Parte 30

500 62 13
                                    

La noche había caído sobre la llanura desde hacía varias horas, haciendo un cálculo rápido, se podía intuir que eran cerca de las 2 o 3 de la mañana. El aire era fresco, posiblemente el invierno apenas y había pasado, pues el ambiente aún se sentía húmedo y frio, pero sin llegar a ser helado.

Las murallas de la ciudad se encontraban levemente iluminadas por pequeñas fogatas y antorchas colocadas entre puestos de seguridad, siendo rondadas una que otra vez por soldados y centinelas.

Bajo la mirada más bien floja de los guardias, la base de la muralla fue alcanzada por un grupo de soldados, quienes se infiltraron silenciosamente entre los escombros derruidos de uno de los muros, logrando infiltrarse en la urbe medieval.

Ocultándose en las sombras nocturnas, el 203 se mantuvo al pendiente de sus alrededores mientras su comandante analizaba un pequeño mapa de la ciudad.

Haciendo señas con su mano, la mayor ordenó el avance por las estrechas calles y callejones del aquel decrepito barrio.

La calle se encontraba forrada por piedra y ladrillo, que formaba una base bastante decente y solida, aunque el tamaño de la calle no era lo suficientemente ancho como para permitir el acceso de una carreta o de un caballo siquiera; alineados uno tras de otro, los miembros del 203 avanzaron en una típica formación de combate urbano, cuidando esquinas y ventanas, asegurando sectores y verificando su avance en silencio.

El panorama comenzaba a transformarse mientras más avanzaban, de ser un conjunto de callejones y pequeñas calles con casas de madera apiladas una sobre otra al igual que una Fabela a espacios más abiertos, con viviendas de piedra bien cuidadas, con hermosos y modestos jardines a sus alrededores, incluso llegando a ver áreas de convivencia común similares a parques; no todo era bello, pues muchos lugares se encontraban destruidos, inclusive algunas calles seguían cerradas al mantenerse aún en pie las barricadas que se formaron en busca de detener la invasión demoniaca.

Los pasos de los magos los llevaron al punto de encuentro, una pequeña estructura en medio de un parque similar a un templo o iglesia. Sin perder tiempo, Grantz y Neumann abrieron la puerta con velocidad, ingresando al lugar, adoptando las elitistas tácticas de asalto que su comandante les había enseñado.

Uno tras otro entraron al santuario, un lugar bastante lindo para su tamaño. Bancas comunitarias se formaban al igual que las iglesias, frente a ellas se postraba un altar de madera y concreto que albergaba un ventanal de colores que, si bien era imposible ver con claridad debido a la obscuridad, era visiblemente lujoso.

A su ingreso una puerta junto al altar se abrió con un rechinido sonoro, alertando a los soldados y poniéndolos en alerta.

Una mujer vestida con un manto negro ingresó al cuarto, siendo sujetada por uno de los soldados, quien cubrió su boca y la arrasó lejos de la puerta mientras otros 2 de sus compañeros inspeccionaban el cuarto secreto.

La mujer, similar a una moja, se vio en pánico rápidamente, sujetando con fuerza el brazo de Neumann, quien hacía su mayor esfuerzo por contenerla sin causarle daños.

-Suficiente...-

La orden de Tanya hizo que el agarre del soldado se soltara, liberando a la mujer quien cayó de rodillas al suelo respirando pesadamente.

Visha se acercó para ayudarla a incorporarse, aprovechando para interrogar a la monja.

-Le rogamos disculpe nuestra brusquedad...cuál es su nombre?-

Visha extendía su mano de forma amistosa mientras le ofrecía apoyo a la dama caída, quien se limitó a toma la mano para ponerse de pie.

-Soy Donna Kriega...se me pidió aguardar en este lugar por los invitados de mi rey ...son los enviados del reino hechicero?-

Overlord: La niña y el nigromanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora