Parte 24

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La noche en el desierto era helada, tanto como para que el poco rocío matutino formara delgadas capas de hielo sobre cualquier superficie, incluyendo la cámara de fotografías de Pit, quien la abrasaba religiosamente tratando de evitar que los royos en su interior resultarán dañados por el frío.
A su alrededor, una docena de hombres se acurrucaba dentro de un camión blindado que acompañaba a la división móvil, siempre en movimiento, sus tropas se encontraban cansadas, aprovechando los pocos momentos tranquilos entre transporte y transporte para tomar siestas que los mantuvieran operativos.

Cansados, sucios y maltrechos, cada hombre había luchado durante 7 días para asegurar el avance efectivo de un plan temerario, pero ahora, bajo las estrellas turkas y acompañados por las arenas del desierto, su objetivo parecía cada vez más cercano.

Pit acomodó sus lentes mientras acomodaba la cámara en sus manos para inspección el nuevo material.
Solo había podido tomar una única fotografía mientras repelían un ataque turko, pero para él, ese recuerdo era más que suficiente

Sus memorias nunca morirían si las plasmaba en una fotografía, ese era su lema, pero por más que lo había intentado, había algo a lo que nunca pudo fotografiar.

Su mirada recorrió el camión hasta centrarse en una figura grande e imponente, humanoide como el resto pero cubierto de escamas y de un uniforme extranjero.

Un hombre lagarto...lasha, o como el pelotón lo había apodado Lars.

Pit levantó su cámara, enfocando al ser reptiliano, quien dormía recargado en la puerta trasera del camión y con el mayor silencio posible accionó su aparato.

Al salir la foto, Pit vio lo mismo que había estado viendo los últimos 4 días que había intentado fotografiar a Lars...solo una neblina borrosa.

Molesto, Pit arrancó la fotografía, haciéndola bola y arrojándola fuera del vehículo, pues ese era el séptimo papel que usaba para fotografiar al hombre lagarto...y era el séptimo fallo.

Pit era curioso, se preguntaba por qué ese fenómeno solo ocurría con Lars, pero rápidamente descartó cualquier posibilidad de averiguar el misterio y optó por imitar a sus compañeros, acurrucandose en su asiento para así poder dormir un poco.

Al volver a reinar el silencio, los ojos del hombre lagarto se abrieron ligeramente, inspeccionando al humano que lo había apuntado con aquel extraño aparato.

Silenciosamente, el hombre lagarto lo marcó como sospechoso en su mente y acariciando un anillo que su señor le había dado, volvió a dormir.

9 días en el desierto.

Los brincos que el camión daba, cada vez menos frecuentes, comenzaron a despertar a cada soldado a bordo, quienes se encontraron con que el convoy se había detenido, tanques, carros blindados y camiones ahora se acomodaban en una gran área, donde las tropas rápidamente comenzaron a bajar.

Estirándose de manera cansada, las tropas rápidamente miraron en sus alrededores, topándose con un paisaje desolado y llano, pues la única presencia de depresiones en las cercanías era una pequeña colina que apenas y evitaba que los soldados mirarán hacia el horizonte, sin embargo, algunos de los oficiales y exploradores ya se encontraban en la cima, recostados sobre sus estómagos y en completo silencio.

-parece que la información era correcta...-

-es más grande de lo que imaginaba...-

-señor...preparamos la artillería?-

El hombre de mayor rango, acomodando su gorra militar, simplemente asintió, dándole libertad a su subordinado para impartir sus órdenes al resto del batallón

Overlord: La niña y el nigromanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora