Capítulo 8

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Con la luz de la luna iluminando tenuemente el páramo, Hinata volaba en silencio sobre la espesura de los árboles cubriendo cada extensión de tierra bajo sus pies.

Se dirigía a la casa del jefe Sawamura.

Sus ojos hinchados y enrojecidos por las lágrimas se sentían pesados, su cuerpo parecía querer posarse en cualquier parte para poder dormir un poco; sin embargo, sus alas eran las que la mantenían en el aire de manera segura, sentía sus músculos contraerse haciendo lo necesario para no dejarla caer.

A la lejanía pudo distinguir las antorchas en los árboles, dándole una señal de que había llegado a su hogar. Las personas que habían estado allí por la tarde habían regresado a sus hogares. Todo estaba en silencio, lo único que podía escuchar era el crepitar del fuego.

Aterrizó como pudo en la rama frente a la puerta de la imponente casa de la familia Sawamura.

Antes de que pudiera abrir la puerta, esta fue abierta de manera violenta dejando ver a su madre preocupada, sus ojos hinchados delataban que había estado llorando durante todo este tiempo.

─ Shoyo... ─ su madre apenas pudo pronunciar esas palabras, las lágrimas se asomaron de nuevo, cayendo por su rostro. Se abalanzó sobre su hija de manera desesperada.

De pronto otra persona se unió al abrazo, Shoyo levantó su mirada para poder ver de quién se trataba y abrió sus ojos al ver a su padre cubriendo a ambas con sus brazos.

─ Mi pequeña... ─ la voz de su padre temblaba, algo que la pelinaranja no sabía si se debía a la furia o a las lágrimas que comenzaban a salir de sus ojos ─ Lamento que hayas tenido que pasar por eso.

La pelinaranja sintió sus ojos acuosos una vez más. Sus dientes se apretaron al igual que sus puños, estaba intentando contener las lágrimas, lágrimas que había prometido que se quedarían en su lugar; esa era su manera de asegurar que Tobio no estaba muerto, las lágrimas sólo eran para las personas muertas.

Pero el recuerdo de los cadáveres tendidos en el suelo hacían que su estómago se removiera con fuerza, y con esa imagen en mente las lágrimas se precipitaron por sus mejillas una vez más.

─ Vamos a casa ─ dijo su padre tomando a la pelinaranja en brazos, permitiéndole llorar en su hombro.

Después de un pequeño intercambio de palabras entre ambas familias, la familia Hinata se dirigió en silencio hasta su casa.

Una vez estando dentro de su casa, Shoyo saltó de los brazos de su padre para poder correr hasta su habitación, a la que le puso pestillo para luego acomodarse en la cama.

Abrazó una de sus almohadas y mantuvo su vista en un punto fijo de la habitación, intentando quitar esas imágenes de su mente, algo que no dio resultado.

Cada vez que sentía sus ojos cerrarse la imagen de los cuerpos sin vida de los padres de Tobio la hacían abrir sus ojos de manera involuntaria.

Las imágenes invadieron su mente durante toda la noche, momentos en los que se permitió llorar a solas. Intentaba acallar sus sollozos con el dorso de su mano, intentando llorar en silencio para no despertar a sus padres. Lo que ella no sabía era que sus padres tampoco habían logrado dormir.

El pensamiento de sus amigos muertos y el que su hija hubiese tenido que vivir ese momento los había mantenido despiertos a ambos, quienes guardaron silencio durante toda la noche en honor a sus amigos caídos.

Kageyama no pudo dormir durante toda la noche. Los ruidos de las personas se habían apaciguado después de lo que parecían ser horas.

El frío lo hacía tiritar ligeramente, sus alas ayudaban un poco a mantener el calor, pero perdió muchas plumas a manos de esos desgraciados, lo que le robaba la calidez que necesitaba en esos momentos.

Bajo el calor de tus alas [Kagehina]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora