Prólogo

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Me sento fría. Pero siento mucha paz. Pareciera que me encuentro suspendida en el tiempo,sin poder moverme, solo pensar; a duras penas.

Siento goteos en mi frente y mucha presión en mi cuerpo,como una serpiente que asfixia a su presa. Mi serpiente se remueve, aflojando la presión. Estoy confudida. Apenas respiro.

Escucho una respiración, quizás es la mía. Sin embargo, se ve acompañada por otro ritmo irregular y la mía es pausada y lenta. No estoy sola.
Siento mi cabeza apoyarse en algo suave, pero duro. Siento pequeñas serpientes recorrer mi rostro; no grito. No son serpientes, son dedos y brazos.

La lucidez vuelve a mí, ese momento que se le otorga a los moribundos, para poder despedirse. Ese momento de paz que solo da esperanzas,cuando en realidad es un paso antes de la muerte. Cerrar ciclos.

-Estarás bien -sollozan.

No sé porqué, pero sonrió. Mi cabeza está tan confundida que debería asustarme,en lugar de eso me dejo cargar por quien me tiene en sus brazos. Si sollozan por mí, no puede haber sido la misma persona que me tiene en este estado. Y todo llega de golpe. Tomo una gran bocanada de aire, levantándome de mi estado de ensoñación. Vomito sangre y me deja débil. No me molesto en limpiar la sangre, me siento débil y solo quiero dormir.

-Por favor no te vayas-me suplica.

-Lo lamento, no creí que esto pasaría.

-No debiste hacer eso -me reprime y me besa la frente.

-Yo juré protegerte -se ríe sin ganas.

-Yo también lo juré -cierro los ojos y me acaricia el mentón. -Mi niña, no me dejes por favor-. sonreí sin abrir los ojos. Ya era tiempo de irme, pero no lo haría si no lo convencía de seguir sin mí. Lo creía capaz de irse conmigo al infierno o al cielo, a donde sea que vayan las almas que mueren antes de tiempo. Lo cuidaría donde sea que vaya  y esperaría a que llegase su turno, para poder estar juntos de nuevo.

-Prométeme... -tosí por la sangre en mi garganta-... que no dejarás a nuestro hijo solo. Eres lo único que tiene ahora -el negó con su cabeza y comenzó a llorar con fuerza. Cuanto lamentaba verlo así. 

-¡No!, no te vayas por favor. No lo haré sin ti.

-Sé que lo harás. Verás en nuestro hijo mi imagen, encontrarás la fuerza para vivir en sus ojos. Él será tu nueva razón de vivir... te amo -me dejé abrazar por el sueño y las sombras no tardaron en llegar. Sé que lo hará bien, por eso, me fui con una sonrisa.



Los rayos del amanecer cubrieron el cuerpo de ambos jóvenes, el calor ya había dejado el cuerpo de la hermosa mujer que cargaba aquel hombre desamparado. Se le rompió el alma, cualquier dolor que el llegó a experimentar en su vida ninguno se comparaba con el que sentía al tocar el cuerpo de su esposa sin vida, flojo, sin sangre corriendo por sus venas, descomponiéndose. Se levantó con su cuerpo en brazos. A los pocos pasos se tropieza y cae de rodillas soltándola. Los sollozos ya no servían para él. El sonido de sus gritos y lamentos  retumbaron por todo el bosque, espantaron a los cuervos de los árboles, golpeó la tierra, abrazó sin consuelo a su amada, la beso por todo el rostro. Cualquiera que viera la escena la podría describir como desgarradora. Cuando ya no tuvo fuerzas, las reunió al recordar una cabellera oscura y una sonrisa chimuela. La enterró e hizo un juramento, "te amaré esta vida y las que siguen"; cerró su pacto con unas gotas de sus lágrimas al caerse sobre la tierra negra y se fue, pero su alma se quedó en la tumba de su amor 

VIDA TRAS VIDA  SUSPENDIDA TEMPORALMENTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora