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Esa chica llevaba demasiado tiempo encerrada en el baño. Si mi intuición no fallaba había ido allí con un objetivo en mente. No me gustó nada. Esperé cinco minutos más hasta que no aguanté. Entré topándome con sendo charco de sangre y la mirada vidriosa de aquella castaña. Llamé a una ambulancia y salí con ella en brazos sin importarme que manchara mi camiseta favorita de The Rolling Stones. Logré comunicarme con sus padres, los cuales quedaron estupefactos con la noticia. En cuanto llegaron al hospital decidí que lo mejor era marcharme, aunque ellos me agradecieron una docena de veces y rogaron para que fuera al día siguiente. Pensé que no debería ir pero algo en mí quería saber por qué Camila Cabello intentó suicidarse. Luego de un pequeño diálogo vino un agradecimiento que estuvo muy lejos de serlo. ¿Qué otra cosa podía esperar? Estaba más que molesta por mi intromisión pero no me importaba su creciente odio hacia mí, yo era de las personas que vetaban el suicidio como vía de escape ante cualquier problema. Demasiadas cosas sucedieron en mi vida por un suicidio, y no eran buenas necesariamente.

***

Transcurrieron los días hasta que me encontré con ella en la cafetería de la escuela. Sus orbes marrones pasaron de la sorpresa a la repulsión en menos de un segundo. Bien, ya tenía más que claro que no era para nada de su agrado. Me aparté para que pasara con una sonrisa burlona en los labios. Ella respondió con el ceño fruncido y algo en mí me obligó a pincharla un poco.

- Ese gesto va a provocarte demasiadas arrugas.

- ¿A ti que te importa? - Me respondió con un tono demasiado irritado.

- Es solo un consejo. – Me encogí de hombros, victoriosa por haber llamado su atención.

- Pues ve a dárselo a otra persona. - Habló con más inquina todavía.

- Creo que eres tú la que lo necesita.

- Hazme un favor, Lauren. - Se masajeó las sienes, seguramente hastiada de mi presencia.

- Te escucho.

- Mantente alejada de mí, ¿sí? – Comenzó a alejarse y yo no podía perder la oportunidad de seguir molestándola.

- ¿Así es cómo me agradeces? - Pregunté sabiendo que la molestaría.

- ¿Agradecerte qué? El hecho de que hayas arruinado mis planes no amerita ningún agradecimiento, al menos yo lo veo así.

No esperó a que le respondiera y se fue de ahí caminando con rapidez. No fui consciente de que la seguía hasta que ella se volteó lanzando furiosas llamaradas de sus ojos.

- ¿Qué quieres ahora?

Tomé sus manos para fijarme en las vendas. Seguían rodeando sus pequeñas muñecas. Al principio forcejeó para evitar que mirara pero se detuvo cuando vio que era imposible. Resopló frustrada al no poder hacer nada y yo sonreí divertida con la situación. La liberé, fijándome en el miedo oculto tras su mirada. ¿Miedo a qué? No tenía ni la menor idea y la verdad es que me moría por averiguarlo.

- Deja de mirarme así. - Habló con cierta ansiedad.

- ¿Así cómo?

- Con cara de psicópata.

Solté una sonora carcajada que logró empeorar el mal humor de Camila. ¿Nunca dejaba esa postura defensiva? Tenía un humor de perros, o al menos conmigo se estaba comportando de esa manera. Puso los ojos en blanco cuando terminé de reír, dándome la espalda para largarse de ahí inmediatamente. Detuve su paso al agarrarla por un brazo. No sé por qué lo hice, sólo sé que la arrastré lejos de los pasillos, a pesar de que estuviese resistiéndose. Cuando sus gritos cesaron ya estábamos en la biblioteca.

- ¿Qué quieres de mí? - Chilló exasperada.

- ¿Puedes hablar una puta vez con tranquilidad?

Su semblante cambió un poco, aunque no dejó de mirarme con cara de pocos amigos. Nos sentamos en una de las mesas del fondo. Me incliné sobre mis antebrazos para observar completamente sus pupilas. Apartó la mirada nerviosa, fijándola en una ventana.

- Quiero hacerte una pregunta. – Dije, absorta en la tristeza que expedía su menuda figura.

- De acuerdo, pero una sola. - Advirtió señalándome con su dedo índice.

- ¿Por qué intentaste acabar con tu vida? - Se revolvió incómoda por la pregunta.

- Prefiero no responder. – Desvió su mirada inconscientemente hacia sus muñecas vendadas.

- Ya, entonces todavía me debes una respuesta. Como compensación puedes preguntarme algo. Lo que sea.

- ¿Lo que sea? – Asentí, ideando una interrogante.

- Sí. Y bien, ¿por qué te caigo tan mal?

- Digamos que no me caes tan mal, me caes mal simplemente.

- Ya y eso cambia mucho. – Respondí sarcástica.

- Claro. No fue el simple hecho de que te entrometieras en mi vida sino que eres muy exasperante. Mi turno.  – Apoyó la mandíbula en una de sus manos con un gesto pensativo. - ¿Cómo sabías lo que estaba haciendo en el baño?

- Un presentimiento.

- ¿Cuál?

- Ya esa es otra pregunta, acordamos una sola. - Era mi última carta para continuar hablando con ella.

- Bueno, pregunta tú algo.

Perfecto, quedó atrapada en el juego. Podía pasarme todo el día en esto, no obstante, sabía que tenía una pregunta censurada. Mi mente comenzó a formular una nueva interrogante, una que no la pusiese entre la espada y la pared y me diera la ventaja de seguir preguntando.

- ¿Tienes amigos?

- No. - Su respuesta vino acompañada de cierto dolor en el rostro. - ¿Y tú?

- Tampoco. Bueno, sí tengo uno muy especial. Un perro llamado Jagger. – Le confesé con honestidad.

- Veo que te gusta el rock.

- Mucho. ¿Qué hay de ti?

- Tengo un hámster. Se llama Pinky. – Una expresión de ternura se adueñó de mis facciones. - ¿Cuál fue tu presentimiento?

- Tardaste demasiado en el baño.

- Podía haber estado fumando o haciendo cualquier otra cosa. - Contraatacó.

- Soy muy observadora y te vi entrar con cierta incertidumbre. Por eso entré, no tenías claro lo que ibas a hacer.

- ¿Qué sabes tú de eso? - Volvía de nuevo a ponerse a la defensiva.

- Camila, no sé por qué te pones así conmigo, lo único que quiero es que nos llevemos bien. Aunque no lo creas nos parecemos mucho.

- Ni se te ocurra compararte conmigo, no tenemos nada que ver.

Sus palabras sacudieron esa capa de frialdad que me mantenía alejada del mundo real. ¿Por qué me odiaba? Yo sólo le había hecho un favor a la humanidad: salvar a una hermosa chica con tantos secretos ocultos en su interior que avivaban la curiosidad del resto. O al menos la mía. De acuerdo, algo me decía que ella necesitaba su espacio, así que dejaría de acosarla y mantendría la esperanza de que volviera.

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Hola, bellas criaturas del inframundo...
Mis neuronas no están muy productivas para hacer una nota así que...
Xoxo💗

Can't Save YouDonde viven las historias. Descúbrelo ahora