te voy a contar una historia de un príncipe que besó a un sapo.

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—Gus te toca dormir con Carolina, la voz segura de Kenneth sonaba desde la cocina en donde el pequeño hombre lavaba platos.

Gustavo enviaba unos correos para los clientes del medio del espectáculo.

—Y a Luis ¿quién lo duerme?, Kenneth tomó al bebé del simpático corralito, —lo duermo yo si quieres.

Gustavo envió el último correo, y se levantó solo para toparse con la hermosa imagen de Kenneth abrazando a su segundo hijo de cuatro meses.

Amaba su vida.

Amaba a su esposo, y amaba a sus dos hijos.

Carolina tenía cuatro años y era la adoración de su abuela, quien seguía viviendo en la misma casa al otro lado de la calle.

Gustavo se fue a vivir con Kenneth, y entre los dos abrieron una nueva agencia, siendo Kenneth quien programaba las citas y organizaba las agendas.

Gustavo dejó de trabajar para gente de la política, y se dedicó a asesorar a personalidades de la farándula. Pues Adrián cumplió su amenaza y le cerró todos los contactos a Gustavo, eso fue bueno, pues pudo comenzar algo nuevo junto a su amor.

—Déjame al bebé Kenny, yo duermo a los dos.

Kennet se puso de puntillas para dar un beso a su hermoso hombre, al cual no reconocía ni podía comparar con aquel vanidoso zoquete de cinco años atrás.

—Gracias terroncito, Gustavo tomó en brazos a su pequeño bebé.

—Papi ¿ya vienes?, una pequeña niña peliroja salió por el pasillo, limpiándose los ojitos con sus pequeñas manos. Gustavo sonrió. Sip... La vida era buena.

—Ya mi princesa ve a darle un beso a papá y te espero en tu recámara.

Gustavo desapareció con el bebé en brazos, mientras Kenneth abrazaba a su hijita, —buenas noches papá, los bracitos de la niña se engancharon en el cuello de Kenneth quien tiernamente bailó un vals que tarareaba Kenneth con su hijita, haciendo que esta se ría.

—Descansa mi amor, que mañana irás a dormir a casa de tu abuelita. La pequeña Carolina pegó su naricita en la nariz de su padre, —abuela

Carito dijo que me va a preparar galletas de naranja, las que te gustan.

Kenneth suspiró, —amo las galletas que prepara tu abuelita, creo que me quedaré un ratito para comer galletas, Kenneth termino de "bailar", hizo una elaborada floritura con la mano derecha y dio un último beso a su hija a quien depositó en el suelo, ambos hicieron sus reverencias y con risas rebotando en la casa la dulce niña se retiró a dormir.

Kenneth suspiró agradecido. Nunca se imaginó ser tan feliz, y tampoco se imaginó estar casado con el hombre más transformado de la historia...

¿Y tener hijos?, ni que se lo hubieran contado.

La niña entró a su recámara y en la cama matrimonial con cobertor de princesas estaba acostado Gustavo, dando una mamila a Luisito.

Carolina sonrió y se aventó a lado de su padre,—con cuidado princesa.

—Perdón papi, dijo la niña bastante apenada.

Gustavo dio un beso en la sonrosada mejilla de su hija, —¿qué cuento me vas a contar hoy?, la niña estaba emocionada.

—Escoge tú mi vida, Carolina amaba esa dinámica pues entre todas sus historias tenía una mega favorita...

—Quiero la del príncipe pelirrojo hermoso que beso al sapo guapo y baboso.

Gustavo sonrió ampliamente, él también amaba esa historia.

Kenneth terminó todos sus pendientes, apagó las luces a su paso y fue en busca de su esposo.

El cuarto infantil estaba en silencio, hasta que abrió y vio a Gustavo profundamente dormido con sus dos hijos en cada brazo.

Con sumo cuidado abrazó al bebé y lo colocó en su cunita. Ese movimiento despertó a Gus, —hola príncipe, los adormilados y chispeantes ojos verdes de Gus calentaron el corazón de Kenneth, —hola sapito, Gustavo lentamente soltó el abrazo que tenía sobre su hija y juntos la arroparon.

Gustavo tenía lo que nunca soñó, una simple vida hogareña, pacífica y feliz al lado del hombre de sus sueños.

Y comprobó que lo simple puede ser suficiente para que seas feliz.

Era oficial... simplemente amaba a su familia.

No eres tan guapoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora