanto con delicadeza el cabello sintético de la nuca, revelando una ranura similar a la de un cargador de celular. Con cuidado, introduzco la tarjeta como si fuera un disco.

Una vez hecho esto, cierro el compartimiento y comienzo a desconectar los cables finos que rodean al robot, sabiendo que ya no serán necesarios si todo funciona. Me aseguro de tener la cámara en un buen ángulo, tomo una larga inhalación y presiono el botón rojo marcado con las letras "ON". Me alejo, consciente de que el sistema tardará unos segundos en activarse.

Cierro los ojos con fuerza y comienzo a contar en voz baja, tratando de contener la oleada de nerviosismo. —Uno, dos… —Exhalo entre dientes y, con voz temblorosa, digo— ¡Tres! —Presiono el botón y escucho un leve "clic". Retrocedo hasta un lugar donde pueda verlo por completo, esperando, con el corazón en la garganta, a que el sistema cobre vida.

Trago saliva y aclaro mi garganta antes de hablar—. Buenos días…

Poco después, el robot abre los ojos con lentitud. Sus pupilas, aunque mecánicas, parecen escanear su entorno. El azul pálido de sus ojos refleja la luz de la habitación, y si te acercas lo suficiente, podrías ver los engranajes girando dentro de ellos. Finalmente, abre los labios ligeramente y, con una voz tranquila, dice—. Buenos días.

El nudo en mi garganta se aprieta, y mis ojos se llenan de lágrimas. A pesar de los nervios que me consumen, sé que debo seguir adelante.

—¿Sabes quién soy? —pregunto, con la voz algo rota—. Activa el reconocimiento facial.

—Reconocimiento facial activado —responde sin vacilar. Después de un rápido escaneo, continúa—. Eres Jeon Jungkook, mi creador.

Soporto la oleada de tristeza que amenaza con abrumarme y continúo—. ¿El sistema está funcionando correctamente?

—Sin problemas.

Mis labios se resecan mientras me preparo para la pregunta que definirá si todo este esfuerzo ha valido la pena. Trago con dificultad y, temblando, formulo la última pregunta—. Entonces, tu nombre… ¿cuál es?

El robot me observa por un instante, antes de responder con precisión—. Park Jimin.

Al escuchar su nombre, mis rodillas se doblan y caigo frente a él, dejando que las lágrimas corran libremente por mi rostro. Susurro entre sollozos—. Lo he logrado… Dios, lo he conseguido. —Cubro mi boca, tratando de contener mis sollozos, pero es inútil.

Siento un torrente de emociones que no logro descifrar completamente. Mi corazón late desbocado, y la felicidad que me inunda es tan grande que no puedo detener las lágrimas.

Me levanto con rapidez y lo abrazo, apretándolo contra mí. Sus ojos azules permanecen apagados, pero eso no importa. Lo siento real, lo siento conmigo. Las lágrimas humedecen su camisa, pero no me importa.

El robot, sin saber cómo reaccionar, intenta buscar en su diccionario interno la palabra adecuada. Finalmente, pregunta con torpeza—. ¿Te encuentras bien?

Río débilmente y escondo mi rostro en su cuello. Claro que tendré que añadirle más vocabulario, hay tanto por enseñarle. Pero eso es lo de menos ahora. Con una voz suave y cargada de cariño, susurro—. Bienvenido a casa, Jimin.

El robot, procesando mis palabras, responde automáticamente—. Gracias, es un placer.

Lo abrazo con más fuerza, dejando que las lágrimas sigan su curso. El dolor acumulado durante tres largos años se derrama en ese momento. Él se siente tan real, aunque su voz aún suene algo mecánica. Pero sigue siendo él.

Sonriendo entre lágrimas, lo miro y le susurro—. Te extrañé tanto… Me hacías tanta falta… Te amo, Jimin… gracias por volver.

Y en ese momento, aunque no sé si esto es un milagro o un logro científico, sé una cosa con certeza: estoy feliz. Realmente feliz.

Mientras lo abrazo, un solo pensamiento ocupa mi mente:

"El proyecto JM1 ha sido un éxito. Él ha vuelto a casa."

El invierno que me sofocaba, finalmente, tal vez esté llegando a su fin.








El invierno que me sofocaba, finalmente, tal vez esté llegando a su fin

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