capitulo 1

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Ya le habían advertido sobre Esteban Cortez.

Cuando María Wolfe salió de su camioneta vintage observó la finca de piedra con una sensación de temor. Se lo habían advertido muchas veces durante los últimos meses: Esteban Cortez no era de fiar.

«Tenga cuidado, señorita Wolfe. No podrá resistirse, ninguna mujer puede. Cuide su corazón, señorita. Él ha roto demasiados».

Pero María se dijo que no tenía de qué preocuparse. Puede que Esteban Cortez fuera el jinete más famoso y atractivo del mundo, pero no tendría ningún efecto sobre ella.

No permitiría que aquellas estúpidas advertencias la condicionaran.

Pero todavía temblaba y sabía que no se debía a todo el café que había bebido durante el largo camino desde Portugal hasta el norte de España.

María cerró la puerta de la camioneta, estiró las entumecidas piernas y trató de sacudirse los nervios. Las advertencias respecto a los encantos de Esteban Cortez se habían repetido con demasiada frecuencia últimamente en todos los lugares que visitaba para su serie de reportajes sobre las diez mejores cuadras de Europa. La finca de Cortez, Santo Castillo, era la última.

Vendía los caballos más caros y exclusivos del mundo, y solo a clientes a los que consideraba dignos.

La gente rica hacía lo imposible para ganarse la aprobación del exigente criador, pero eso no era nada comparado con lo que hacían las mujeres por llamar su atención.

María estiró los hombros hacia atrás. Si Esteban Cortez era la mínima parte de lo que decían, sin duda intentaría llevársela a la cama. Desgraciadamente era lo que solían intentar la mayoría de los hombres.

Pero según los rumores, la capacidad de seducción de Esteban Cortez adquiría un nuevo nivel. Al parecer ninguna mujer le había rechazado jamás. ¿Y si los rumores eran ciertos? ¿Y si ella terminaba cayendo en sus brazos como todas las demás? Eso era imposible, se dijo mordiéndose el labio. Ella no tenía ni un gramo de pasión en el cuerpo. Era fría, orgullosa y brusca. Eso era lo que decían todos los hombres cuando los rechazaba. A sus treinta y tres años era una soltera recalcitrante, inmune al encanto de cualquier playboy. Después de todo lo que había pasado, no permitiría que ningún hombre se le acercara.

Estaría alerta con Esteban Cortez, y si él intentaba algo se reiría en su cara.

Miró a su alrededor y aspiró con fuerza el aire. ¿Dónde estaba el famoso seductor? Vio unos caballos semisalvajes corriendo por los campos dorados bajo un cielo azul que parecía infinito. Escuchó el gorgojeo de un arroyo cercano y los cantos de los pájaros procedentes de las colinas.

Junio en el norte de España. El lugar era precioso, y María se giró para acercarse a la ventanilla abierta de la camioneta y sacar la cámara del asiento.

La voz grave de un hombre sonó a su espalda.

–Por fin ha llegado.

María se quedó paralizada. Se recolocó la bolsa al hombro y se giró lentamente.

Se quedó boquiabierta.

Esteban Cortez estaba delante de ella con sus ojos oscuros y brillantes como el fuego bajo el sol español.

María, que medía un metro setenta y siete, no era precisamente bajita, pero tuvo que echar la cabeza hacia atrás para poder mirar su bello y cincelado rostro.

A sus treinta y cinco años, era todavía más impresionante al natural que en las fotos. Tenía el pelo oscuro y un cuerpo fuerte y musculoso. Llevaba unos vaqueros desgastados que se le ajustaban a las caderas. Tenía las mangas de la camisa blanca remangadas, revelando unos antebrazos bronceados. El pelo, bastante largo para un hombre, estaba recogido en la nuca con una cinta de cuero.

La reina del hielo (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora