Capítulo 27

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Kageyama estaba en la misma posición que antes, su cuerpo había dejado de doler en una mínima cantidad, el no haberse movido por un largo tiempo había ayudado en eso.

Sus ojos estaban en el suelo de madera, sus pensamientos divagan por cualquier parte, preguntándose si alguna vez podrá ser libre realmente.

Sus ojos se posaron en sus alas, evaluando el daño que había en ellas. Su rostro se deformó en una mueca al ver las heridas y costras en ellas, pero un pequeño rayo de esperanza pasó por su mente al ver los pequeños brotes comenzar a crecer, sus plumas crecerían en unas cuantas semanas, así podría volver a volar.

Unas cuantas lágrimas aparecieron en sus ojos al recordar ese pensamiento, lo que antes parecía ser una simple fantasía estaba más que cerca. Sus lágrimas cayeron de sus ojos al pensar en el viento abrazando su cuerpo con fuerza, sus alas elevándose por las nubes con fuerza y velocidad, los árboles que se veían tan lejanos a su posición, como si nunca pudiese volver a tocar el suelo; la sensación de esa libertad, sin cadenas que lo retuvieran en su lugar, o siquiera el miedo que arrasaba su cuerpo a cada momento.

Esos pensamientos fueron dejados de lado al escuchar la puerta siendo abierta con lentitud, como si no quisieran que él notara lo que hacían.

Estaba por ponerse de pie de un salto, pero entonces sus ojos se abrieron con sorpresa al ver lo que había en la puerta.

Era un cuenco de madera lleno de un líquido humeante, a su lado había un vaso y un par de fruta. La puerta se había cerrado con cuidado y sin ningún rastro de que alguien tuviera intenciones de entrar.

Kageyama miró el cuenco confundido y con un poco de desconfianza.

No comeré nada de lo que me den, puede tener algo.

En ese momento su estómago rugió con fuerza reclamando la comida que estaba frente a la puerta, solo a unos cuantos metros de su posición.

El pelinegro llevó sus manos a su estómago y miró el cuenco humeante con los ojos llenos de deseo y un poco de baba saliendo de su boca... Kageyama chasqueó la lengua y apartó su mirada con dificultad.

Cuando el olor de la comida comenzó a llegar a su posición su determinación a dejar el cuenco de comida en su lugar comenzó a flaquear.

Supongo que... probar no hará daño.

Cuando hizo el mínimo movimiento su cuerpo se resintió y siseó de dolor, se mordió la lengua y comenzó a gatear hasta el lugar en donde estaba ese cuenco que olía bastante bien. Quizá demasiado como para ser verdad.

Su boca se hizo agua al ver el contenido. El olor hacía que su estómago rugiera con ganas e incluso comenzó a doler un poco. Tomó lentamente el cuenco de madera en sus manos, sintiendo cómo estas se calentaban por el líquido en su interior. Tomó una el pequeño palo con una punta grande y redondeada que había sobresaliendo del plato, preguntándose qué era esa cosa.

La dejó a un lado al no saber la razón de aquel objeto y olisqueó lo que había dentro, cerró sus ojos al oler esa cosa tan deliciosa que estaba entre sus manos.

Dio un pequeño sorbo para verificar que no tuviese nada raro, esperó un momento y al no tener una extraña reacción se sintió profundamente feliz dando un gran trago. Sus ojos se abrieron y todo lo que había tomado en ese momento fue escupido por su boca seguido de una tos bastante escandalosa.

Su lengua punzaba y la sentía muy caliente, unas pequeñas lágrimas salieron de sus ojos y frunció el ceño.

─ Estaba muy caliente ─ dijo en un pequeño susurro contemplando el cuenco entre sus manos, que ahora solo conservaba la mitad de lo que había antes.

Bajo el calor de tus alas [Kagehina]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora