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Apenas hablaron durante el viaje a la casa de Moonbin, Dong Min había optado por ir con él porque no tenía auto

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Apenas hablaron durante el viaje a la casa de Moonbin, Dong Min había optado por ir con él porque no tenía auto. El del azabache no era exactamente un Porsche, pero su Toyota era confiable. No era sexy, pero estaba en un área de su vida donde le importaba una mierda siempre y cuando funcionara.

En cuanto entraron al departamento, Moonbin cerró la puerta de una patada y en instantes estaba sobre el pelinegro. Nada de charla, nada de ofertas amables de un trago. Lo necesitaba. Ahora. Y juzgando por la forma en la que Dong Min atacaba de vuelta su boca, suponía que él sentía lo mismo.

Sus labios chocaban entre sí, calientes lenguas peleaban y seducían. Dios, al pelinegro le encantaba que el chico diera tan bien como recibía. Dejó que le follara la boca con su lengua dulce y resbaladiza antes de devolverle el favor.

Las manos de Dong Min tiraron de la camisa del mayor y Moon dio un paso atrás para que pudiera quitársela. El azabache tocó a tientas los botones de la camisa del contrario, y después de unos intentos fallidos por deshacer los botones, decidió que realmente no tenía la paciencia para ello y le dio un rasgón sólido, enviándolos a volar por todas partes. Dong Min le lanzó una mirada que estaba entre querer matarlo y querer ser follado desesperadamente. Según Moonbin eso último se podía arreglar.

Sin esperar un segundo más sus manos viajaron hasta la cremallera del pantalón que vestía el castaño, y segundos después, le había bajado sus jeans y ropa interior. Gimió con aprecio ante su goteante erección y luego hizo un trabajo corto con su propia ropa. No tenía tiempo para cosas lentas ahora mismo. Su sangre estaba bombeando, sus oídos estaban rugiendo, y tenía esa necesidad desesperada de poseer al chico que no sería negada por mucho más tiempo.

Jadeando, ambos se miraron con ojos hambrientos, completamente desnudos.

-¿Pared o dormitorio? -preguntó el azabache.

La boca de Dong Min se alzó con una sonrisa ladina-. Pared. Muéstrame.

«Demonios, sí» Pensó el azabache con emoción.

-Date la vuelta, con las dos manos contra la pared.

Moonbin hurgó por un condón y lubricante en su billetera, y se lo puso en segundos. Cuando levantó la vista, el castaño estaba de pie muy abierto contra la pared, con las manos planas contra la superficie y su trasero sobresaliendo en el ángulo perfecto, mirándole por encima de su hombro con ojos impacientes.

De inmediato avanzó hacia él, exprimiendo la última gota de lubricante en sus dedos. Todavía no habían hablado de historia y experiencia sexual, pero algo le decía que Dong Min era todo menos un aficionado en eso. Cuando llegó junto a él, mordisqueó su cuello, logrando que un escalofrío recorriera el cuerpo del pelinegro, y luego le dio un golpecito en su agujero con el dedo índice derecho. Dong Min se empujó hacia atrás en una clara invitación.

Moonbin presionó suavemente, pero no fue necesario, porque el chico empujó en su dedo con avidez hasta tenerlo dentro por completo.

-No es tu primer rodeo, ¿eh? -murmuró Moonbin en su oído.

𝑺𝒕𝒂𝒚 𝒃𝒚 𝑴𝒆 ★(𝑩𝒊𝒏𝒘𝒐𝒐)★Donde viven las historias. Descúbrelo ahora