(6) El mocoso que se convirtió en asesino.

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El hombre sonrió sin decir nada, mirando como su subordinado caía muerto por un disparo en la cabeza, disparando esta vez a uno de los muslos del pelinegro antes de que pudiera reaccionar, este último cayó al suelo al no poder sostener su propio peso debido a la herida, sin dejar de apuntar a su agresor, apretando el gatillo y horrorizándose al notar que no tenía balas. 

—Error de novato, como se nota que Mori no sabe entrenar a sus hombres, un cargador de seis balas se agota rápido si no sabes guardarlas.— El tipo de acercó sin ninguna clase de miedo dándole una patada en la mano que sostenía el arma y abalanzándose sobre él, aprovechando que estaba aturdido por el dolor y la perdida de sangre.

—Es una pena que la mercancía que veníamos a buscar esté arruinada— murmuró divertido presionando el arma en la herida de bala que tenía el menor en el costado de su abdomen, logrando que la sangre saliera a montones.
—¿Sabes que hablan mucho de ti? Del niño que puede hacerte ver tus peores pesadillas. Es una real tragedia que sólo sean rumores.

Jadeó, con lágrimas de dolor al costado de sus ojos y un hilo de sangre y saliva bajando por la comisura de sus labios. Miles de preguntas rondando por su cabeza, ¿en qué momento había entrado ese hombre al cuarto? ¿Cómo no lo notó antes?

Tragó con dificultad ante la presión insistente en su herida sintiendo nauseas por el sabor a metal de su propia sangre y con todas sus fuerzas intentó hablar.

—S....Suelta...me— jadeó intentando que sucumbiera ante su habilidad, llenándose de terror al notar que no funcionaba, sus emociones y el dolor estaban comenzando a nublar su razón, no podía pensar con claridad más allá del dolor punzante de sus heridas y de como su vida estaba escapando por entre sus dedos. 
—P...para...¡Y-Ya! 

—Oww, pobre iluso, Tu encanto no funciona con quien no se arrepiente de nada de lo que ha hecho, no puedes hacer que alguien orgulloso de la sangre en sus manos tenga pesadillas. — Se burló con una sonrisa completamente macabra y llevando el arma esta vez a la pierna herida del más bajo.

 Lo sé, un monstruo que mata sin remordimiento no tiene nada de lo que arrepentirse. 

Te vi matar a tu subordinado a sangre fría, con eso me basta y sobra para saber que estás jodidamente enfermo. 

—¿Sabes las maravillas que podría hacer contigo? ¿El dinero que ganaré con tu habilidad? 

Paseó el arma por la zona herida pasando a al otro muslo, ignorando completamente que el ruido en el exterior se había detenido por completo.
—¿Tienes idea de lo que voy a divertirme contigo? ¿De las veces que soñé con verte así, completamente a mi merced? Los chiquillos como tu son los mejores, los niños sobre todo, es fácil engañarlos y someterlos, con un par de huesos rotos hacen todo lo que quieras.— susurró directamente en el oído ajeno, provocando que el cuerpo del más bajo se tensara y una mueca se formara en sus labios, junto a la sensación de asco recorriendo su sistema.— y puedo decir que me he enamorado de la manera en que asesinas personas desde la primera vez que te vi, no sabes las ganas que tengo de probarte.

¿La primera...? 

A la mierda, eso no importa ahora. 

—P...Pues que p-pena.....— Susurró adolorido llevando su mano con lentitud al cuchillo que llevaba en su cinturón, aprovechando que el hombre estaba lo suficientemente distraído hablando asquerosidades como para no prestarle atención a ese detalle — S...Sigue s-soñando... — murmuró antes de empuñar el arma con todas sus fuerzas, enterrándolo en el cuello de su agresor sin ninguna clase de remordimiento, dándole un manotazo para que soltara el revólver y  aguantando el dolor de su cuerpo al darle una patada en el abdomen para sacárselo de encima, sacando el cuchillo del cuello de su víctima, escuchando como se ahogaba con su propia sangre y volviendo a enterrarlo una y otra vez solo para asegurarse de que estaba completamente muerto. 

Chuuya, quien había llegado hace apenas unos segundos guiado por el alboroto, se quedó pasmado en su lugar al ver la escena, El niño que había conocido años atrás había desaparecido, casi desconocía a quien ahora se encontraba apuñalando un cadáver con tanta rabia y fuerza que ya era irreconocible. 

Se acercó a su menor tomándolo por los hombros, importándole poco si se manchaba con sangre en el proceso y lo alejó del cuerpo inerte. 

—¡N-No! ¡d...déjame! —se removió aterrado intentando apuñalar a su captor para quitárselo de encima. — ¡No me toques! 

—¡Hikaru basta! — Grito por fin al salir de su asombro, sintiendo el cuerpo ajeno temblar entre sus brazos y los fuertes sollozos que cada vez se volvían más débiles a medida que su menor comenzaba a calmarse. — ¡Soy yo! ¡Soy Chuuya!

—¿C-Chuuya?.... — Apenas pudo reaccionar, su cuerpo perdió toda clase de fuerza y la adrenalina comenzó a desaparecer dando paso al dolor y al cansancio.

—Sí, soy yo... estás a salvo... tranquilo... ya pasó... — Con cuidado quitó el cuchillo de las manos ajenas, abrazándolo contra su pecho para que ya no viera el cadáver a su lado, en un intento de calmarlo.

El niño que años atrás era completamente tímido e inocente había desaparecido

Y no sabía si debía preocuparse o no por eso.

—Nos vamos...ya no hay nada que hacer aquí — Murmuró aún algo sorprendido, sintiendo al menor asentir con lentitud mientras se quejaba, percatándose en ese momento de las heridas que tenía y de la sangre que se mezclaba con la de su agresor.
—Mierda niño, los sustos que me haces pasar. — murmuró alarmado alejándose para poder revisarlo, haciendo una venda improvisada con la sudadera ajena y así poder llegar a la sede sin que el chico perdiera más sangre, pues a pesar de haber llamado para que mandaran refuerzos, estos tardarían en llegar y el pelinegro no resistiría.

—No te atrevas a morirte, aún tenemos una conversación pendiente. — Reclamó cubriéndolo con su abrigo y sacándolo del edificio para ir hacia su moto, teniendo cuidado de acomodarlo bien para que no cayera a mitad de camino y saliendo de ese lugar lo más rápido posible.
—Afírmate niño y no te atrevas a cerrar los ojos. — Murmuraba cada cierto tiempo recibiendo suaves quejidos en respuesta y un ligero apretón en su cintura.
—Eso es, sé que eres fuerte, siempre lo fuiste, así que aguanta un poco hasta que lleguemos con el jefe.

—Chuuya...es muy cálido...— Murmuró con sus ojos cerrados, recibiendo a cambio una risa algo temblorosa. Aunque lo negara, Nakahara esta aterrado, era demasiada información que procesar en poco tiempo y si su descubrimiento era certero y Hikaru era la misma persona que antes consideraba su protegido, esta vez iba a perderlo de verdad.

—No digas esas cosas niño, ya casi estamos llegando ¿Si?

Al no recibir respuesta su miedo aumentó, más aún cuando el agarre en su cintura se debilitó.

. . .

—Unos minutos más y no sobrevive. — El jefe estaba parado al lado del joven recostado en la camilla, quien tenía una bolsa con sangre conectada a uno de sus brazos.
—Por suerte la bala en su abdomen no dio en nada importante, lo complicado fue sacarla ya que se fragmentó al entrar al cuerpo. — Explicó mirando al pelirrojo.
—Necesita descansar y respecto a su pierna, Tiene una  fisura en el fémur pero si todo sale bien podrá recuperarse con muchos cuidados.

—Es bueno saberlo... — Fue lo único que respondió antes de sentarse a uno de los lados de la camilla, intentando recuperarse del susto que había pasado hace unas horas. 

—Chuuya-kun ya lo notaste ¿verdad? — Preguntó el hombre deteniéndose en la puerta, justo antes de  salir del cuarto.

—Si se refiere a que el chico que casi muere hoy es el mismo que supuestamente murió años atrás...si, ya lo noté y prefiero que él me lo explique.

—Buena elección, Dazai-kun tenía razón cuando dijo que ibas a notarlo rápido una vez que lo vieras.

—No mencione al bastardo de Dazai ahora. — Murmuró con el ceño frunció. — lo mataré cuando lo vea, eso es seguro. —Afirmó antes de que el jefe abandonara el cuarto.

Efímero [Nakahara Chuuya]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora