Slenderman (#1)

2.4K 96 18
                                    

Tenías la gran y absurda costumbre de caminar por el bosque cercano de tu casa cuando había algo que andaba mal en tu vida, cosa que sucedía muy a menudo. Aquella tarde era fría y oscura, el Sol estaba poniéndose para darle paso a la oscuridad acogedora de la noche. 

Caminabas lentamente por el sendero de tierra que te guiaba entre los árboles y arbustos mientras recogías unas diminutas margaritas blancas que crecían a los costados del paso. Las juntabas en un ramo mientras hablabas en voz alta, como ya se te era costumbre. 

- Por qué tengo que seguir soportando esto? No necesito más drama en mi vida. Sólamente espero este último año para largarme de este maldito lugar- gritaste y pateaste una corteza de pino cercana, que golpeó en una roca, produciendo un eco más fuerte de lo que esperaste.

Permaneciste muy quieta y comenzaste a aguzar el oído. Unos murmullos de hojas secas de escuchaban a tu alrededor... casi como si alguien más estuviese allí contigo. Contuviste el aliento y apretaste las margaritas a tu pecho.

- Hay alguien allí?- preguntaste, recibiendo tu propio eco como respuesta. Sin darte por vencida, esperaste un poco más. Sabías que no estabas sola. Te estaban mirando. Muy lentamente, comenzaste a sentir pánico. Oleadas de adrenalina recorrían tu cuerpo, agudizando tus sentidos. La noche comenzaba a cerrarse y pensaste que unas columnas de luz no serían mala idea allí. Tus manos temblaban y tus piernas flaqueaban al querer caminar. Oíste otra respiración casi tan cerca de tí que te paralizaste.

- No deberías estar aquí- escuchaste por fin. 

- Quién eres?- preguntaste, al borde de las lágrimas. Subiste el cierre de tu campera hasta tu cuello y sostuviste más fuerte las margaritas, ahora marchitas. 

- El único que ha escuchado todos y cada uno de tus problemas- dijo una voz masculina grave y profunda. Al escucharlo, oías estática alrededor, como si hablasen muchas personas en esa misma voz. Tu vista empezó a volverse borrosa y pudiste enfocar una figura alta y delgada caminando hacia tí. 

- Me espías- dijiste, mirándolo atentamente. 

- No. Sólo te presto atención- murmuró, acercándose a tí y tomando tu mano. Estaba frío y su piel era un tanto áspera. 

- Gracias- susurraste, poco convencida de estar agradecida con aquél ser. 

- Cómo es tu nombre?- preguntó, tras un minuto de inspección. No poseía facción alguna, sólo relieves que acentuaban su rostro, como unas leves cuencas donde deberían estar sus ojos y su boca. 

- ___ Mitchell- dijiste, ahora menos atemorizada. Era tétrico el hecho de que no tuviese rostro y que casi te doblara la altura, pero podría llegar a considerarse dulce. 

- Me conocen por varios nombres y en todas partes del mundo, pero es un mito toda mi historia. Mi nombre es Slenderman. He observado cada uno de tus movimientos, te he oído y te he sentido desde hace mucho tiempo; sé todo sobre tí. No debes de asustarte, no pienso lastimarte. ___ Mitchell, te conozco aún más que tus amigos. No hay tiempo que perder, mi querida niña. De ahora en más, sabes que no estás sola. Siempre estaré allí para protegerte y, cuando te sientas atemorizada, que sientas que no puedes más, ven al bosque. Cuidaré de tí hasta que estés lista para irte de nuevo- dijo, apretando tu mano y suspirando profundamente. Cerraste los ojos y sentiste su mano desvanecerse.

Volvías al bosque regularmente. A  veces él no se dejaba ver, sólo te contestaba; otras veces siquiera hablaba, aunque tú sabías que él estaba allí, escuchándote atentamente. Sentías su presencia. Cada día que ibas prometías regresar. Poco sabrías que romperías esa promesa

***

A los pocos años, te mudaste. Al alejarte de tus padres y tus hermanos menores en el camión de mudanzas, miraste el bosque, melancólica, al saber que dejarías a Slender. Habías roto el juramento que le habías hecho de pequeña. 

Mientras avanzaban tus estudios, tu carrera y tu vida, olvidaste a Slenderman y todo lo que él había significado para tí. Habías creado una gran relación con ese ente, y hasta habías llegado a pensar que te habías enamorado, pero pronto su recuerdo quedó en el olvido. 

Una noche llegaste agotada. Tiraste las llaves del auto junto con tu bolso por un rincón de tu nuevo departamento, ansiosa por tomar un baño e irte a dormir. El frío era infernal afuera. Tomaste un par de toallas de tu cómoda y entraste a ducharte, lo que duró unos veinte minutos. Al salir afuera envuelto tu cuerpo en una toalla y tu cabello en otra, sentiste el frío polar entrar a tu habitación. La ventana estaba abierta; no recordabas siquiera haberla abierto. Caminaste hacia ella y la cerraste. Al hacerlo, notaste un papel amarillento bajo una rosa roja en el escritorio que tenías bajo la ventana. Tomaste la nota y la abriste, sentándote al borde de tu cama. 

Mi querida niña: es una lástima saber que no he vuelto a verte. Ya han pasado unos diez años desde la última vez que entraste al bosque y prometiste que volverías siempre que tuvieses un problema. Cuando no volví a verte, supe que ya no volverías. Aún sigo protegiéndote, jamás te he olvidado. En los momentos que más has sufrido, he estado a tu lado. Siempre estaré. 

Detrás de tí, alguien tocó tu hombro. Rápidamente, siendo consciente de que habías cerrado la puerta principal, te diste la vuelta, topándote con aquél hombre. Pálido, de traje y alto. Suspiraste, con una sonrisa y avergonzándote de estar con una toalla. 

- Que bueno que tú no me olvidaste- murmuraste, volviendo a sentirte una niña en el bosque. 

Creepypasta (one shot)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora