Splendorman (#1)

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- Pues cómo te llamas, niña?- preguntó mientras yo pasaba mis diminutaa manos por los hipnóticos puntos de color de su suave gabardina. Él me cargaba en brazos mientras se abría paso por el sendero que cruzaba el enorme y frondoso bosque, ahora sumido en la negrura.

- Emily Sanders- dije, con voz chillona.

- Y qué edad tienes, Emily Sanders?- volvió a preguntar, curioso.

- Cinco años- dije, mostrando mi mano izquiera abierta con cinco dedos levantados. Me aferré a su traje y metí las manos, en un descuidado, por el cuello del abrigo. Estaba sumamente cálido. Él soltó una risilla.

- Me haces cosquillas, niña- protestó, risueño. Lo miré, atenta. Sus ojos eran muy anormales; grandes, totalmente negros y brillantes. Sonrió, mostrando unos dientes blancos y afilados.

- Lo siento- dije, con mi mano ahora en su rostro. Lo habia dibujado muchas veces desde mis sueños, siempre sintiendo el rugoso papel bajo tacto, preguntándome cómo sería su textura original. Era suave, pero fría... como hielo... o cadáver.

- Emily? Debes saber algo. Mi nombre es Splendorman. Sólo algunos niños son lo suficientemente abiertos para verme... vernos. Pero tú, mi querida niña, puedes. Tienes una mente maravillosa, Emily Sanders, no lo olvides- dijo, revolviendo mi pelo castaño y haciéndome sonreír. Me veía especial.

***

(Once años más tarde)

- Está escapando!- gritó Jessica cuando vio mi pequeño cuerpo deslizarse entre los intercalados barrotes de la ventana del galpón de utilería del gimnasio exterior. Caí pesadamente al suelo, desparramada. Volteé la cabeza y pude ver a las cuatro gigantonas y Jessica corriendo hacia mí. Todos temían a aquellas moles, incluso los muchachos del equipo de soccer. Su trabajo era hacerle la vida imposible a la gente, sobre todo a mí. Y malditas, lo disfrutaban. Yo era blanco perfecto, al ser considerada una friki. Mi cabello era azul, usaba gafas, tenia piercings y un expansor por el cual me arrepentía todos los dias. Era una "puta hipster" como me decían. La gran parte de mis magulladuras eran de sus manos, o pies, o libros que me arrojaban o puertas que me cerraban en la cara. La otra parte era de mi padre, que tanto como Jess y sus amigas, adoraba aporrearme hasta dejarme al borde de la inconsciencia con la envalentonación que le daba el alcohol que consumía desde el día que mamá murió.

- Perra!- gritó Gabrielle, la segunda de Jessica, cayendo sobre mí. Logré escurrirme y volver a correr. Divisé las rejas, justo frente al bosque. Victoria!, pensé y empujé las puertas, cayendo de espaldas. Cerradas?! En serio?! Un par de manos me agarraron de los hombros y vi a Jessica frente a mí. Esbozó una sonrisa de dientes chuecos y amarillos.

- Te atrapé, maldita- dijo, asentándome un cabezazo que me dejó inconsciente de nuevo.

***

Me desperté por un foco incandescente que me iluminaba de lleno. Gabrielle y Bay estaban sentadas a mis costados, Alice y Sam detrás de mí y Jessica delantr mío.

- Así que nos crees estúpidas, eh, Sanders?- preguntó Jessica.

- Te parecemos tan tontas?- cuestionó Bay en su típico tono de cavernícola hambriento.

- No lo somos, asquerosa hipster!- grito Alice.

- Pues no parecen muy listas. El cuarto de utilería de nuevo? Que poco original, pero es de esperarse puesto que tú, Sam, organizas esto y sé que tu cerebro se mosca no puede más- dije, riendo. De todos modos, ya estaba muerta.

Allí arremetieron contra mi. Golpearon mi cara, patearon mi estómago, rompieron mi tabique y también unas costillas. Justo antes de que todo se volviera negro, alguien irrumpió en el cuarto, tomando a mis agresoras y llevándoselas. No había más luz afuera por lo que supuse moriría aquí. Ni un ruido, hasta que escuché los gritos de dolor y miedo. Bien, Sanders, ahora van a matarte. Ya que? Por lo menos, ya estaría en paz.

***

- Te encuentras bien?- preguntó una voz mi bien abrí los ojos. Esto no era un hospital ni nada parecido. Una habitación con paredes anaranjadas y una mullida cama amarillo pastel, olia a fresas el ambiente y un carrito de metal con algodones, alcohol y vendas estaba a mi lado. Alguien estaba curándome. Me volví a agradecerle cuando retrocedí en sorpresa.

Ojos grandes, negros y ahora ojerosos. Piel suave y  tacto fría. Aquella gabardina.

- Bienvenida de nuevo, Emily- dijo, con una sonrisa que nunca mutaba.

- Splendy! Dios, he sufrido tanto sin verte este tiempo- dije, con ira acumulada.

- No se me permitía verte, cariño, teníamos que estar alejados- dijo, tomando mis mejillas. Miré sus labios. No, Ems, contrólate.

- Estuve muy sola, Splendy, todos me odian. Me golpean. Mi vida es un asco- dije, lloriqueando.

- Emily te he extrañado intensidades. Espero lo consientas- dijo, uniendo sus labios a los míos. Era mi primer beso y con la persona más especial del universo para mí. Nos separamos un poco. Él me estrecho fuertemente.

- Gracias- dije, sintiéndome una pequeña de nuevo. Mis manos frotaban su gabardiba.

- Bienvenida a casa, mi querida niña-dijo con dulzura.

Creepypasta (one shot)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora