Caía la noche en Santa Cruz, la fresca brisa acariciaba los rostros de los dos jóvenes. Ocupaban la mesa de un restaurante de comida china en la terraza de un segundo piso.
—Mañana debo tomar el primer vuelo a La Paz —. Anunció Carla mientras degustaba su plato.
—Carlita...,te conozco desde cinco años atrás y ahora siento como si te conociera de toda la vida.. —. Su voz se desvaneció en la fresca brisa nocturna, por unos instantes no supo que decir, sus pensamientos se enfrascaron en morbosas ideas; veiase así mismo buscando sus labios, besandola apasionadamente, precionando sus caderas y adhiriendola a su cuerpo. «¡Es una locura!», pensó «¿Cómo puedo tener esos bajos deseos hacia mi amiga?», pero no, su imaginación continuo, se vio desnudo sobre el también ardiente cuerpo desnudo de Carla, blanco y suave, tomando sus senos con la boca, mordisqueando golozamente los pezones y luego despacio, entrando en ella poco a poco, con torpe ímpetu terminando, eyaculando dentro.
—¡Saul! ¿Estás ahí? —. Carla movía ambas manos frente al rostro del joven escritor.
—!Que!, ah, Carlita —. Entonces comprendió que aquello no podía tener futuro, era injusto y egoísta lastimar los sentimientos de su mejor amiga, después de todo no estaba enamorado de Carla y temió que en vez de madurar pudiese caer en el círculo vicioso del típico mujeriego, ése personaje que despreciaba por lo que era; un aprovechador y un abusador.
—Es que me miraste como si estuvieras a punto de saltar sobre mi, ¿que te pasa Saul!?, me decías que me conocías de toda la vida y...
—. Disculpa Carlita, solo trataba de ser cordial —. Mintió, suspirando como un derrotado, ella lo miró extrañada y siguió comiendo. Entonces Saul reparó en su plato, aún no lo había probado, no tenía apetito, picoteo la presa de pollo con el tenedor, la porción de arroz al vapor se veía blanca y limpia pero a su lado estaba el cerdo menudeado y frito con judias verdes sin aceite, cargado de pimientos rojos y con fuerte olor a ajo y especias. Carla había terminado de comer. Era admirable, comía mucho y sin embargo su esbelta figura jamás se resentia. Además por la tarde comieron pacumutos, trozos cúbicos de carne roja asada a fuego de leña, yuca y arroz con queso, más su ensalada de lechuga con tomate y cebolla, pero Carla aún tenía hambre y se comió su plato favorito, pollo kun-pao.
Al otro día los dos amigos se encontraban en el aeropuerto. Está vez más burlaron a los periodistas.
—Por favor Saul regresa pronto, a más tardar tienes un par de días, los libreros chilenos protestan porque no estarás en la presentación de la novela —. El asentia en silencio moviendo la cabeza, sonriendo, dando la sensación de no tener importancia alguna, Carla se calló unos segundos y sonrió; fue una de esas tiernas sonrisas de las que disfrutaba siempre, le sugestionaba la curvatura de sus labios, pero aquel no era el momento para esas cosas. Carlita debía viajar a la editorial en La Paz para gestionar la inmediata publicación del libro de cuentos de Oscar. Arreglandole maternalmente el cuello de la camisa le dio un suave beso en la mejilla y antes de subir al avión le advirtió que no conceda ninguna entrevista.
Momentos después de que el avión despegara Saul conducía por la carretera, se detubo un momento y comenzó a recordar todo lo que le había sucedido en el transcurso de los ocho días que estaba en Santa Cruz. Decididamente nada positivo. En primer lugar estaba su padre, le preocupaba aunque no lo hubiera demostrado, lo sentía desde el fondo de su corazón. La pérdida de su virginidad no tenía importancia, le inquietaba cómo lo hizo, borracho y descorazonado, jamás pensó que todo esto sería el resultado de un encaprichamiento; ¿la amaba?, aún dudaba,«pero claro, con un corazón enamorado no se discute», siguió pensando, «después de todo ella no era para mí», suspiro hondo, la extrañaba, aunque con menos intensidad, recordó sus besos dulces y apacionados que le diera tres días atrás, «Roxana, Roxana», susurró, «si me hubieras aceptado ¿como serian mis días?, es que comprendió que quizás hubiese sido un error si las cosas se hubieran dado de otra manera, felizmente nada llegó a mayores, no perdió gran cosa, sólo su dignidad, sonrió. A continuación encendió el motor, soltó el embrague, pisó el acelerador y salió en primera rumbo al hotel, pero se acordó de los periodistas; quizás su representante le sugirió que no diera ninguna conferencia de prensa o entrevistas, pero el podía desobedecer, después de todo era su jefe.
Se estaciono a un lado de la carretera. Intentó poner orden en su agenda, tenía dos o tres días para terminar la historia que le dictaba su padre antes de viajar a Santiago, «seguramente en el hotel ya notaron mi ausencia», pensó, «pero primero veré a papá», concluyó volviendo al asfalto y arrancando vertiginosamente.
