diez

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Flyn

—Traje un queque para la once, por favor no me mates—digo apenas abre la puerta la Briana.

Ella entrecierra los ojos y estira sus manos.

—Dame el queque—ordena.

Yo le hago caso, pero con desconfianza para que no me cierre la puerta en la cara.

—Ven, pasa—me da una sonrisa falsa y se hace a un lado para que entre a su casa.

—No no, mejor no. Igual puedo tomar oncesita aquí fuera—sonrío, negándome.—Está lindo el día para un pícnic en el parque que tienes de patio.

—Pasa po' weón—insiste.—Si no estoy enojada.

—¿Te paso un espejo como para que veas tu cara?

—¿Me estás diciendo fea?—pregunta, ofendida.

—Pero si erís una puta diosa, jefita—bufo.—Pero das miedo ahora.

—¿Yo?—se hace la sorprendida.—¿Por qué debería darte miedo?

—Porque apenas te haga caso y pase, estoy seguro que me vay a pegar.

Esto me recuerda tanto a las escenas de chico que tenía con mi vieja. La hacía pasar rabias cuando llegaba tarde y ella me esperaba en la puerta.

—Confía en tu jefita, Flyn—sonríe.—Apúrate que me estoy cansando aquí.

Me resigno a pesar de que seguía dudoso, pero apenas entré a la casa, la Briana me recibió con el medio paipe.

—Ahora puedo estar feliz—sonríe, satisfecha.—Cuéntame por qué te demoraste tanto.

—En mi defensa, llegar a tu casa igual es el medio pique. Vives a la cresta—me defiendo.

—Uy, perdón. Mañana mismo pido que muevan mi casa más cerquita de la tuya—bufa, caminando hacia su cocina.

Yo la signo y recorro su casa con la mirada. Es muy grande, es como el triple de la mía. Tiene muchas fotos familiares y weás que se ven muy lujosas.

—Permiso—digo, entrando a la cocina.

—Si no hay nadie aquí—ríe ella.

—A mi mamá le daría un infarto si no siguiera los modales que me enseñó—me encojo de hombros.

—Me gustaría conocerla—sonríe ella, dejando el queque en un mueble.—Pero no me distraigas, estábamos hablando de tu extraña impuntualidad.

Y es verdad que es extraño, porque siempre suelo llegar a tiempo a todas partes.

—Estaba compartiendo con unos personajes—sonrío, recordando.—Y aproveché de hacer algunas ventas extras.

—Pensé que me ibas a dejar plantada—bufa.

—Jamás, jefita—le toco con el dedo la punta de la nariz de manera tierna.—Oye, ¿te dije que tu casa es una mansión? Casi me caigo de culo al verla.

—Imagínate que conozco personas con casas más grandes aún—asiente.

—Por casualidad, ¿no quisieras ser mi sugar mommy?

La Briana ríe y niega con la cabeza, divertida.

—No creo que me convenga demasiado—suspira.

princesita pero no de disneyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora