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La puerta se abrió en cuanto sus ojos se encontraron con el sensor, motas de polvo se elevaron en cuanto la brisa se coló por la puerta, habían grandes cuadros en la pared a su izquierda, fotos bobas con las caras del resto de sus compañeros y una foto suya, igual a la que tenía en casa.

Había estado allí antes, lo sentía en los huesos, había estado sentado en aquel sofá, siendo abrazado por alguien, y había caminado por allí, descalzo, sin camisa y recién despierto.

Y se había reído por allí, en toda la casa, había dormido en esa cama tan pequeña, con su cuerpo enredado con el de alguien más, que reía contra su piel mientras lo besaba, había deslizado las manos por la piel pálida de alguien, mientras susurraba palabras de amor para alguien a quien no recordaba.

Había un cojín negro en el suelo, uno de esos que usaba cuando tenía que atravesar algún sitio, así que eso hizo, cayendo sobre el piso de madera y mirando una pequeña habitación vacía.

El fantasma de un grito se escucha por sobre el jadeo de sorpresa que suelta, y luego escucha los gritos siguientes. - ¡Eh, no puedes! ¡No puedes! ¡No puedes, Vegetta! - exclama, mientras golpea con su espada el escudo del pelinegro, quien le devuelve el golpe, dejándolo en el suelo; quiere echarse a reír, pero tiene que mantener su postura estricta, aunque sabe perfectamente que se lo dejara pasar.

Una sonrisa se extiende por su rostro, mientras continúa caminando por el túnel, deslizando las manos por la pared de piedra,  ese pasillo era mucho más largo de lo que recordaba, tal parecía que aquel chico lo había hecho más grande desde la última vez que había estado allí, bajo por unas escaleras, que llevaban a otro pasillo mucho más largo, ¿qué demonios era eso?

m e m o r i e sDonde viven las historias. Descúbrelo ahora