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Mire a los chiquillos frustrada, se la habían pasado jugando todo el rato y cuando les hablaba me ignoraban por completo.

—Ya, pero hagamos algo juntos—me queje por quinta vez en el día—podemos hacer una rutina de esas de YouTube.

—Los anuncios me molestan—señaló el Julián sin dedicarme ni una mirada.

—Entonces hagamos un trend en Tik Tok—propuse aplaudiendo.

—Jamás—me corto la emoción el Bastián.

—Cocinemos una nueva receta.

—No.

—Entonces, ¿qué?

—¿Por qué está tan animada? —le susurro el Bastián al Julián, lo mire mal—¿qué?

—Da igual, son los peores roomies, los odio—me cruce de brazos.

—No es nuestra culpa que estemos en una pandemia.

—Tampoco mía, pero yo intento hacer algo para no nos aburramos.

—Ya, eh, quizás podamos hacer algo—el Bastián se rasco la nuca—¿qué quieres hacer?

La puerta sonó y nos miramos confundidos. Me encogí de hombros y luego de ponerme la mascarilla, abrí. Solté un grito emocionado y me lancé a abrazar a la Star.

—Te extrañé—dije casi llorando—¿te quedaras? Porfa quédate.

—Ese es el plan—dijo riendo—ya no aguante más, tenía que venir.

—¿Quién?... Estrella —mi primo sonrió como baboso.

—Es MI amiga.

—Es MI futura polola—se burló, la Star lo miro emocionada y solo negué, mientras ella este feliz.

—Nos salvamos—comento el Bastián feliz, lo mire feo—digo, eh...

—Idiota—entre empujándolo con el hombro.

—Babosa—dijo a mis espaldas, me gire molesta—tengo pruebas.

—¿Qué?

—Mira—busco en su celular y me mostró una foto mía durmiendo, me sonroje—ves, solo señalaba lo obvio.

—Bórrala—le ordene.

—Tenemos dos opciones, la primera es que me pagues una suma interesante o la otra es que me obligues–se cruzó de brazos divertido.

—Qué te parece la opción de pegarte hasta que la borres—levante mis cejas con una sonrisa.

–Inténtalo—me reto, me acerque a él con seguridad, pero al ver su sonrisa y sus ojos de más cerca, dude—¿Y bien? —acercó su rostro al mío.

—Da igual—di un paso atrás con nerviosismo—Te extrañe tanto—abrace a la Star.

—Y yo a ti—me hizo cariño en el pelo—¿me acompañas a dejar mis cosas?

—Sí, obvio—le tomé la mano y la guie hasta mi pieza.

—¿Cómo has estado? —pregunto sentándose en la cama y tomando mi peluche de panda.

—No sé, a veces bien, a veces mal—suspire sentándome en la silla del escritorio—supongo que todos y todas nos sentimos así.

—Sí, ¿te ha llamado? —pregunto mirándome fijamente.

—Los primeros días me llamaba 3 veces al día, después comenzó a enviarme mensajes por WhatsApp—me encogí de hombros—mensajes que claramente no abrí.

ExtrañosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora