tres

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Samanta

¡Samanta Trinidad Zagers Miller!—escucho el grito de mi papá desde el piso de abajo.

Mierda, ya se enteró.

Finge Samanta, tú sabes hacerlo de maravilla.

Bajo a paso tranquilo para que no se noten mis nervios y me arreglo la falda del colegio antes de que me vea. Aprovecho de peinarme un poco el pelo con los dedos para que no se vea desorden.

—¿Sí?—pregunto con inocencia.

—¿Por qué me llamaron del colegio para reclamar que faltaste en la tarde?—pregunta medio molesto.

Lo conozco bien para saber que está en un punto medio, se hace el enojado total pero no llegará a un castigo por ahora. Sabe controlarse y eso siempre me lo inculcó para que lo aplique en mi.

—¿Crees que lo haría?—me hago la sorprendida.—Pensé que mi esfuerzo por darte una buena imagen iba a ser suficiente.

—Solo te comportas como debes, eso no es esfuerzo—contraataca.—Necesito una explicación.

—Cree lo que quieras—me encojo de hombros.—Te diga la verdad o no, seguirá siendo lo mismo.

—Iré mañana a hablar con Sergio—avisa.

Uy, tiemblo.

Sergio es el director, obviamente es íntimo de mi papá y cercano a la familia. Sí, vigilada veinticuatro siete.

—Buena suerte.

—Tu estarás ahí, después de tus clases—ordena.—Samanta, no me dejes en vergüenza.

—Lo intentaré—le guiño el ojo.—¿Listo?

Asiente y me da una mirada dura hasta que me ve desaparecer por las escaleras. Qué intenso ese hombre.

Me encierro en mi habitación y sonrío al ver el chocolate en mi cama junto a mi mochila. Todo este teatro trajo su recompensa. Le saco un pedazo y morderlo sabe a gloria, casi ni se nota el sabor a robo.

Mierda, casi me voy para el cielo cuando escucho el sonido de mi celular, está super fuerte. Es el Borja.

Me encierro en el baño que da a conexión con mi habitación y contesto a su llamada.

—Lamentamos informarle que la señorita Zagers no se encuentra disponible, por favor inténtelo más tarde—hablo con voz de operadora.

Se queda callado y sé lo que significa. Es irritable, nunca webea conmigo.

—No me soportas, pero me llamas—río.

—Prefiero cuando nos vemos po', Sami—se queja entre risas.—Déjame pasar mejor.

Está aquí.

Abro los medios ojos y le corto la llamada. Rápido voy hacia la ventana y lo veo fuera la reja.

—Sami—entra la Caro,—¿lo dejo pasar?

La pienso bien y sé que no me vendría mal alguna compañía. Además a mi papá le cae extremadamente bien el Borja.

Asiento y ella me sonríe.

princesita pero no de disneyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora