Besos robados en Nueva York [Omegaverse]

☾ Capítulo 6. Sin orden

15 de Marzo 1980, 

Brooklyn, Nueva York.

Había pasado una hora muy productiva en la cafetería que encontré fuera de Green Wood. Escribí tanto que, ahora tenía una larga lista con nombres de sitios con la cual podría moverme a gusto, comprobé que todos los lugares aún existían usando la primera lista que Jessica me dio.

Quedando de esta manera en bolígrafo negro, que manchó el dorso de mi mano, en mi libreta:

"Listado:

1. Hospital

2. Escuela 'Vincent San. Olimpia'

3. Heladería 'Piccolo'

4. Parque de diversiones 'Luna Park'

5. El rascacielos 'Empire State Building'

6. Museo de Historia Natural

7. Librería Pública"

Y había unos cuantos más que fui poniendo después, quedando como complementarios. Lo decidí con criterio formado a base de dos motivos: no eran tan importantes o de fácil acceso.

Por ejemplo, entre los secundarios había un restaurante al que nuestros padres solían llevarnos para festejar cuando cumplíamos años, que en la actualidad era una casa de subastas al parecer y solo permitía el acceso a gente reconocida de la ciudad. Mis posibilidades de conseguir entrar eran de cero y tampoco quería tentar mi suerte. Mejor alejarse de lugares con fachadas sospechosas.

Descubrí varias cosas interesantes y aprendí nuevos datos de mi infancia, como el de que mi hermana y yo no jugábamos solos siempre; hasta ahora no recordaba a este amigo desconocido "Rubio". Porque a pesar de hablar con fluidez inglés, por habernos educado toda nuestra vida aquí y solo practicar japonés en casa incluso así, los niños del vecindario no nos incluían en sus juegos por nuestros rasgos asiáticos. Además, la escuela a la que asistíamos era lejana a nuestra casa, por lo que nunca tuvimos a ningún amigo viviendo cerca.

Me equivocaba. En todo este tiempo olvidé al chico de ojos claros. Nos lo encontrábamos día sí y día no, en el semi bosque del parque. No tenía ningún dato más acerca de él, el diario de mi hermana no era muy específico a decir verdad; aunque todavía no había terminado de leerlo. Era posible que hubiese una pista escondida en alguna parte. No tenía muchas esperanzas, solo había fotos y dibujos mal hechos... mejor dicho, hechos por una niña de siete años.

Tomé con cuidado todo el material expuesto en la pequeña mesa del comedor. Los platos, porque pedí una porción de pastel además del café para que los camareros no me miraran como a un intruso, ocupaban apenas un rincón de ella. Pagué la cuenta, que discretamente me deslizó uno de los trabajadores al ver cómo me levantaba. El precio de un café, un pastelillo y una galleta, no me dejó tan mal de presupuesto como creía en un principio. La comida que Jessica me llevó por la mañana serían un salvavidas.