Para cuando su camioneta entró aquella tarde en la ciudad francesa de Châtellerault, María había llorado hasta quedarse sin lágrimas.
El bocinazo de un camión que pasaba le hizo centrar la atención en la carretera. La frente se le perló de sudor. Había estado a punto de sufrir un accidente. ¿Acaso era lo que quería? ¿Quería chocar? El corazón le latió con fuerza. Vio una salida y abandonó la autopista. Aparcó al lado de una gasolinera, apagó el motor y lloró con la cabeza apoyada en el volante.
Deseaba poder hablar con alguien que le diera una razón para no estrellar la camioneta contra un árbol en aquel momento. Su corazón anhelaba a Esteban, pero lo había perdido para siempre.
¿En quién podría buscar consuelo? Su ex asistente, Marianne, estaba ocupada con su marido y su bebé recién nacido. Sus hermanos empezaban a casarse y a sentar la cabeza. No necesitaban que una patética hermana los molestara.
Entonces pensó en la única persona que había permanecido en la mansión Wolfe durante todos aquellos años, después incluso de que los hermanos de María se hubieran marchado. Una persona que no permitiría que desapareciera de la faz de la tierra.
Mollie Parker.
María encendió el móvil y una repentina esperanza le nació en la garganta.
Comprobó si Esteban le había dejado algún mensaje, como por ejemplo
«Estaba equivocado. Te amo. Te necesito».
Pero no había mensajes.
Y María se dio cuenta de que ya no le quedaban lágrimas.
Estaba actuando como una estúpida. Estaría en Londres a medianoche, se dijo secándose las lágrimas. Pronto estaría en casa.
Sin embargo, su apartamento ya no le parecía un hogar. La idea de hogar iba unida ya para ella a cielos azules y campos dorados, mozos que se reían y una estricta ama de llaves que los mantenía a todos a raya. Y sobre todo, hogar significaba Esteban.
Todo había desaparecido.
Acurrucada en el asiento del conductor de la camioneta aparcada, se secó los ojos con más fuerza. Se centraría en su trabajo, como siempre había hecho. Olvidaría a Esteban. Se refugiaría en las fotografías hasta el día de su muerte.
Pero la idea solo la llevó a llorar todavía más. En el pasado estaba contenta con aquella vida, con tener el corazón congelado y muerto.
Esteban había cambiado aquello. La había devuelto a la vida.
Y luego se lo había llevado todo.
María marcó el móvil de Mollie en Inglaterra con dedo tembloroso, pero le saltó el buzón de voz.
No dejó ningún mensaje. Llamó entonces desesperadamente al teléfono fijo de la casa rezando para que Mollie estuviera allí.
Pero escuchó una voz grave de hombre.
–¿Hola?
–¿Hola?
–¿Jacob? –preguntó asombrada.
–¿María? –su hermano parecía sorprendido también–. ¿Eres tú?
–No esperaba que estuvieras en casa –le espetó–. Mollie me dijo que estarías toda la semana en Londres.
–Así es, pero pasó algo y entonces... María lo interrumpió, no podía contener su nerviosismo.
–Lo cierto es que quería hablar con Mollie.
–No está –Jacob hizo una breve pausa–. Pero ¿puedo ayudarte yo en algo, María? Su primera reacción fue decir que no, poner alguna excusa y colgar.
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La reina del hielo (Completa)
Fanfic¡HOLAA! Chicas, les comparto este ima, espero que les guste ♡.