Típico, no te soporto pero me enamoro de ti.

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Kenneth todavía no se explicaba como carajos había aceptado la invitación del idiota promiscuo tres noches atrás.

Pero ahí estaba él, arreglado lo mejor que su apretado presupuesto le permitía. A pesar de tener la dignidad de una reina, Kenneth no podía dejar de sentirse algo intimidado al saber que saldría con Gustavo Monforte, el mismo sujeto que en una revista social se le relacionaba sentimentalmente con Adrián Gastelum, el cuñado del futuro presidente.

La fotografía mostraba a Adrián dando un beso en el cuello a un sonriente y juguetón Gustavo, la revista señalaba que era la tercera vez en menos de cuatro días que se les veía juntos.

Kenneth estaba consciente de la fama de Gustavo, y a pesar de que el hombre en realidad le parecía jodidamente atractivo, también sabía que era peligroso permitirse ser el juguete de él.

Bastante sufrimiento tuvo en el pasado, todo propinado por gente que debió amarlo.

El sonido de un claxon lo hizo despertar de su sueño, así que tomó su bandolera y se la cruzó al cuerpo, y salió solo para encontrarse con un muy atractivo Gustavo vestido a la última moda, con ropas que eran obviamente más caras que los órganos internos de Kennet.

Sintiéndose el pobre ceniciento, Kennet se acercó hasta el flamante deportivo.

Gustavo observó al sencillo muchacho, su mirada insegura, la forma en la que su blanca mano se aferraba al tirante de su desgastada bandolera, los tenis viejos pero limpios, el rostro pecoso, los ojos verdes y el cabello brillante y rojo.

Gustavo admitía que el muchacho era atractivo y eso le sorprendía bastante.

Pero le gustó ver como el sol se reflejaba en aquel cabello, —¿se sentirá tan suave como parece?, Gustavo casi se golpea en el volante por tener esa sorprendente curiosidad, —Buenas tardes Kenny, Kenneth sonrió al escuchar el saludó, — hola, buenas tardes.

—Vamos a la plaza del norte, Kennet nunca en sus tres años de residir en la ciudad se había podido permitir una entrada siquiera en el costoso lugar.

—Mmmm, bueno no tengo mucho dinero, el suave rubor hizo sentir ternura, el muchacho no trataba de impresionarlo, es más, ni siquiera era consciente de lo lindo y simple que era.

—No se te olvide que yo invité, Kenneth deseaba sentirse aliviado, pero la lógica le llevaba a dudar. Y es que en el mundo real, los hombres

como Gustavo no salen con tipos tan simples como él, a menos que estos tuvieran una intención escondida y Kenneth quería salir de la duda.

—¿Por qué me invitaste a salir?, Gustavo manejaba el costoso auto deportivo y por la expresión de Kenneth intuía que este jamás se había subido a uno.

—Porque quiero, oye niño, Gustavo se empezaba a sentir incómodo y deshonesto.

Ese joven hombre de apariencia no tan agraciada según sus banales estándares hacía en él desear estar a su altura, pues ni con todas sus conexiones y brillante carrera se sentía impresionante para Kenneth. Eso era raro pues muchos hombres caían a sus pies solamente por estar con el guapo consultor de imagen.

—Sí, dime, Kenneth observaba absorto esa parte de la ciudad, tan cuidada y bonita, con edificios modernos y gente bien vestida.

—¿Por qué no te agrado?, Gustavo no estaba seguro de querer escuchar la respuesta. No porque no le importase, por el contrario, No estaba seguro de soportar una ruda respuesta.

Pero Kennet era honesto, una característica escasa en el medio donde él se movía. Y a veces la honestidad golpeaba más fuerte que una patada de burro en las pelotas.

Kenneth pensó en la respuesta, pues no se trataba de dañar u ofender, se trataba de responder a una pregunta de manera objetiva.

—Yo no tuve el amor de mis padres, Gustavo prestó atención pues nunca esperó que el muchacho se abriera a él, —tú tienes a tu madre, y ella te idolatra, pero en los tres años que llevo viviendo aquí, solamente te he visto con ella, ¿diez veces?, ni en navidad vienes a verla, Gustavo miró de soslayo, esperaba ver a un frágil chico a punto de soltar la lágrima, pero vio a un hombre con más carácter que cualquiera que haya conocido hasta ahora, —yo no pretendo juzgarte, y sin embargo lo he hecho, es por eso que no te soporto.

—"es por eso que no te soporto"... Sip, es verdad, la honestidad duele más que una puta patada de burro en las pelotas, pues aparte de los homofóbicos, nunca conoció a alguien a quien él no le agradara. Haber pasado casi tres incómodas horas con un desgarbado muchacho que no se impresionaba con un restaurante caro, con una sala de cine VIP, con un convertible y hasta con él, quien se consideraba muy atractivo era un choque más desastroso que dos trenes de frente.

Mientras Kenneth estaba tranquilo, seguro y hacía comentarios inteligentes y graciosos, Gustavo sólo atinó a decir dos o tres cosas.

Las veces que vio sonreír a Kennet por algo que observó, todas esas veces Gustavo deseó ser la causa de esa sonrisa.

Nunca había anhelado algo tanto como ahora.

Bruno se sorprendió mucho al ver a Gustavo parado en la puerta de su casa. No era común que el dios de la vanidad y belleza masculina conviva con los simples mortales, —Gustavo, ¿qué sucede?, Gustavo se veía tan confundido, tan lejano, —disculpa que me aparezca sin avisar, ¿puedo pasar?, Bruno asintió, —siéntate, ¿qué sucede Gus?, Gustavo se dejó caer pesadamente en el mullido sillón, el cuerpo le pesaba, la dignidad o lo que creía era dignidad lo había abandonado.

Después de un ominoso suspiro, Gustavo miró a un casi desesperado Bruno, —vengo a pagarte la apuesta, Bruno no entendía absolutamente algo de lo que sucedía, —oye Gus, mira si es por el dinero no tienes que...

Pero Gustavo no lo dejó terminar.

Bruno, no se trata del dinero, —¿entonces?,

Bruno miraba a Gustavo como si a este le hubieran salido cuernos, —creo que me enamoré del simplito ese.

Si hubieran llegado los aliens y los hubieran abducido, Bruno no se hubiera mostrado sorprendido, o menos si hubiera encontrado a un sasquatch sentado en su retrete haciendo popó, pero no estaba preparado para la noticia que Gustavo Monforte le daba.

—Pendejadas Gus, tú nunca te enamoras, nunca te involucras con alguien, y menos con quien te acuestas.

Gustavo sonrió de lado, —lo mas pendejo de esto, Bruno es que ni siquiera me he acostado con Kennet.

Bruno levantó la ceja y para él de pronto todo tuvo solución a la "fase" que estaba pasando Gustavo.

—¡Eso es!, Gustavo miró a su amigo, sin entender.

—Sí Gus, tú lo que necesitas es una buena joda.

Gustavo giró los ojos fastidiado.

—Obvio no es lo que necesito.

Bruno palmeó la rodilla de Gustavo, —déjate de pendejadas Gus, llama a algun wey para que te coja.

El pensamiento de Gustavo viajó hasta Adrián Gastelum. El hombre le había invitado a un desayuno en uno de los restaurantes más exclusivos, con la intención disfrazada de acostarse con él de nuevo, también le mandó un hermoso arreglo floral en agradecimiento por los "servicios prestados".

—Tienes razón Bruno, voy a llamar a Adrián para coger y después de eso, me olvido del mojigato ese.

Bruno miraba orgulloso a su amigo, por fin había recuperado el sentido común. Ahora solamente quedaba que Gustavo haga lo suyo.

Cuando Adrián vio el número de Gustavo reflejado en su pantalla, sonrió con placer, la presa había caído y era hora de atarla y saborearla.

No eres tan guapoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora