Capítulo 1

90 2 0
                                    

Se profetizó que este mundo tendría final entrar en el 2000.Notre Dame de Paris (musical)


(La Ciudad Autónoma de) Buenos Aires es un caos de donde es posible sacar la belleza misma. Cosmopolita, mixta y misteriosa. Junta su pasado glorioso de la modernidad entre la locura de la contemporaneidad, los carteles LED, las marquesinas teatrales, la iluminación del metrobús. Ostentoso en sus barrios pudientes, con el arte desperdigado en los edificios, plazas, calles y monumentos; en sus museos y lugares de culto. Exponiendo en sus barrios bajos las falencias estatales, la discriminación, el prejuicio y la pobreza. Alberga universidades, institutos, oficinas, estaciones de trenes y subterráneos. Superpoblada en horarios hábiles y para nada somnolienta en el horario de descanso.

Para algunos es una miniatura en donde todo se choca con todo. Para otros es una inmensidad en la que es muy fácil perderse o pasarse con el transporte. O una zona cara para alquilar o tomar un taxi. Una zona de privilegio porque lo central está cerca desde cualquier sitio y las oportunidades caen a raudales para nativos o extranjeros. Es, para los más lejanos, el epicentro de la discriminación a las provincias, incluso a aquella que ni por el nombre quiso compartir su territorio. La ciudad es la ciudad, el campo es el campo. El bonaerense debe conocer capital, pero pocos porteños conocen y ven a la provincia con la misma naturalidad.

Pero fuera de todo ese despliegue y al igual que cualquier otra parte, la ciudad de Buenos Aires, pasión de multitudes, borronea su historia cada día un poco más. La esconde bajo la alfombra, guardándose para sus habitantes, y el público curioso debe depender de divulgadores de redes sociales o guías turísticos excepcionalmente expertos.

Esa es su ciudad de origen, según lo que ella considera «la leyenda». Arriba junto a su madre para conocer el lugar en donde su historia comenzó. Nada muy relevante puede definir a la hija única de los Spinelli, sería falso decir que es el cliché de la adolescente única y diferente; ni siquiera sabe ella en concreto qué será mañana. Se conoce a sí misma como Cielo. Taciturna, ensimismada pero observadora. Con un carácter arrollador que tiene amansado porque no gusta de explotar al primer problema. Se sienta y espera, busca soluciones antes de perder la cabeza. Es algo que cree llevar bien, aunque a veces le gustaría tener más desafíos en frente.

Frente a ellas, detrás de la reja que lo rodea, se encuentra el antiguo convento de Santo Domingo, en cuyo patio se levanta el mausoleo del creador de la bandera, y cuya iglesia, a juzgar por las redes instaladas, se cae a pedazos. Dentro del templo, en su silencio sepulcral, se ve lo clásico de un santuario católico: santos, el altar y banquetas; aunque también estudiantes de arquitectura que sacan fotos para, probablemente, proyectos de la universidad. Pero lo particular son las banderas que allí se exponen. Se ven cubiertas de pólvora, manchadas y rotas. Cielo deja que su madre rece, puesto que ella no sigue realmente el catolicismo ni es ortodoxa al respecto, se pasea alrededor de la iglesia. Una de las naves está completamente oscura, a excepción de las luces puestas sobre las imágenes.

Observa la construcción hecha de mármol en los confesionarios, los restos de figuras relevantes, las capillas. Le resulta diferente a la catedral, es menos ostentoso.

Sin embargo, lo que captura su atención es el resplandor que escapa de la ranura inferior de una puerta de salida, justo en la nave izquierda, de camino a donde están las banderas inglesas. Aquello gana su atención y la invita, u obliga, a buscar sin sentido lo que hay detrás, no sin fijarse previamente que su madre esté fuera de la vista.

Abriendo la lámina de madera, divisa algo que no esperaba encontrar y casi provoca que retrocediera hasta casi tropezar con un escalón del altar principal: mujeres con vestidos largos y antiguos, abanicos en mano; caballeros en levita y galeras andando erguida y elegantemente; algún que otro carruaje y también personas a caballo sobre la calle de tierra, pura y exclusivamente de tierra. No hay signos de pavimentación, ni siquiera un mísero empedrado. Es casi un mural viviente, y captura a la adolescente de dieciséis años.

La Viajera XXI (Demo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora