✠ Cap 3 ✠

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Capítulo 3

¡Santa Madre del cielo! Ese bello ser tenía razón. Deseaba escuchar qué era realmente Suppasit Jongcheveevat. Porque semejante hombre con tal magnificencia y perfección no podía ser humano. Ningún hombre poseía tales características tan asombrosas. Aquella imagen le parecía tan irreal, como si hubiera caído en un mágico sueño con seres fantásticos como protagonistas de ello... hasta que la voz de su hermano quebró la burbuja de encantamiento que compartía con Suppasit.

- ¡Kana! – se acercó con rapidez a la cama por el lado opuesto al que estaba el vampiro - ¿Cómo te sientes? –

- Mareado – respondió girando lentamente su vista a su hermano.

- Me has dado un buen susto – acarició su cabello con ternura.

- Ya deberías de estar acostumbrado a esto – lo regañó con cariño - ¿Dónde estamos, qué hacemos aquí? – preguntó curioso.

- Yo... - el mayor de los Traipipattanapong no sabía cómo explicarle a su hermano su presencia en aquella antigua casa – le he pedido al señor Jongcheveevat que nos ayude con tu enfermedad –

- ¿Es usted doctor? – preguntó Kanawut dirigiéndose al otro hombre que ya se había puesto de pie.

- No, no lo soy – respondió secamente.

- ¿Entonces cómo puede ayudarnos? – está vez le preguntó a su hermano.

Quizás, debido a su enfermedad, Kanawut no haya podido llevar su vida de forma "normal". Sus largas permanencias en el hospital, sus habituales encierros en su dormitorio debido a las fatigas recurrentes sin aparente motivo, y la poca comprensión de las personas que los rodeaban, habían generado que ambos hermanos se tuvieran solo el uno al otro. Con la excepción de Suttinut, un viejo amigo de su hermano que había conocido el mismo día del entierro de sus padres.

- ¿Por qué no quieres morir Kanawut? – le preguntó directamente Suppasit. La sorpresa en el rostro del mencionado no se hizo esperar. ¿Qué clase de persona le preguntaba eso a otra? 

- ¿Puede ser menos imbécil? – Perawat empezaba a creer que había cometido un error al pensar que ese siniestro ser podía ayudarlos.

- No estoy acostumbrado a que me insulten en mi propia casa – Suppasit lo miró a los ojos – no olvide la posición en la que se encuentra señor Traipipattanapong – volvió a tratarlo con formalidad.

- Me disculpo en su nombre señor Suppasit – dijo Kana – y respondiendo a su extraña pregunta, no quiero morir porque siento fascinación por la vida, siento que me faltan muchas cosas por ver, por descubrir, por sentir, por vivir – habló sin dejar de sonreír – quiero conocer a más personas, tener amigos, viajar, enamorarme.... – hizo una pausa después de decir eso – quiero estar sano y hacer muchas cosas que para algunos son simplezas, pero para mí representan un verdadero reto y un sueño por cumplir –

- He aquí la respuesta a mi negativa de ayudarlo – Suppasit le habló a Perawat sin apartar sus ojos de él – el niño ama la vida, lo que me pide que haga definitivamente no lo es, así que una vez que se recupere el muchacho pueden retirarse – y sin agregar nada más se dio la vuelta con la firme intención de retirarse.

- ¿Qué le ha pedido mi hermano? – la voz Kana lo hizo detenerse.

- ¿Por qué no se lo pregunta a él mismo? – fue la respuesta que obtuvo de aquel indiferente hombre.

- Porque no me lo dirá – alegó el menor – y espero que usted, como buen caballero, responda mi pregunta –

Suppasit volvió sus pasos hasta llegar a la orilla de la cama nuevamente. En ningún momento quitó los ojos de aquel convaleciente joven ¿Caballero le había dicho? Ese niño no sabía con quién se estaba metiendo. Y aunque tenía toda la intención de hablar y decirle exactamente que estaban haciendo en ese lugar, fue el hermano mayor él que lo detuvo a dos segundos de hacerlo.

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