Capítulo 39

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Ya pasó una semana desde que Tobio y yo comenzamos el entrenamiento para que pudiera volar de nuevo. Hasta ahora no ha sido capaz de elevarse más de 2 metros, pero cada vez veo cómo en sus ojos su brillo se intensifica tanto como si fueran dos zafiros los que tiene en el rostro.

Amo ver ese hermoso brillo en ellos, como si por un momento olvidara todo lo que había pasado en el mundo humano, aunque sé que eso es imposible, solo es necesario ver las cicatrices de su cuerpo para darse cuenta de que aún seguía herido por dentro, pero yo estoy más que dispuesta a ayudarlo.

La flor que me dio aquel día antes de regresar a la cabaña no había dejado caer ningún pétalo, aunque a simple vista parecía que se desvanecería si alguien la tocara.

La pelinaranja miró la hermosa flor que Tobio le había dado aquel día y que ahora reposaba en un jarrón con agua para mantenerse viva. El hermoso color naranja parecía no querer desprenderse de sus pétalos. Entonces Hinata sonrió con un ligero calor instalándose en sus mejillas, su mirada volvió al papel en donde siguió escribiendo con ganas, como si sus manos no pudieran alcanzar la rapidez con la que sus pensamientos fluían por su cabeza.

Quizá debería estar agradecida de que las personas del pueblo no hayan dicho nada referente a él, o al menos mientras yo pueda oírlos, sé que a veces pueden ser un poco crueles, especialmente porque la aldea no es muy grande.

Ahora estoy en casa, Daichi me pidió que regresara a casa por esa noche, dijo algo sobre que debía pasar más tiempo en casa con mamá y Natsu, aunque ellas visitaban a Tobio a menudo para darle comida y hablar con ellas.

Parecía que Tobio aún no recordaba a mamá, pero no había tenido muchos problemas para aceptar que ella entrara a la habitación, eso me hizo feliz.

─ ¡Shoyo! ─. La voz de su madre hizo que la pelinaranja levantara su vista del papel. Con una sonrisa dejó el pequeño lápiz entre las hojas de su cuaderno en donde había registrado todo desde que el ojiazul había vuelto.

Quizá era una manera de desprenderse de varios de sus sentimientos, quizá era porque quería guardar todo lo que su corazón sentía y su boca no tenía el valor para decir. Pero podía decir con seguridad que la hacía sentir ligera como una bola de algodón viajando con el viento.

Shoyo se apresuró a salir de su habitación para toparse a su mamá sirviendo los platos en la mesa. Natsu comía con ganas la avena caliente que su mamá había puesto frente a ella hace unos cuantos segundos.

La mayor sonrió para sentarse al mismo tiempo que su mamá, ambas juntaron sus manos y agradecieron por la comida antes de llevar la primera cucharada a sus bocas.

─ ¿Cómo va Tobio con los entrenamientos? ─ La pregunta de su madre obligó a Hinata a que tragara el bocado que tenía en la boca.

─ Ha estado avanzado mucho, me sorprende la iniciativa que tiene ─. Shoyo se llevó otra cucharada de avena a la boca, dejando que el sabor dulce llegara hasta lo más profundo de su boca.

─ ¿Han vuelto a ver al ciervo blanco? ─. La mayor volvió su vista a Natsu, quien la miraba expectante.

La pelinaranja negó con la cabeza haciendo que Natsu volviera su vista al plato frente ella. Sus pequeños ojos apagados le recordaban a la mirada perdida de Kageyama cuando tenían que irse después de esperar por 10 minutos al ciervo que tantas ganas tenía de ver.

─ Pero estoy segura de que lo volveremos a ver algún día ─. Las palabras de Shoyo hicieron sonreír a Natsu de nuevo haciendo que la mayor se sintiera orgullosa de poder poner una sonrisa en el rostro de su hermana.

Bajo el calor de tus alas [Kagehina]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora