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『𝕐 𝕥𝕖 𝕒𝕗𝕖𝕣𝕣𝕒𝕤 𝕔𝕠𝕟 𝕗𝕦𝕖𝕣𝕫𝕒 𝕒 𝕝𝕒 𝕖𝕤𝕡𝕖𝕣𝕒𝕟𝕫𝕒』

『𝕐 𝕥𝕖 𝕒𝕗𝕖𝕣𝕣𝕒𝕤 𝕔𝕠𝕟 𝕗𝕦𝕖𝕣𝕫𝕒 𝕒 𝕝𝕒 𝕖𝕤𝕡𝕖𝕣𝕒𝕟𝕫𝕒』

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Dimensión B01


El cristal atravesado por instrumentos neonatales era cálido al toque debido al calor necesario para su hijo que se acumulaba dentro, pero a Sakura seguía dejándole la palma de la mano como si hubiese tocado hielo; era incómodo, especialmente porque la separaba de su hijo. Era su bebé, y anhelaba cargarlo, acariciar su cabecita y depositar después un beso en su frente; deseaba tomar sus manitas y acurrucarlo en su pecho; quería protegerlo de todo mal, sin una barrera entre ellos.

Con una opresión en el pecho retiró su mano cuando la enfermera entró para avisarle que debía retirarse. Se levantó de la silla a un lado de la incubadora, acomodó sus ropas y salió de ahí, rumbo a su oficina.

En realidad, aún no debería estar trabajando; su ex maestra se encargaba de la mayoría de asuntos por ahora y su tarea asignada era estrictamente estar descansando, pero su larga vida como kunoichi, más el Byakugou, la ayudaron a recuperarse antes —a medias, claro, pero no había necesidad de mencionarlo—, además, demasiados shinobis llegaban heridos como para desperdiciar un par de manos con experiencia. Si no podía asistir en cirugías o tratamientos, al menos se sencargaría de otros asuntos. De todos modos, tampoco se iba a descuidar, tenía ahora dos hijos y los tenía como prioridades, aun si Sarada no estaba cerca.

Suspiró, como por doceava vez en el día, mientras se sentaba en la silla del escritorio una vez en su oficina. Recargó los codos en la mesa y talló sus sienes, atrapando algunas hebras entre sus dedos. Sarada, su hija que ahora estaba perdida, capaz y fuerte, pero en peligro, aunque Sasuke ya estaba buscándola. Sasuke, su esposo, el hombre de ojos onix de quien ya no sabía cómo sentirse.

—¡Sabía que estabas aquí, frente de marquesina! —exclamó alguien, azotando la puerta, para después entrar—. Por kami, ¿puedes dejar de ser tan terca por una vez en tu vida?

Ni siquiera tuvo que alzar la vista para saber quién era. Reconocería su voz donde fuera.

—Cuando dejes de ser tan tú, quizá, pero dudo que pase pronto, Ino-cerda— respondió, alzando por fin la vista. Ino se sentó en la silla frente al escritorio, con el ceño un poco arrugado por el sol que entraba por la ventana a su lado.

Ino exhaló, toda la diversión y reclamo desapareciendo—Deberías estar descansando.

La miró, lucía exhausta, como aquellos tiempos en los que se quedaban hasta tarde estudiando o durante la guerra, donde todos seguían a base de pura fuerza de voluntad.

—Las cosas están mal, Ino,  no puedo simplemente...descansar

— Ya sé —Sus manos jugaron con su falda.—, mandaron a Inojin y su equipo a Suna, y los heridos aumentaron. No sabemos quiénes son, ni que quieren —Hizo una pausa, como si el pensamiento de lo que iba a decir le pesara.—. Corren los rumores de que son los sucesores de Akatsuki.

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