37. El Ataque De Los Tigres

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(Pv Ali)

—¡Dai!

—¿Qué quieres, anciano?

Ese mocoso entró en el despacho con tanta arrogancia que me enojé más al verlo.

—Tu dichoso ataque sorpresa no fue tan "sorpresivo" —le dije mostrándole los libreros del despacho, vacíos —. Toda la información del rey, los libros de cuenta y los proyectos planeados no están.

Mi sobrino miró los estantes y apretó los labios, pero luego se encogió de hombros

—Tampoco es que importe—dijo encogiéndose de hombros —. Cuando vendamos este trozo de basura a los de Egipto no servirán de nada los proyectos que tenían preparados.

—Dai—lo miré enojado —. Tu idea de vender a Oluwa me parece absurda, siempre te lo dije pero tú pareces tener otras ideas.

—Claro que sí —aseguró —. ¿Quién querría vivir en el maldito país aislado del mundo, sin suficiente agua y teniendo que esperar a que llegue comida en aviones porque apenas se puede cosechar algo en esta tierra muerta? Odio este país, odio todo lo que tenga que ver con sus asquerosas costumbres, el sexo desenfrenado no es más que una excusa para hacer aberraciones entre dos hombres o mujeres. Quiero que este asqueroso país desaparezca de una vez por todas.

—...Mañana van a venir los miembros de la Nobleza y los ancianos del consejo —le recordé —. Pero te lo advierto, ellos no van a perder sus privilegios como miembros de la clase Alta, y si este plan falla te advierto que todos van a negar que te dieron las armas que usaste para amenazar al pueblo.

—A ver viejo—gruñó furioso colocándose a pocos centímetros de mí —. ¡Tenemos el control de este maldito país! ¡No va a venir otro a intervenir porque gracias a las leyes mundiales no pueden invadirnos por ninguna circunstancia! ¡El pueblo no tiene ningún arma contra nosotros! ¡Los muertos de hambre de los bordes del país están vigilando los accesos! ¡Los presos están de nuestro lado! ¡¿Cómo según tú alguien va a oponerse a nosotros?!

Me alejé de él y miré por la ventana

—La idea era simplemente matar a los miembros de la familia Real —le recordé —. El país caería por sus propios cimientos sin que tuviéramos que mover un sólo dedo, pero trajiste a esos asesinos del corredor de la muerte y les diste armas a los delincuentes de la ciudad, esto será una masacre absoluta y todavía quieres darle Oluwa a los Egipcios —lo miré furioso—. ¡No estás usando la cabeza, idiota! ¡Te lo advertí cientos de veces! ¡No subestimes a la familia Real! ¡Estás cometiendo el mismo error que yo cuando tenía tu edad!

—¡Esos asquerosos maricones ni siquiera son la auténtica familia real! —gritó antes de darle un golpe al escritorio.

Tomé la única carpeta que estaba dentro del cajón y se lo mostré, eran una serie de pruebas de ADN y genealógicas que mostraban todos los árboles familiares del Rey y todos los príncipes.

—Dejaron esta información para echarnos en cara con quién nos metíamos—le dije—. Todo esto se organizó demasiado bien como para tomarlos por sorpresa—me miró confundido —. Estoy seguro que hay un traidor en nuestro grupo, y lo más importante es que Lúa no está por ninguna parte; con ella viva y la primera posibilidad, me temo que ambos bandos van a enfrentarse.

Furioso rompió los papeles gritando y echandomelos a la cara.

—¡Deja de sobreestimar a esa mujer! —me gritó —. Aunque esos principitos logren entrar al país, morirán a manos de los asesinos más dementes del país, incluso ese bastardo tuyo, Liam, está viniendo para acá ¡¿Qué crees que van a hacer esos niños de mami?!

El Príncipe y El Esclavo 2. Mi Eterno EnamoradoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora