20 de Marzo de 1980.
Nueva York, Nueva York.
Muy temprano, de nuevo, desperté en una habitación que no era la mía. Esta vez, en lugar de esconderme tras las mantas, me estiré fuera de ellas. Girando mis articulaciones, esperando despertar por completo. Con mi espalda encorvada y el cabello revuelto.
Ash llevaba tiempo levantado, lo encontré mirándome, apoyado sobre una almohada.
–¿Qué día es hoy? –pregunté. Vislumbré el reloj en la mesa de noche, decía que eran las 7 de la mañana. Demasiado temprano, aunque dentro del departamento no podía sentir el paso del tiempo. Pegado al cuerpo del alfa, era imposible pensar sin divagar.
El día anterior dejamos la cama solo para comer, había ya muchos platos preparados en el refrigerador, quizás formaban parte de la "despensa de celo" para Ash. Por lo menos comida no nos hizo falta durante todo este tiempo. Me sentía cansado, dormí máximo 4 horas y él se negaba a alejarse de mí. No podía tener un respiro.
Como ahora, su mano descansaba sobre mi estómago. La zona que más parecía gustarle tocar. En todo momento intentaba mantener el contacto.
–Es 20, domingo... –contestó, comenzando a moverse.
–¡Domingo! ¿Por cuánto tiempo...? –me interrumpió, aunque su respuesta no me hizo sentir mejor o menos preocupado.
–¿Cuánto tiempo estuvimos en la cama? Calculo que dos días –le restó importancia, aprovechándose para cruzar un brazo por mis hombros. Esta vez el contacto no me molestó o me incomodó. Era como un gran cachorro, solo deseaba permanecer a mi lado. Acaricié su cabeza cuando la pegó a mi cuello, de nuevo, por inercia.
–He perdido mi vuelo –dije, intentando hacerle saber que mi intención era levantarme, dispuesto a recoger mis cosas y salir de inmediato de ahí.
"¿Cómo era eso siquiera posible?". El tiempo era relativo, sí, pero no a este extremo. "Jessica estará furiosa", pensé una vez que pude ordenar mis preocupaciones.
Entonces, él me derribó sobre la cama.
–Olvídalo –rodeó mi cintura, impidiendo mis movimientos, me atrajo hacia sí. Su rostro encima de mí, dejando que la gravedad hiciera que sus cabellos parecieran una cortina–, ya lo perdiste, de nada sirve que lo persigas...
Reconocí que tenía razón. Y justo ahora me encontraba agotado física y mentalmente, dejé que me arrullara al obligarme a acostarme, todavía sobre mi pecho.
–Creo que tienes razón –me reí, cerrando los ojos y soltando un suspiro–. ¿Volvemos a dormir? –murmuré. Acurrucándome contra su cuerpo. "Esto, en definitiva, es adictivo".
–No esperaba otra cosa.
Los sonidos tras la puerta, de patitas arañando y sollozos, me dieron a entender que los perros regresaron mientras dormía. Los oía correr, con juguetes con sonidos chillones, sobre los muebles. Entre risas, por el desastre que encontraríamos más tarde en la sala, cerré los ojos.
Nos dormimos profundamente, horas después volví a salir del sueño, aunque esta vez solo yo. Tenía hambre y me sentía sediento. Era tarde y Ash no parecía levantarse por sí mismo, intenté ser "delicado" al despertarlo, tocando su mejilla, apretando sus pómulos, sacudiéndolo, incluso me puse sobre él, pero nada tuvo éxito.
Decidí ser más intrusivo, salí de la cama, poniéndome de pie a su lado, levanté mi mano con la palma abierta en alto, dándole un pequeño en la cabeza. A pesar de todo, fue un duro golpe, incluso me dolió la mano. La sacudí en el aire, antes de que él lo notara, ya que acababa de abrir los ojos. Como una mariposa saliendo de su capullo.
–Despierta, tengo que volver a casa –di un vistazo al reloj sobre el buró, ahora decía que eran las 6 de la tarde. Pasamos todo el día durmiendo, por eso mi estómago rugía y mi lengua se sentía pesada.
–¿No podías haber escapado como lo hiciste la vez pasada? –despertó de mal humor. Seguro continuaba teniendo sueño, pero me moría de hambre y no me sentía confiado de andar por su casa, porque seguía siendo un extraño.
Y por lo que sabía, tampoco era bueno alejarse de un alfa después de haberse "apareado" con él, podía volverse loco y buscarme hasta debajo de las piedras. Me puse rojo, ahí de pie, solo por mis pensamientos. "Aparearse", me cubrí el rostro con la mano que usé para golpearlo.
–¿Habrías estado bien? –tenté decirle, recuperando mi semblante, con mis brazos cruzados y mirando hacia otro lado para que no viera mi sonrojo.
–No –se incorporó, mejorando su humor a gran velocidad–, que bueno que me despertaste. ¿Tienes hambre?
–Mucha.
–Cenemos algo, después veamos cómo resolver lo de tu vuelo...
En cuanto abrió la puerta los perros saltaron sobre nosotros, esperaron con impaciencia por horas detrás de ella, ladrando una vez vieron a su dueño. Olfatearon mis manos y pies, lamiendo y moviendo sus colas contra mis piernas. Me puse de cuclillas para darles caricias, me tiraron al suelo con su fuerza, fue super gracioso, pero Ash no pensó igual.
Tomándome del brazo con firmeza, me levantó en un abrazo, jalándome fuera del alcance de sus mascotas. Eso fue demasiado... sobreprotector.
–¿Q-qué pasa? –quise saber. Mientras me arrastraba lejos de la escena, hasta la cocina, para que tomara asiento. Luego les lanzó premios a los perros juguetones en su habitación, encerrándolos dentro. Sacudí la cabeza, sin entender qué sucedía.
–Solo debes darme atención a mí.
"¿Celos?". Sonreí. Cautivado. Tomé sus mejillas cuando estuvo de vuelta a mi lado, mirándole para decirle.
–Bien, tienes toda mi atención.
"¿Por qué nadie me dijo que los alfas podían ser tan apremiantes?". Siempre queriendo tocar, sin alejar sus ojos de mí, pendiente de cada detalle, siendo delicado y atento. Permitiendo que me saliera con la mía, incluso después de golpearlo.
Nos besamos. Estaba encantado con su comportamiento. Me hacía sentir especial, nunca me había pasado nada similar. Interrumpimos nuestro momento, porque ambos sentimos los labios resecos del otro. Limpié mi boca cuando se alejó a calentar la comida, luego me pasó una botella de agua fría. Estaba seguro de que mi aliento tampoco era el mejor, después de estar todo el día durmiendo, pero en definitiva ¡nada parecía arruinar su buen humor!
Cuando terminamos nuestra cena ya era muy tarde, decidí quedarme otra noche, "¿qué era un día más después de todo?".
Ya no estaba seguro de si era solo la comida, pero me sentí de nuevo adormecido, regresamos a la cama, desterrando otra vez a los perros de nuestra presencia. Entre risas y mimos para no hacerles sentir mal, su dueño todavía no quería compartir mi atención.
Nos acurrucamos y durante las horas de oscuridad, en esa habitación, volvimos a hacerlo unas cuantas veces más. Esta vez le recordé tomar el supresor, aunque su celo iba pasando y bajaba su intensidad.
Ash lo tenía todo, me atrevía a decir que era un alfa casi perfecto. Con una faceta agresiva y protectora, otra amable y cariñosa. No pude evitar pensar que tendría a muchos pretendientes tras él, que yo, un omega recesivo y sin gracia, no tenía nada que ofrecerle.
La habitación estaba en silencio, oía su respiración calmada sabiendo que dormía, mis ojos dilatados por la falta de luz. La voz de mi cabeza, llena de preocupaciones, también guardó silencio. "Debo dejar de pensar de esta manera, permitir que todo fluya...".
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✒Nota de la autora
Ahora ya se acabó el celo, por fin saldrán de la habitación y se enfrentarán al mundo real una vez más...
¡Nos leemos luego!
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Besos robados en Nueva York [Omegaverse]
FanfictieLa visita de Eiji en Nueva York durará solo una semana. No hay manera de que se meta en problemas, ¿verdad? Deseando reencontrarse con su pasado, Eiji. Un joven omega, vuelve a su ciudad de origen: Nueva York. Guiado por un antiguo diario que años a...