No te merzco pero te amo

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Gustavo se sentía cínico, era el momento de sacar de su cabeza a Kennet. Pero decir y hacer eran cosas muy diferentes, pues al ver a Adrián desnudo en su esplendor no le movió tanto la polla, la cual estaba semi erecta, no estaba duro, a pesar de que Adrián se esforzaba en chuparlo y en estimular susurrando palabras sucias que no lograban levantar su libido.

—¿Qué sucede Gustavo?, la voz de Adrián sonaba tan lejana, Gustavo parpadeó como si necesitase recordar en donde se encontraba.

Y cuando se percibió así mismo, le dolió.

En comparación con Kenneth, Gustavo se sentía una puta.

—Oye ¿a dónde vas?, la mirada desconcertada seguía a Gustavo que caminaba por el cuarto recogiendo sus cosas.

—Me voy Adrián, no debí venir.

Adrián se levantó y tomó del cabello a Gustavo, quien chilló.

—A mí nadie me deja, y menos una zorra que se vende por un poco de fama.

Gustavo sentía que su cuero cabelludo le ardía.

Pero él no era la damisela en apuros y de un fuerte empujón envió al hombre más joven de nalgas al suelo.

—Te equivocas Adrián, yo me he hecho mi camino solito.

Adrián se levantó molesto, —voy a hablar con todos los contactos de mi cuñado, para que se busquen a otro asesor.

Un repentino miedo le recorrió la espalda, sintió lo que él mismo le había provocado a Kenneth, pero también recordó cómo el muchacho valientemente no cedió.

—Haz lo que se te pegue la gana Adrián, yo soy muy capaz de encontrar algo más si las puertas se cierran.

Kenneth terminaba de imprimir su último proyecto.

Una semana después de haber salido con Gustavo fue suficiente para terminar con el pensamiento contaminado al pensar a cada momento en el guapo hombre.

Por supuesto que era un cabeza de chorlito, egoísta, vanidoso, superficial.

Pero Kennet sospechaba lo infeliz que debía ser al no tener a alguien que le ame por ser él... Por ser un idiota tan frívolo, pero único.

—Hola Kenneth, ¿puedo hablar contigo?, Kenneth casi deja caer la bandeja con comida al ver a Gustavo parado en la puerta del personal. Un área restringida.

—Gustavo no puedes entrar aquí. Kenneth tomó al mucho más alto Gustavo por el codo y lo guió hasta la zona de los comensales.

—Perdóname, el capitán de meseros me dijo que podía esperarte aquí. Gustavo observaba al muchacho que había puesto sus ideas patas arriba, —Necesito hablar contigo.

Kennet lo observó preocupado, —¿sucede algo?, salgo en diez minutos, Gustavo negó con la cabeza mientras su traicionera mano se estiró para tocar el cabello rojo de Kenneth que caía rebelde en la frente.

—No te alteres solo quiero hablar contigo.

—¿quieres que te traiga algo de tomar?, el corazón de Kenneth tocaba una frenética melodía, todas dedicadas a Gustavo.

—No Kenny, termina que yo te espero.

—¿En dónde quieres hablar?, Kenneth estaba muy confundido. Jamás imaginó ver ese semblante en Gustavo.

Y no sabía qué esperar.

—¿Podemos ir a tu casa?, Gustavo manejaba despacio esperando la respuesta de Kennet.

—Claro, estaría bien.

Gustavo se acomodó lo mejor que sus nervios le permitieron mientras su mirada se paseaba en la sencilla pero cuidada casa, Kenneth asentó en la mesita de enfrente dos vasos de refresco.

No eres tan guapoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora