cuatro

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Samanta

—Sergio fue un hombre muy accesible de acuerdo a sus horarios. Lo estimo bastante, siempre me mantiene alerta de tu desordenada conducta—habla mi papá mientras conduce.

—¿Te gusta?—pregunto para molestarlo.

Él solo suspira sabiendo cómo soy, sabe que no podría mantener su seria personalidad conmigo. Es tan estructurado y quiere que yo sea igual a él.

—Nos ahorraríamos esto si tan solo me dijeras la verdad. Una vez más, ¿por qué faltaste en la tarde?

—Acompañé a la Anto a comprar—me encojo de hombros.

—¿A dónde?—me mira de reojo sin creerme mucho.

Lo pienso bastante bien. Si le dijera la verdad completa, va a pegar el grito en el cielo y quedaría la cagá en dos segundos.

—Al supermercado.

—¿Y no podía ser después de clases? No te creo nada, Samanta. No sé en qué pasos andarás metida pero lo solucionaré—asiente.

Suspiro y sigo mirando por la ventana.

—¿Y mi mamá?—pregunto.

—Llega pronto, ya sabes cómo es nuestra vida.

Padres ausentes pero estrictos a la vez, rara combinación. Te acostumbras después de años.

Ya había tenido clases, pero tuve que volver a la casa para esperar a mi papá. Estaba en una reunión importante, así que el director me permitió salir antes y acomodar su cita. Así que ahora a lo que yo llegue, deberían estar por salir los demás.

—Mientras yo me estaciono y respondo unos correos, tú podrías entrar al colegio—sugiere.—Necesito que Sergio vea que estás arrepentida y por lo menos llegues puntual.

—¿De dónde sacaste que estoy arrepentida?—río.—Que mala información te están dando.

—Lo estás—afirma en tono duro.—¿El Borja vino a clases?

—El Borja no se pierde ni las misas, papá—recuerdo mientras giro los ojos.

—¿No te gusta?—pregunta mientras ríe un poco.

—Algo—me encojo de hombros.—Pero no pasará nada, así que no te hagas ilusiones.

—Sus papás son buenos amigos míos, por mi está aprobado—comenta.

—¿Quién?—lo miro confundida.

—Sus papás—repite.

—Quién te preguntó—digo riéndome. Siempre le hago lo mismo y cae igual.

Él me mira sin gracia y niega con la cabeza.

—Humorista, llegamos. Sale del auto y camina—ordena.

—Agradable—murmuro.—Te espero—aviso mientras salgo del auto.

Camino hacia el colegio y ya salieron mis compañeros. Puedo ver al Borja conversando con sus amigos, él se da cuenta de mi mirada y camina hacia mi.

—¿A dónde tan perfecta? Alegras los días, Sami—sonríe y me acaricia la mejilla.

—Deberías ponerte un sello de advertencia en la frente, algo como "alto en cursilería"—lo molesto.

princesita pero no de disneyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora