(1) El día en que todo comenzó.

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Decir que la vida siempre te recompensa de una u otra forma es claramente una mentira cruel y despiadada. La vida puede ser muy buena para algunos desde el minuto en que nacen o simplemente puede ser un infierno sin escapatoria.

Para Hikaru, su vida era color gris, sufrir por el frío y el hambre todos los días, tener que escapar de hombres que secuestraban niños para vender sus órganos en el mercado negro y tener que robar para poder sobrevivir. Todo era desgastante y abrumador para su mente de apenas 11 años, pero sin duda lo más agotador eran las manifestaciones de su habilidad.
La primera vez fue a la corta edad de cuatro, una persona terminó suicidándose por su culpa o al menos él lo veía así a pesar de que la realidad era completamente distinta, esa persona lo había atacado y el infante solo buscó una manera desesperada para defenderse. Desde ese momento no quizo hablar nunca más, temía dañar a otros con su horrible habilidad, el trauma de haber acabado con la vida de alguien, los gritos desesperados pidiendo auxilio y finalmente el suicidio de esa persona eran demasiada carga para su corto e inocente razonamiento.

Su vida se basó en golpes y abusos sin piedad por lo que aprendió a defenderse a duras penas, vivir en los barrios bajos era prácticamente una condena a una vida corta y miserable, sobre todo siendo alguien dotado. Sus "padres" eran dos pobres que lo culpaban por cada desgracia presente en sus vidas y lo obligaban a conseguir dinero a como diera lugar. Agradecía el hecho de no haber sido asesinado la primera vez que robó un trozo de pan, aunque si se llevó la golpiza de su vida de parte de su "víctima", quien no se contuvo de darle una buena lección

Ahora, corría rápidamente con una bolsa entre sus manos, la cual contenía tres manzanas. Si bien no era mucho, era lo mejor que había conseguido en varios días.

—ugh....— se quejó nervioso cuando vió al mercader aparecer en frente de él, giró de forma bastante forzada y corrió hacia la dirección contraria, perdiéndose entre la gente.

Estuvo demasiado cerca...

Pensó apretando la bolsa contra su pecho comenzando a caminar con una pequeña sonrisa en su rostro, por lo menos tendría algo con que alimentarse los próximos días.

...

Su tranquila caminata se vio interrumpida cuando en su campo de visión aparecieron tres tipos persiguiendo a una chica de cabello castaño, gritándole toda clase de improperios y tratando de sobrepasarse con ella. Su ceño se frunció al mismo tiempo que repetía mentalmente que no debía meterse y que no le importaba, en ese lugar cada uno debía protegerse a como diera lugar sin preocuparse por el resto, no obstante su rabia aumentó bastante al ver que, apenas la acorralaron, intentaron llevársela a la fuerza.

Dejó escapar un fuerte suspiro antes de comenzar a correr, repitiéndose que era mala idea y que no valía la pena arriesgarse por una extraña, pero ignorando tercamente esos pensamientos, le dio un fuerte empujón al que parecía ser el líder desequilibrándolo y haciéndolo caer de bruces al suelo, para luego girarse hacia sus "subordinados" alzando su puño para golpear a uno y finalmente lanzarle la bolsa con manzanas al rostro al último, tomando de paso una de las manos de la chica y comenzando a correr.
Su angustia ya era bastante y solo aumentó al ver que los tipos persistían en seguirlos, tenía buenas razones para pensar que todo iba a salir mal para él.

Soltó la mano de la chica indicándole con una seña que corriera en otra dirección antes de girarse para darle cara a esos idiotas, confiaba en sus capacidades, a pesar de ser prácticamente un niño, no era débil.

—¿¡Y tu qué!? —La chica gritó nerviosa recibiendo a cambio un suave empujón incitándola a irse, Hikaru la miró unos segundos intentando darle confianza y le sonrió para asegurarle que estaría bien. La joven, no muy convencida, se giró y siguió corriendo hasta doblar en una esquina, perdiéndose de la vista de sus atacantes.

Efímero [Nakahara Chuuya]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora