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Volvía a meter la pata con esa chica. Me levanté de allí y salí corriendo con la culpa agolpándose en mi pecho. La mirada de dolor que apareció en su rostro me conmovió. Era la primera persona en toda la escuela que se había preocupado por mí, que hablaba conmigo y la traté como si fuese una mierda. Otro motivo para estar enterrada a tres metros bajo tierra pero ella decidió que debía seguir aquí, malgastando los pocos recursos que quedaban. Me fui directo a mi casa, no quería estar en el Instituto. ¿Por qué yo tenía que ser así? ¿Por qué no podía ser normal? Me metí en el baño con el objetivo de darme una ducha, una que pudiese eliminar toda mi desgracia. Retiré el vendaje y dejé que el agua corriera libre por mi cuerpo entero sin importarme el dolor que me causó cuando se puso en contacto con mis heridas. Y dolía, bastante, pero era más fácil manejar el dolor físico que el psicológico. No me di cuenta de que lloraba hasta que las lágrimas empañaron mi campo de visión. Me senté en la bañera y rodeé mis rodillas con los brazos, enterrando el rostro entre mis piernas para seguir llorando tranquilamente. Después de estar casi una hora encerrada, salí con el cabello chorreando y mi corazón cada vez más roto que el segundo anterior.  Así mismo como estaba me dejé caer sobre la cama sin importarme mojarla, dentro de poco nadie la usaría. Dudaba mucho de poder aguantar más de dos meses hasta volver a intentarlo, aunque esta vez sería definitivo.

***

Pasaron los días y ni rastro de Lauren. Todavía me sentía culpable por cómo la había tratado. Quería disculparme con ella por haber sido tan grosera. Las cosas para mí se tornaron mucho más difíciles: todos los estudiantes se enteraron de mi intento de suicidio y ahora, cada vez que caminaba por los pasillos o me sentaba en una mesa apartada en la cafetería, la vista de todos recaía en mí, a la vez que los comentarios volaban por la escuela entera. Era el centro de atención, y no era necesariamente un ejemplo a seguir. Tratando de alejarme de aquel ambiente infernal fui caminando para llegar a la biblioteca. No es que fuera muy dada a la lectura, sin embargo, era el único sitio en el Instituto donde se respiraba tranquilidad. Recorrí el lugar y encontré a Lauren sentada en el mismo lugar donde la había visto por última vez. Caminé con cierto nerviosismo, rezando para que no saliera de nuevo esa parte insoportable de mí, la verdad es que cuando hablaba con ella no podía evitarlo. Sus ojos verdes dejaron de prestarle atención al libro que tenía delante para mirarme a mí.

- ¿Puedo sentarme? - Pregunté tímidamente.

- Si prometes no ser maleducada de nuevo sí, puedes sentarte. - Involuntariamente puse los ojos en blanco pero me controlé.

- Quiero pedirte disculpas por lo del otro día. ¿Me perdonas?

- No soy rencorosa, así que te perdono. – Ladeó la cabeza, intentando establecer contacto con mis fanales.

- Gracias, Lauren. – Dije un tanto incómoda por la intensidad de su mirada sobre mí. - ¿Cómo te ha ido?

- Igual que siempre. Por lo que he escuchado a ti no debe irte bien.

- Los rumores corren rápido.

Dejamos de hablar por al menos cinco minutos que se me antojaron terriblemente eternos. La analicé en el silencio ensordecedor que nos rodeaba. Hoy llevaba una camiseta blanca de Led Zeppelin, jeans bien ajustados, el cabello recogido en un moño alto y Converses rojos. Parece que siempre tenía ese estilo despreocupado. Me fijé en el libro que estaba leyendo. Creí que por su pinta de rebelde irrefrenable leería a Poe o algún otro escritor de novelas oscuras, por eso me sorprendí al verla con Charlie y la Fábrica de Chocolate de Roald Dahl. Increíblemente era de los pocos libros que lograron enamorarme de verdad por lo que hice una nota mental: volver a leerlo. Sentí el peso de la mirada de Lauren sobre mí así que desvié la vista hasta sus ojos. No eran totalmente verdes, sino que alrededor del iris había motitas amarillas, lo que los convertía en dos esmeraldas mucho más atrayentes. Abrió su boca para hablar pero la cerró enseguida. 

- ¿Qué ibas a decir?

- No quiero arruinar el momento. – Se mordió el labio inferior. ¿Por qué tenía que hacer ese sexy gesto cuando estaba nerviosa?

- ¿Por qué ibas a estropearlo?

- Porque lo que pensé no va a gustarte nada.

- ¿Es sobre mi “no suicidio”? - Intenté adivinar.

- Más o menos. – Mi cuerpo se tensó de inmediato. Hablar del tema no era el mejor método para tratarla condescendientemente.

- ¿Eres de primer año, Lauren? - Cambié el tema de maravilla.

- Soy de tercero.

- Oh, es que nunca antes te había visto.

- Me mudé hace dos meses y no ando mucho por la escuela. Casi todo el tiempo estoy aquí en la biblioteca. – Sus dedos juguetearon con la carátula del libro, perdiéndose sabe quién en dónde.

- Me he dado cuenta. ¿Te gusta leer?

- Es mi segundo pasatiempo favorito.

- ¿Cuál es el primero, ir por el mundo salvando personas? – Le reproché con sarcasmo.

- Más bien escuchar música, rock preferiblemente. ¿Y tú? ¿Qué haces en tu tiempo libre? A parte de afilar navajas, digo. - Me devolvió el golpe.

- Hundirme en mi propia mierda.

La comprensión en su rostro me dejó descolocada. Tal vez era verdad lo que me había dicho: éramos más parecidas de lo que creía. Posé la mirada en mis muñecas tratando de encontrar las palabras adecuadas para disculparme con Lauren, ella merecía que apartara mi orgullo y la tratara adecuadamente, aunque fuese una sola vez.

- ¿Qué piensas hacer hoy después de clases? – Alzó una ceja, un tanto confundida por mi pregunta.

- Mi vida social no es nada ajetreada, ¿por qué?

- ¿Te apetece ir a comer algo?

- ¿Estás pidiéndome una cita? – Sonrió con fingida arrogancia.

- Es muy difícil contestarte cortésmente cuando usas ese tono burlón.

- Nos vemos entonces a la hora de salida, Camila Cabello. Mientras tanto, cuídate. – Comenzó a recoger sus cosas, dejándome aturdida por su inminente retirada.

- ¿A dónde vas? 

- No me irá muy bien socialmente pero aún tengo un índice académico que atender. En resumidas cuentas: clase de Literatura con el señor Gold.

- Oh, pobre de ti. – Suspiré dramática.

- ¿Por qué?

- Fue mi maestro el curso anterior. Puede decirse que, en vez de recibir clases de Literatura, recibirás clases de “cultos satánicos”.

- Ya te contaré esta tarde. Como te dije, mantente alejada del baño y de objetos afilados.

- Que no puedo contigo, pesada.

Me sonrió fugazmente mientras se perdía por las estanterías de libros. ¿Podríamos ser amigas? La verdad era que yo nunca había mantenido una amistad con nadie. Ni cuando era pequeña. Me gustaba estar sola, o al menos, prefería mi compañía a la del resto de niños. A medida que fui creciendo me refugié más en mí; los otros se burlaban de mis rarezas e introvertido comportamiento. Suspiré derrotada. ¿Era mi culpa? ¿Por qué no me sentía normal? Abandoné la biblioteca, notando las miradas ponzoñosas que me lanzaban los otros estudiantes mientras avanzaba a mi próxima clase del día.

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Hola, bellas criaturas del inframundo...
Último del día.
Xoxo💗

Can't Save YouDonde viven las historias. Descúbrelo ahora