El pequeño goblin, por fin se libró de aquellos huargos que lo perseguían, los había despistado al entrar en la cueva. Esperó unos minutos tas dejar de escuchar sus rugidos y ladridos, hasta asegurarse de que ya estaban bien lejos. <<¡Malditos humanos, tan solo quería algo de comida, no quería hacer daño a nadie! El puñal clavado en el trasero de aquel mercader fue por accidente, confundí su pandero con una calabaza y quería una porción. ¡Mal educado! No aceptaba mis perdones... En fin, supongo que es hora de volver con los dem...>> Pensaba el pielvierde mientras sintió, repentinamente, la necesidad de explorar aquella cueva, había algo en ella que llamaba su atención y lo invitaba a pasar. No pudo resistir la tentación y, sin más, entró.
Tras la entrada a la cueva, esta se derrumbó de manera que tapió por completo la entrada, toda posibilidad de retirada quedó totalmente anulada. Tan solo le quedaba la opción de avanzar por aquella oscura y húmeda cueva, repleta de telarañas y cadáveres, ahora que podía verlos gracias a que sus ojos de goblin se habían adaptado a la oscuridad. Rezaba por encontrar otra salida y no morir allí, como otras veces antes habían hecho sus antepasados. Se aferraba a las leyendas que contaban en la tribu, cómo muchos goblins se habían perdido en cuevas inmensas, pensando que iban a morir y, finalmente, encontraban el mayor de los tesoros, aventuras, diversión y, sobre todo, un lugar apacible donde montar una nueva tribu. Aquello que empezaba como algo horrible, muchas veces podía convertirse en la mejor de las recompensas... No dejaba de pensarlo, era eso o dejarse paralizar por el miedo a morir allí olvidado.
Pero pronto, todas esas esperanzas, empezaron a marchitarse: tan solo veía un camino por el que avanzar y, al final del camino, podía escucharse el poderoso y temible rugido de una bestia, seguido de una peste comparable a la de mil cadáveres en descomposición. Pero, sin más remedio, avanzó cuidadosamente por ese pedregoso lugar. Avanzó y avanzó, sin descansar, por lo menos treinta minutos, cuando, de repente, empezó a vislumbrar una figura humanoide al final de este. Por suerte para él, parecía otro pielverde.
Llegó a una estancia, igualmente de piedra y sin refinar, muy amplia y circular. En el centro de esta se estaba bañando un enorme ogro verde, parecía que el agua en el que estaba a medio sumergir era más bien pútrida, incluso había algunos cadáveres en ella. ¿Quizá eran restos de su comida en descomposición? Bien es sabido, que entre pieles verdes hay respeto y camaradería, pero... Los goblins son una excepción, siempre son maltratados. Por lo que trató de rodear, sigilosamente, esa charca putrefacta y tomar el primer camino que encontró. Por desgracia para él, parecía que el suelo estaba pegajoso, muy pegajoso. Cuando paró a mirarse los pies, los encontró enmarañados en extrañas y asquerosas... ¿Telarañas? Era el concepto más parecido al que su mente podía recurrir para explicar lo que estaba pisando en ese momento. Lo cierto, es que tenían más parecido a entrañas de animales esparcidas por el suelo, tan descompuestas que daban el aspecto de telerañas. Por culpa de eso, sus pasos fueron de todo menos silenciosos, creía que advertiría a aquel ogro y, sin duda, este lo atacaría y lo devoraría pero, para su sorpresa, quien reaccionó no fue aquel horrendo ser, sino que de uno de los agujeros que había en aquellas paredes rocosas, emergió un enorme gusano cubierto de extraños pinchos mirando al pequeño goblin con sus múltiples ojos, con una actitud muy amenazante mientras siseaba.
El goblin entró en pánico, su vida estaba acabada, por un lado tenía al ogro, por el otro a esta extraña bestia a punto de atacarle. Rezó a todos los dioses que conocía, cuando la bestia se dispuso a atacar, el pequeñajo cerró los ojos aceptando su muerte. Pero el ataque, nunca llegó. Cuando abrió los ojos, se encontró ante tres enormes trols, uno de los cuales había capturado a aquel ser y se lo estaba comiendo vivo. Si los ogros ya daban miedo, los trols estaban a otro nivel. Aquel que se estaba comiendo al gusano, se quedó mirando a Eldrick, los otros dos corrieron hacia aquellas apestosas aguas y saltaron de bomba. Eso produjo una enorme salpicadura, que hizo que apartara la mirada del goblin aquel gigantesco ser, momento que aprovechó el pequeño pielverde para correr entre sus piernas y escabullirse del lugar, dejando atrás a aquellos seres que en aquel momento se estaban riendo a pleno pulmón, parecían grandes amigos, puede que incluso familia. Un trozo de aquel gusano cayó al lado suyo, parecía que el trol que se había fijado en él lo estaba persiguiendo, por suerte pudo colarse a tiempo en un agujero en el que le era imposible acceder al monstruo.
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Las crónicas de Eldrick el goblin
FantastikAventuras de nuestro querido protagonista Eldrick el goblin, construidas junto a mis fieles pieles verdes, los espectadores de mi canal de Twitch de una forma... Curiosa^^