✠ Cap 11 ✠

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Capítulo 11

No era del todo verdad que su fantasía era besarlo, solo lo había dicho con la intención de distraerlo y aflojara un poco el agarre que ejercía sobre él. O al menos eso era lo que el lado sensato y juicioso de Mew le decía para hacerlo sentir mejor. El hecho de sentirse agitado y con algo de picor en los labios, no significaba absolutamente nada.

Llevó su dedo índice y su dedo medio a los labios y cerró los ojos. ¡Mierda! ¿A quién quería engañar? Ese beso había sido el más apasionado que jamás haya tenido. No era el primero, ni el segundo. Él ya había besado anteriormente a algunas de sus víctimas solo para darles el gusto antes de morir, pero de ahí no había pasado. Jamás había sentido algo más que una húmeda lengua rozar la suya y ya.

Con Kanawut todo era muy excitante, demasiado estimulante en todas y cada una de las partes de su anatomía. Absolutamente provocador de sensaciones que no había experimentado jamás. Mentiría si dijera que no le gustaría repetirlo inclusive bajos las mismas circunstancias, Gulf desnudo y él con ropa metidos en una tina llena de agua con aceites aromáticos. Pero jamás lo iba a reconocer en voz alta, no le daría el gusto a Kanawut.

- ¿Cómo has sabido que quería morderte? – preguntó el joven saliendo del baño vestido con la ropa que Mew le había prestado.

- Tu agarre era muy evidente – respondió Mew – debes mejorar tus técnicas cuando tengas a una presa en tus manos –

- ¿Nunca fuiste una presa cierto? –

- Nunca – afirmó Mew.

- Pero, también quería besarte otra vez – aclaró Gulf – no se trataba solo de morderte –

- Me importa un carajo –

- ¿Entonces puedo besarte cuando quiera? –

- No, si me importa un carajo, es porque nada de lo que tenga que ver conmigo me interesa – respondió Mew.

Gulf sonrió por el simple hecho de que ya estaban llevando otra conversación más o menos normal. O al menos no habían llegado todavía a los golpes, eso ya era una enorme ventaja tratándose de Suppasit. De pronto el panorama no le pareció tan adverso, quizás, remotamente claro, ellos dos podían llevarse bien, incluso ser amigos, porque algo más definitivamente no iba a ocurrir, Mew ya le había dicho que no quería tener novio, menos esposo y aún menos hijos. Pero iba a disfrutar de ser su marido ficticio el tiempo que estuviera en esa mansión.

- ¿Cuántos años tienes? – preguntó Gulf de pronto.

- Trescientos seis – respondió Mew.

- Son muchos – suspiró - ¿Crees que yo pueda vivir tantos años como tú? – cuestionó ilusionado.

- No – respondió Mew secamente.

- ¡¿Por qué no?! – a veces a Gulf le desesperaba lo amargado que era aquel ser.

- Eres demasiado impulsivo – dijo el mayor – sí algo nos caracteriza a los vampiros es que pensamos muy bien las cosas antes de ejecutar algo –

- ¿Tengo que ser cómo tú? –

- Jamás podrás ser como yo – argumentó Mew mirándolo con superioridad.

- Cierto, no está en mi naturaleza ser tan amargado – señaló el menor – cuando era un mortal estaba triste por mi enfermedad pero no era un huraño como... -

- Kanawut... - el tono de advertencia de Mew le hizo ver que aquellos comentarios no eran bien recibidos por su mentor.

- ¡No es justo que tú si puedas insultarme y yo no! –

CarmesíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora