Capitulo 6

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Esteban se frotó el pelo con una toalla al salir de la ducha. Se enjabonó con espuma la cara frente al espejo y se afeitó con una cuchilla afilada. Se quedó de piedra al ver su rostro demacrado.

Llevaba tres días alejado de María. Tres días sin molestarla.

Tres días diciéndose que era lo mejor que podía hacer.

Tres días infernales.

Apretó las mandíbulas, se secó el resto del cuerpo y salió del baño para dirigirse descalzo al armario del dormitorio. Seguía furioso consigo mismo. Tendría que habérselo pensado mejor antes de besarla en el bosque. Había domado suficientes caballos como para saber que no debía precipitarse con María. Pero no había sido capaz de contenerse.

Había sido un beso increíble. Cuando ella le respondió con boca temblorosa, se sintió en el cielo. Estuvo a punto de arrancarle la ropa allí mismo en el bosque y tomarla contra un árbol.

Fue un beso apasionado e inexperto por parte de María. Estaba claro que no había tenido muchos amantes en su vida. Lo supo cuando la besó. Había sentido su asombro, su vacilación. Y luego, como si fuera un milagro, sintió su fuego.

Cualquier hombre mataría por un beso así. Esteban se había sentido un privilegiado, y al instante quiso más. Si antes María le intrigaba, ahora estaba obsesionado con ella. Pero luego en la cama, con el tobillo envuelto en hielo , lo miró con una expresión que le rompió el alma cuando le susurró: «Si tienes algo de piedad en tu corazón, déjame en paz».

Esteban contuvo el aliento al ver el dolor que reflejaban sus ojos.

–¿De verdad es eso lo que quieres? Ella alzó la barbilla en gesto orgulloso. Los ojos grises le brillaban por las lágrimas.

–Sí.

–Entonces te doy mi palabra –aseguró él en voz baja.

Y dicho aquello se fue, cuando lo único que de verdad quería era estrecharla entre sus brazos y besar sus lágrimas. Aquel fue el primer momento infernal, y desde entonces había ido a peor.

Durante tres días solo había visto a María de lejos, mientras fotografiaba la finca. La había visto reírse con los chicos en el comedor e incluso charlar con el ama de llaves sobre sus nietos. María ... ¿una reina de hielo ? Soltó una fría carcajada. Era encantadora y cálida con todo el mundo.

Excepto con él.

Cuando se cruzaban en el pasillo o en el establo, parecía mirar a través de él.

Se había convertido en invisible para la mujer que más deseaba en la tierra.

Esteban apretó las mandíbulas y se puso una camiseta limpia y unos vaqueros que sacó del armario. Se sentó en la cama y se calzó las botas de trabajo antes de bajar al comedor a desayunar. Encontró a la oronda ama de llaves, la señora Gutiérrez, poniendo cuencos con bollos recién horneados sobre la larga mesa. Los jóvenes mozos de cuadra la rodeaban, ruidosos. Cuando lo vieron le dieron los buenos días. Esteban respondió con un gruñido y se dirigió a su lugar habitual, donde se sirvió un poco de café. Dio un sorbo y se quemó la lengua.

–Buenos días –era la voz de María

Esteban dejó la taza sobre la mesa y alzó la vista. Al verla se quedó sin aliento.

Tenía el mismo aspecto profesional de siempre, con un traje de chaqueta color marfil y brillantes zapatos negros. Llevaba el cabello rubio recogido en su habitual moño tirante, unos pendientes de aro pequeños y un maletín. Esteban tuvo que hacer un esfuerzo por no caer de rodillas ante semejante belleza.

La reina del hielo (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora