CAPÍTULO - II

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UNA LLAMADA AL REBAÑO

El pequeño rebaño de aquel Pastor, cada vez se encontraba más disperso.

Lili POV

Estoy convencida de que aun en medio de mi actitud de rebeldía, Dios, con su infinito amor, mentenía un propósito firme en cuanto a mí. Un propósito que NINGÚN ser creado podía ser capaz de distorsionar.

Cada vez que enfrento alguna crisis, mi mente suele nublarse completamente, de manera que, me es imposible percibir con claridad.

Y allí estaba yo; tan triste, tan rota, tan sola y desconsolada, encerrada en mi habitación, en medio de una noche oscura que parecía ser eterna.

Soy un desastre, Lou. – Le escribía entre llantos. – Soy un desastre... He intentado cambiar, pero siempre termino arruinando las cosas. Soy una decepción. No importa cuantas veces lo intente, al final, los resultados siempre son los mismos.

“¿Qué pasó?” – Contestó casi al instante.

Las lágrimas empezaron a rodar nuevamente por mis mejillas.

No es la primera vez que lo intento. Juro que lo he intentado miles y miles de veces. Te juro que lo he intentado. Pensé que lo estaba logrando. Creí que le había encontrado el sentido a mi vida. Pensé que por fin estaba recuperando la felicidad. Me había propuesto empezar desde cero. Y estaba dispuesta a intentarlo... Pero es en vano. Mi vida empieza a perder el sentido nuevamente. Comienza a ocurrir lo que tanto he temido; me estoy hundiendo nuevamente en la depresión. Louris, cariño. Me había costado tanto intentar ser feliz...

“More...” – Contestó. Ambas solemos nombrarnos de esa forma, cariñosamente.

Forcé una sonrisa.

Dios sabe cuántas veces me he propuesto convertirme en la mejor versión de mí. Cuántas veces me he propuesto luchar, y he luchado. Pero es en vano. Siempre termino siendo una decepción. Ya no tengo deseos de continuar. – Y era cierto.

Tardó unos minutos, luego contestó:

Dios ve, reconoce tu esfuerzo, y lo aprecia. Ha observado tus intentos y caídas. No te rindas. Tú sólo sé fiel y continúa, y verás que al final; te será dado al igual que a  Job, Dios te premiará por haber sido fiel.

¿Sabes? Anoche estuve conversando con Dios. Le platiqué muchas cosas, me sentí tan bien porque estaba segura de que Él sí me entendía. De que me estaba escuchando; de que sí me estaba prestando atención.

Te invito a que hagas lo mismo, ¿Por qué no hablas con tu Creador? Puedes ponerle un apodo personal; yo le tengo un apodo, un apodo que me impulsa a dirigirme hacia Él con toda confianza; al platicar con Él siento que estoy platicando con un amigo, y sé que es así.

Ve, platica con tu Creador. Él te va a escuchar; cuéntale todo lo que te sucede.

Y recuerda; si todavía no te sientes bien, es porque todavía, Dios no ha terminado su obra contigo. ”

Ella nunca supo lo que me sucedía, pero es increíble como fue capaz de utilizar las palabras correctas tan perfectamente; pues es el resultado de permitir que Dios nos utilice como vasijas útiles.

Y aquella noche; ella lo hizo.

Definitivamente, quedé sin poder articular ninguna palabra como respuesta.

Tenía tanto tiempo sin siquiera hacer el intento de postrarme para orar.

Increíble.

¿De verdad me había alejado tanto de Dios?

Dios era el único que podía brindarme el consuelo que necesitaba, y me había alejado completamente de Él.

Estaba sola. Me encontraba vulnerable; expuesta a las artimañas del enemigo.

Me había arrastrado tantas veces, y tropezado en tantas ocasiones, porque estaba luchando sola.

Y en ese momento, estaba recibiendo un llamado de parte de Dios; un llamado a luchar de la mano con Él.

Así que no lo dudé ni un instante, y me postré; cerré los ojos e intenté hablar:

Padre... Hoy me rindo a tus pies... Estoy tan destrozada, me siento tan cansada... y admito que sola no puedo. Señor... Perdóname... Perdóname por haberme alejado de ti. Perdóname por darte la espalda. Por dejarte de lado en cada una de mis luchas. Perdóname por ser tan...  Oh, Padre... Te ruego... Perdóname. – Una vez más experimenté aquel nudo en mi garganta. Sentía un dolor inmenso en el pecho. Las lágrimas no cesaban. – Ya... Ya no quiero luchar sola. Quiero luchar de la mano contigo. – En ese momento mi voz se quebró por completo. Tenía tantas cosas por decir, pero el llanto me impedía expresarlas. Así que incliné el rostro aun más, y me permití llorar todo lo necesario.

Estoy segura de que aunque no pude articular todas las palabras que tenía por decir; Dios leyó cada una de mis lágrimas, por lo cual no fue necesario decirle una palabra más.

Entonces entendí que era un rebaño perdido, por el cual, su Pastor, exigía regreso.

{Sólo en los brazos de tu fiel Pastor encontrarás amor, consuelo, refugio y completa Paz}

SIN FRONTERASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora