Capítulo 1

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Presente
Agosto, 2026

Louis se aferró al revólver en su mano. Los oídos le palpitaban con cada zancada, las piernas le ardían, y el corazón estaba a punto de reventarle el pecho. No sabía cuántos eran; dejó de mirar atrás una vez sumaron más de treinta, pero les estaban alcanzando y él ya no podía pensar.

Solo correr. Rezar por no encontrarse uno de frente. Enfocarse en el camino sin entrar en pánico ante los gritos incesantes que se alzaban tras ellos. Los veía aparecer en el borde de su campo visual; saliendo de entre los árboles, cayendo de los salientes de la montaña, y abriéndose paso entre los bungalows en ruinas que delimitaban el camino.

Estaban jodidos.

—¡Josh! —gritó, dejándose el aliento—. ¡Joshua! ¡¿Sigues conmigo?!

—¡Estoy contigo! —La voz de su compañero sonó lejana, y Louis se obligó a mirar sobre su hombro. La horda que arrastraban tras ellos quedó desenfocada al momento en que encontró los ojos de Joshua, cargados de desesperación—. ¡Sigue!

Louis jadeó, volviendo la vista al frente. Sus ojos se toparon al instante con la valla de madera que marcaba el final del campamento. Detrás de ella se alzaban árboles, y con suerte nada más, porque no podían darse el lujo de analizar otras opciones.

—¡¿Puedes saltarla?! —Proyectó la voz sobre su hombro. Joshua le respondió entre jadeos.

—¡Creo...! ¡Creo que sí!

Louis se colocó el revólver bajo el tiro de su pantalón antes de acelerar. En el último momento, reunió todas las fuerzas que le quedaban y se impulsó contra el suelo.

Sus manos se aferraron al borde de la valla. La suela de sus botas resbaló varias veces al tratar de trepar, y sintió como sus brazos temblaban al levantar su propio peso. Se quedó sin respiración cuando los tablones se clavaron en sus costillas una vez logró pasar el torso. Y exhaló. La desesperación recorría sus venas a la misma velocidad a la que la horda se acercaba. Logró pasar la primera pierna, y el peso de la mochila en sus hombros le hizo caer al otro lado antes de poder localizar la posición de Joshua.

El dolor agudo que se instaló en su columna al aterrizar sobre todo lo que guardaba en la mochila le nubló la visión un segundo, pero no tuvo tiempo de asimilar el golpe cuando comenzó a rodar colina abajo. Sus manos intentaron aferrarse al césped hasta que su costado pegó de lleno contra el tronco de un árbol.

Abrió los ojos algo desorientado cuando escuchó el cuerpo de Joshua golpeando el suelo, y cruzaron miradas alarmadas tan pronto como la madera comenzó a crujir.

Echaron a correr de nuevo, abriéndose paso entre los árboles que se esparcían a lo largo de la colina mientras los infectados se agolpaban al otro lado. Tras pocos segundos de tregua, la valla colapsó sin remedio y Louis miró atrás. Una vez. Otra. Los infectados descendían con ellos, avanzando a través de los árboles como un enjambre de abejas furiosas.

—¡Louis! —El grito de Joshua le hizo volver la vista al frente.

Un río. La colina terminaba en un río. Amplio y en calma. Si no era profundo iban a estar incluso más jodidos, pero el chute de adrenalina que le recorrió las venas le dejó poco espacio a la negatividad.

Aceleró, y cuando llegó al borde se lanzó sin pensar. De un segundo a otro, el agua envolvió su cuerpo y el estruendo de la horda quedó amortiguado; opacado por el sonido de su corazón pulsando en su cabeza. El peso de su mochila le arrastraba al fondo, obligándole a patalear con fuerza para impulsarse de vuelta hacia arriba. Escuchó cuerpos caer, uno tras otro, salpicando en la superficie; ahogando gritos en el descenso.

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