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Mientras tanto en el avión Carla meditaba, algo le pasaba a Saul, después de todo lo conocía tan bien, acaso no vivieron juntos emocionantes momentos; como aquella ocasión cuando debía decir algunas palabras sobre la novela que se presentaba en la embajada boliviana en Lima, la editorial recién sé estableció en el país vecino y era obvio, el discurso del escritor y presidente de la casa editora era algo más que obligatorio. Cuando Saul tomó el micrófono y comenzó a disertar, todo parecía normal, sin embargo al rato, como después él le contaría a ella, repentinamente sintió mareos y nauseas lo que le obligó a disculparse apenas con un hilo de voz, comentando con palabras al azar que quizás su estómago se resintió por comer muy temprano seviche de pescado (que se lo come crudo, bañado en limón y fuertemente encebollado). Al día siguiente recibió un enorme ramillete de flores con la tarjeta del canciller disculpándose por la impertinencia de los pescados peruanos al provocar posiblemente el malestar del célebre escritor boliviano. Esta anécdota jamás fue de conocimiento público, a excepción de Saul, Carlita y él propio diplomático que seguramente estaba en la embajada por conocer a su autor favorito.
Por un instante las largas piernas de la asistente de vuelo lograron sacarle de sus recuerdos, pidió un whisky en las rocas. Miró por la ventana, solamente segundos atrás la nave despegó y comenzaba a tomar altura. Sintió nostalgia por los buenos tiempos, dejando escapar un tremulo suspiro mientras se le hace un nudo en la garganta cuando se le contrabandea en la memoria el momento luminoso : Cuando lo conoció jamás pensó que se sentiría atraída por él, acababa de cumplir veintiún años y también se recibía de abogada en una universidad privada, estaba soltera y sin compromiso serio. Su padre los presentó en una reunión social, días después de que Saul recibiera el diploma y el cheque de manos del ministro de Cultura, apenas conversaron aquella vez. Dos años después se enteró de que Saul nuevamente ganó un concurso literario y está vez internacional, su rostro estaba en todas partes, periódicos, revistas, televisión, etc. Ella personalmente fue a visitarlo, por aquel entonces Saul vivía modestamente junto a su padre. Allí conoció al pastor y supo que Saul profesaba la misma fe que su padre le había inculcado, pero que ella rechazaba alegando motivos históricos y científicos. El descubrimiento no despertó mayores comentarios en ella, sin embargo algún tiempo después de cultivar una amistad pura y abierta; fue ella misma quien motivó en el las dudas sobre su religión y el cristianismo en conjunto. Le leyó algunas de sus investigaciones y le prestó varios de sus libros. Fue cuando Saul comenzó a cuestionar a Dios, se vio invadido por el poderoso deseo de saber más sobre el maestro, ¿que ocurrió en su adolescencia y parte de su juventud?, y la resurrección, luego ¿es posible?, quizo saber más e investigó por su cuenta. La autoridad de la biblia perdió su valor, ahora la cuestionaba, dejó de leerla y de orar, había llegado a un estado de cansancio mental que sobrepasó sus límites, entonces se propuso así mismo una tregua, un alto a todo lo que es espiritual y devocional, así lo comentó con Carla.
De esto hacía un año, nunca más le escuchó hablar de Dios o la religión, al parecer su vida sufrió un cambio radical al ver como se derrumbaban sus creencias. Carla pensaba que tal vez fue su culpa, pues no había respetado su derecho a creer en lo que su conciencia le dictaba, fue como un labado de cerebro que cambió todo su horizonte. En efecto así era, pero eso ya era irremediable, ¿O tal vez no?, se preguntó.
—Su bebida señorita —. La delgada voz de la azafata la devolvió a la realidad.
—Gracias —. Respondió algo turbada. La asistente de vuelo se retiró. Carla bebió su trago y contemplo en silencio el celeste horizonte a través de la ventanilla. Su compañero de viaje dormía plácidamente. En avión emergió por encima de las nubes, en un firmamento perfectamente azul.
El sol era una enorme bola amarilla en el horizonte.
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Repentinamente Saul pensó en Roxana, su casa estaba a pocas cuadras del templo evangélico, era inevitable pasar por esa calle. Parqueo el carro a pocos metros de la vivienda. «¿Que estará haciendo», se preguntó, se apeó en la calzada y camino despacio hasta detenerse frente al portón de entrada, hizo sombra con la mano sobre los ojos tratando de ver a alguien, precisamente ella pasaba por el patio rumbo al sanitario y entonces lo vio, corrió hacia el.
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En vísperas de la muerte de un gran amor (completo) ✔️
Non-FictionUn exitoso escritor descubre su verdadero origen a través de una obsecionante historia amorosa. Un relato donde la falsedad, traición y violencia de la iglesia evangélica nos descubre pasmosas revelaciones que desvelan hasta la última página nuevas...