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El Julián estaba frente a mi mirándome intentando contener su risa. Habían llegado hace unos cinco minutos y nosotras seguíamos riéndonos del almuerzo quemado.

—Ya fue suficiente—estaba serio, pero se rindió y se unió a nuestras risas—si lo estaba haciendo con mucho cariño.

—Lo peor es que ni siquiera notamos el olor a quemado—la Star intento mantener su risa, pero fallo en el intento.

—Ay primo—lo abrace y le sobe la espalda—a cualquiera le puede pasar.

—Ya, mejor ayúdenme a traer las demás cosas—dijo luego de besar mi frente.

—¿Y tu hermana? —pregunto la Star mientras tomábamos las bolsas reutilizables.

—Está hablando con el Bastián—se encogió de hombros, la Star lo miro confundida—intento no meterme en sus temas, después de todo es mi amigo y mi hermana.

—Oye...—saque mi celular y note el remitente de la llamada—Espérenme un poco.

Salí rápido antes de que me preguntaran quien me llamaba, no quería escuchar una vez más sobre lo tontas que son mis decisiones.

—Axel—conteste intentando parecer fría.

Perdón, no sé qué estás pensando que hice, pero de verdad, te juro que no podría hacerte daño.

—Ya lo hiciste—me senté en la vereda.

Zelda, hablemos por favor.

—Me gustaría, pero la verdad en estos momentos creo que no es buena idea—cerré los ojos.

Sabes que te amo.

—Ya no lo sé—mi voz perdió fuerza—antes juraba saberlo, pero ahora ya no.

Déjame demostrártelo entonces—hablo rápido—tu sabes que nosotros somos increíbles juntos.

—Lo éramos—dije antes de cortar, dejé que las lágrimas cayeran libremente, dolía mucho.

Comencé a caminar sin rumbo por un momento, pero estando atenta a mi alrededor para poder regresar sin perderme. La tarde estaba muy calurosa así que en unos minutos ya comencé a sudar.

—Ten cuidado—me sobresalte al escuchar a una voz masculina.

—Perdón, es que no...

—Tus escusas me dan lo mismo, o me vas a decir que te guste y querías llamar mi atención—miró a la rubia engreído, levante las cejas y me contuve un momento para no ir a hacer una escena.

—No es eso, solo que yo...

—¿Puedes dejar de hacer este show patético? —mierda, soy mala conteniéndome—ya te pidió disculpas, ¿Qué más buscas?

—¿Y quién eres tú? —me miró feo—¿acaso la conoces?

—Fíjate que no, pero no voy a quedarme callada si veo que la estas tratando mal—me puse frente a la chica y la miré de reojo—no dejes que te hablen así, después se aprovechan de eso.

—Mira...

—Tomás, vamos mejor.

—¿Es broma? Mira como me dejó esta mina—le reclamo indignado el tal Tomás.

—Es un poco de helado, no te vas a morir por eso—negué incrédula.

—Ella tiene razón, mejor vamos que la Milla quiere que nos apuremos.

—Se salvaron—nos apuntó y dirigió su mirada hacia mí—te salvaste.

—No sabes el miedo que tenía—dije con sarcasmo.

ExtrañosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora