(0) ¿Quién es esa persona?

1K 106 3
                                    

Caminó por los pasillos del enorme edificio, a su alrededor podían verse los trozos de vidrio que antes conformaban los diversos ventanales que tenía la infraestructura, había sangre pintando el suelo y las pulcras paredes de un rojo carmín y varios cuerpos de personas que hasta hace unos minutos pedían clemencia. Era una imagen difícil de ver para cualquiera.

Chasqueo la lengua molesto rodando los ojos antes de apuntar con su arma al hombre en frente de él, un pobre diablo que se atrevió a meterse en los terrenos de la mafia intentando hacerse pasar por un miembro de la organización con el único propósito de contrabandear armas.
El hombre estaba vestido con un elegante traje negro, planchado y limpio o al menos así era antes que al joven de ojos ámbar se le ocurriese torturarlo y jugar un poco con su mente.

—¡No m-me mates! ¡puedo darte dinero! ¡¿Es eso lo que quieres?! ¡puedo darte el doble o el triple de lo qu-...!  —el pelinegro le dio una patada en la mandíbula con fuerza antes de agacharse frente a él y tomarlo con fuerza desde el cabello.

—No quiero tu sucio dinero, deja de lloriquear, me duelen los oídos. — lo soltó bruscamente y se levantó apuntándolo otra vez directo a la cabeza —Debiste pensarlo mejor antes de hacerte pasar por un miembro de la Port Mafia.

—¿¡E-Es por eso que haces esto!? ¡Eres solo un niño! ¡NO! ¡E-Eres un Monstruo! ¡Un maldito monstruo!

El disparo resonó en las cuatro paredes junto al ruido sordo que provocó el cadáver del tipo al chocar contra el suelo y seguido de eso se escucharon cinco disparos más. El joven dejó escapar un suspiro tembloroso antes de negar varias veces.
—No soy un monstruo.... — su voz salió levemente rota, sus labios temblaron y las ganas de llorar lo invadieron, si bien era uno de los miembros más fuertes de la mafia, no podía evitar que le afectara enormemente cuando alguien le recordaba que ya casi no quedaba humanidad en él. Había matado a tantas personas, todas y cada una de ellas siendo torturada hasta la muerte con ilusiones, sí, algo completamente generado por la mente de sus víctimas. Su peor miedo, su mayor tristeza o arrepentimiento, la peor tortura para cualquiera es la que genera nuestra propia mente y él lo sabía más que nadie.

Sacudió su cabeza de un lado a otro intentando deshacerse de esos pensamientos, ahora que la parte más "sucia" estaba finalizada solo debía buscar los documentos que ese idiota tenía en donde estaban todas las transacciones y socios de su "negocio".
Guardó su arma en el estuche que llevaba en su cinturón y caminó lentamente hacia el escritorio, rebuscando con tranquilidad hasta encontrar una carpeta azul junto a varios sobres y algunos papeles sueltos, reunió todo y finalmente emprendió su camino de vuelta a la sede principal de la mafia, debía informar que la misión había sido un éxito antes de ir a dormir al departamento que cumplía la función de ser su "hogar"

Aunque él no lo sintiera así.

...

—¡Oye niño debes mirar por donde vas! — la voz estridente de quien menos quería ver y el golpe contra el duro suelo lo trajeron de vuelta a la realidad.
—¿Estás bien?

— Ugh... — frotó su espalda baja intentando que el dolor del golpe disminuyera y miró a la persona con la que había chocado, el miedo lo invadió casi al instante obligándolo a levantarse para huir de ahí, no estaba listo para enfrentarlo a pesar de que Chuuya no iba a reconocerlo por todo lo que había cambiado en esos 7 años.

El pelirrojo parpadeó confundido y frunció su ceño viéndolo alejarse, su mente se llenó de preguntas, la mayoría sin respuesta, cosa que lo hizo enojarse más y chasquear la lengua.

Le recordaba a él.

Era un poco más alto, cabello ni muy largo ni muy corto, liso y brillante. Iba vestido con unos pantalones ajustados de color negro, una sudadera del mismo tono varias tallas más grande y en una de sus piernas llevaba un arnés con un cuchillo. Su rostro estaba cubierto por una mascarilla de color negro destacando solamente sus ojos color ámbar. El ejecutivo podría jurar que se trataba de la misma persona, sin embargo sus ojos le confirmaban que no era así.

Hikaru tenía los ojos de distinto color

Pensó recordando al tierno, amable y tímido chico que había conocido en la época de Sheep. Una sonrisa nostálgica se instaló en sus labios y cualquier rastro de enojo desapareció de su sistema, sin poder evitarlo su mirada se dirigió a su muñeca derecha en donde descansaba la pulsera de color rojo, vieja y resentida por el paso de los años, el color ya no era tan brillante como el día en que su menor se la regaló presumiendo que él la había hecho, ahora era un rojo opaco y carente de vida. Todo su mundo se había vuelto de esa forma desde que Hikaru se fue y recordarlo sólo le producía una sensación amarga en el pecho.

Él murió, Shirase lo dijo...

No puede ser él.

Pero, si no es esa persona ¿Quién es?...

Efímero [Nakahara Chuuya]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora