Wanda García, policía

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Wanda García, policía por EstherVzquez

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Wanda García, policía por EstherVzquez

Premio otorgado: "Las mejores hermanas".


Era pronto, de madrugada aún, cuando el teléfono móvil de Wanda García emitió un fogonazo de luz. Solía ponerlo en silencio por petición de sus compañeras de piso, que estaban hartas de que las despertase a media noche. Wanda intentaba hacerles entender que no era su culpa, que ella se limitaba a cumplir órdenes, pero no la escuchaban. Parecía que lo hiciera aposta. O lo que era aún peor: que fuera la única policía de toda la maldita ciudad. Así pues, tras mucho discutir, había optado por quitarle el sonido. Aquello la obligaba a dormir con un ojo abierto, pero surtía efecto. Sus compañeras ya no estaban tan enfadadas y ella se enteraba de todas las llamadas.

O casi todas.

Aquella noche, agotada tras una maratoniana jornada de trabajo en las calles de Ciudad Federal, había caído en la cama como una piedra, incapaz de soportar el peso de los párpados. Llevaba varias semanas de trabajo agotador y su cuerpo estaba al límite. Por suerte, Roberto vio la llamada. Abrió los ojos en mitad de la noche y, murmurando una maldición entre dientes, le dio un suave empujoncito a Wanda en la espalda para que se despertase.

—Teléfono —se limitó a decir.

—¿Qué? —respondió ella, con los ojos muy apretados y el rostro hundido en la almohada.

—Que te está sonando el teléfono, García. Espabila.

Wanda parpadeó un par de veces, tratando de asimilar las palabras de su compañero, y se incorporó en la cama. Seguidamente, logrando al fin que su cerebro reaccionara, dio un respingo y se abalanzó sobre él, para alcanzar el teléfono. La noche anterior se había acostado en el otro lado, como siempre, pero Roberto había insistido en celebrar su reencuentro. Hacía ya una semana que no se veían, y...

Bueno, él era así: muy cariñoso.

—¡Me estás aplastando! —se quejó al sentir el peso de Wanda caer sobre él—. ¿Pretendes matarme, o qué?

Wanda cogió el teléfono y respondió, ignorando sus quejas. Al otro lado de la línea, la voz robótica de su jefe le preguntó por qué había tardado tanto en contestar. Roberto era cariñoso: RK20 un auténtico capullo.

—Perdone, estaba dormida. Además, son... —Comprobó la hora en la pantalla del propio teléfono—. Son las tres de la madrugada, a estas horas no suelo estar despierta.

—Pues debería —respondió RK20 con dureza—. Ha pasado algo grave, necesito que se presente de inmediato en la comisaría.

—¿Ahora? —Wanda volvió a mirar el reloj—. ¿Qué ha pasado?

RK20 colgó. La orden era clara, tenía que ir de inmediato a la comisaría, y poco importaba la hora o que estuviesen en pleno invierno y que en la calle hubiese más de metro y medio de nieve. La policía de Ciudad Federal nunca descansaba, y mucho menos los agentes al servicio del comisario RK20. Al fin y al cabo, la gracia de los androides era precisamente esa: que no necesitaban descansar.

Antología: Un viaje a lo desconocidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora