Capítulo 2

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Presente
Agosto, 2026

El sol ya había abandonado el punto más alto en el cielo cuando Louis vislumbró los muros de la ciudad, asomándose entre las últimas filas de robles que formaban el bosque. Su cuerpo se mecía a lomos de Shadow; el caballo avanzaba en zancadas lentas mientras Willow, la yegua de Joshua, relinchaba a su lado y azotaba con movimientos nerviosos de cabeza las riendas con las que Louis la mantenía a su lado.

Salió a la explanada y el sol le pegó en la cara. Tocones de árboles se esparcían sobre la hierba amarillenta, y pasó junto al cartel de aviso que se alzaba a unos metros del muro. «Identifíquese antes de acercarse a la puerta». Quiso reírse. Apenas recordaba su nombre. Todo lo que le había acompañado durante el camino de vuelta había sido un hueco en el pecho y una sensación de irrealidad en la cabeza que no dejaba espacio a un solo pensamiento.

Era tarde, y supuso que era ese el motivo de que la puerta estuviera entreabierta. No pudo ver mucho a través de la rendija que se formaba en el medio, pero sabía que una patrulla se preparaba detrás. Uno de los hombres sobre los puestos de vigilancia se lo confirmó al lanzar una instrucción al suelo; segundos después, la puerta comenzó a abrirse hacia adentro.

Louis no aceleró. Dejó que Shadow fuera al paso, tirando de las riendas de Willow y evitando cruzar miradas con la pequeña patrulla que esperaba en la puerta; preparada para salir a buscarles.

Bruno fue el primero en acercarse una vez entró a la ciudad. Escuchó a los guardas de los puestos vocear instrucciones, y luego los crujidos de la puerta cerrándose a sus espaldas.

Bajó del caballo, con ambas riendas aún en las manos. Además de los relinchos en las cuadras próximas a la puerta y el sonido de los cascos golpeando la madera del suelo, no hubo un solo murmullo por parte de nadie. No hacía falta; la imagen se explicaba sola. Aquella mañana habían salido dos a la patrulla, y seis horas más tarde había vuelto solo uno.

—¿Qué ha sido? —Bruno estaba frente a él. Fueron los primeros ojos que Louis se atrevió a encarar después de los de Joshua.

—Una horda. —Pudo ver como la cara de su compañero se deshacía, aunque trató de disimularlo inspirando lento y asintiendo con la cabeza.

—¿Estás bien? —preguntó, casi con cautela. Louis no respondió—. ¿Quieres que avise a alguien? ¿Necesitas algo?

—No —dijo, soltando las riendas sobre los cuellos de los animales para ir a deshacerse de las armas.

Las dejó todas en la mesa junto a la puerta de los establos; incluyendo la pistola de Joshua y su mochila, que hasta hacía un segundo iba atada a lomos de Willow.

Hizo el amago de coger las riendas de nuevo para llevar a los animales a los boxes, pero Bruno levantó la mano.

—No te preocupes —le dijo. Louis no le miró; dejó de hacerlo a la tercera mirada de lástima que le vio echarle—. Ve a... Vete a casa. Ya nos encargamos nosotros.

—Gracias.

Se alejó, pasando los establos y adentrándose en la ciudad, rápido, evitando mirar a la gente que poblaba la calle principal. Iban de un lado para otro, se paraban a hablar entre ellos, transportaban materiales, cosechas; salían y entraban de los bungalows comerciales con tranquilidad. Ajenos al hecho de que una horda paseaba cerca de aquellos muros, y de que se había cobrado una vida.

Muchos se dirigían a la cantina para el almuerzo, pero él no tenía estómago para comer ni fuerzas para tratar con nadie, así que giró en una calle, directo a la zona de casas; rezando para que en la suya no hubiera nadie.

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