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Despertó una vez más, pero esta vez fue diferente, había tenido una pesadilla que se había borrado en cuanto había abierto los ojos, a excepción de un detalle, que se había aferrado a él mientras despertaba.

Un grito.

Ensordecedor.

Pidiendo ayuda.

Quizás esa voz se parecía demasiado a la de Rubén, quizás se parecía demasiado, pero a Samuel no le importaba, al menos se obligó a si mismo a que no le importara.

Continuó su día normal, al menos lo intentó, pues tal y como siempre, los recuerdos y los fantasmas estaban aferrados a él, casi se había acostumbrado a tenerlo alrededor, a verlo siempre, como nada más que una sombra, así que no lo molestaba tanto como se hubiera pensado.

Cuando se sentó en la mesa, con su desayuno frente a él, escuchó sus risas juntas, combinadas tan perfectamente que se podría pensar que se habían forjado juntas.

- Doblas... - amenaza con un tono que más que nada es divertido. - , borra eso...

- ... borra eso... - repite el contrario, sentado del otro lado de la mesa, con una sonrisita boba mientras escribía en un pergamino.

Había visto ese recuerdo antes, siempre terminaba sonriendo, justo como ahora, continuó escuchando la conversación hasta que aquel grito en su pesadilla lo interrumpió.

Y más recuerdos se le abalanzaron encima, recuerdos que no pertenecían a aquel lugar, ni a ningún otro que él conociera.

- Chiqui... - llama, tratando de soltarse. - Doblas... oye...

Pero el peliblanco tiene la cabeza inclinada hacia adelante, y lo más seguro es que esté inconsciente por todos los golpes que ha recibido.

Deja el vaso sobre la mesa, suspirando, y agitando la cabeza con suavidad, ¿qué demonios era esa pesadilla?

m e m o r i e sDonde viven las historias. Descúbrelo ahora