¿Por qué él?

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(POV KUROKO)

Los últimos minutos habían sido como una montaña rusa de emociones de la cual aún no lograba bajar y me dificultaba distinguir cuál era la respectiva emoción de turno. ¿Molestia? Un poco, pero por razones que no alcanzaba a entender del todo. ¿Decepción? También, pero por la intempestiva interrupción de quién era mi amiga. Quizás había sido mi imaginación producto de mis propios sentimientos, pero podía jurar que todo lo sucedido, desde la inesperada propuesta hasta el tacto de la mano de Aomine en mi mejilla, iba más allá de una broma o un comentario dicho al azar.

Sin embargo, dicha percepción se encontraba tambaleándose después de descubrir su nueva travesura y la valentía que implicaba realizarla. ¡Me había mordido! Y eso, si alguien se tomara la molestia de preguntarme, requería de altas dosis de valor, tantas como las que yo llevaba intentando reunir para declararme.

Era por todo esto, que mi confusión actual radicaba en desentrañar la razón de mi intempestivo enojo, que me había llevado a enviarlo de compras, pero este insistía en opacarse con el acelerado latir de mi corazón y el mariposeo que sentía en mi estómago. Quién diría que las descripciones de los libros; que tanto me gustaban, no estaban tan lejos de la realidad.

—¿Tetsu kun? —sonó una voz a mi lado, tirando de mi brazo para atraer mi atención.

Me tomó unos cuántos segundos entender que había estado caminando en modo automático, sin prestar atención a lo que conversaban ambas mujeres o al insistente llamado que parecía haber estado haciendo la pelirrosa.

—¿Eh? ¿Qué sucede, Momoi san?

Reparé en sus mejillas levemente infladas y la entretenida mirada de la señora Aomine observándonos un par de pasos más adelante. En algún momento habíamos llegado al edificio donde se encontraba el departamento de la familia con la que me quedaba.

—¿Estás bien? Pareces distraído —interrogó Momoi, apegándose aún más hasta sepultar mi brazo entre su pecho.

—Todo está bien, solo pensaba en los partidos del torneo —respondí con voz calma, intentando sonar convincente.

—Bueno, si tú lo dices.

Reanudamos el paso, siguiendo a la mayor que avanzaba en silencio e internamente agradecí que mi amiga deshiciera su agarre para poder subir por las escaleras. A veces, por no decir casi siempre, me resultaba difícil desplazarme cuándo debía cargar con todo su peso y sus agarres de oso cada vez se cernían sobre mí con mayor fuerza, volviéndose algo de lo que no podía escapar fácilmente. Si Aomine estuviera aquí, seguramente estarían discutiendo, hasta que de alguna forma consiguiera devolverme mi libertad.

Moví la cabeza de lado a lado disipando el pensamiento del moreno, pensar en él ahora mismo era como volver a subirme al carrusel de emociones del que estaba consiguiendo descender.

Nuevamente ensimismado en mis pensamientos me dejé guiar en el corto camino hacia el departamento, asintiendo un par de veces cuándo se me lanzaba alguna pregunta directa, sin reaccionar completamente hasta que estuvimos de pie en el recibidor del departamento, mirándonos unos a otros.

—Bueno, chicos, ya conocen la casa, siéntanse cómodos. Iré a cambiarme e ir preparando las cosas para la cena hasta que regrese Daiki —indicó Reya, alejándose rumbo a su propia habitación.

Tal vez era producto de los sucesos anteriores, pero la casa se me hacía más grande y silenciosa de lo que recordaba, y lo único que me apetecía en ese instante, era darme una larga ducha seguida de una siesta hasta que llegara el peliazul y llenara todo el espacio que me hacía falta. Sin embargo, mi educación me recordó que esa no sería una opción válida y enterré el deseo en lo más recóndito de mi mente, girando el cuerpo hasta encontrarme frente a la pelirrosa.

Siempre fuiste tú (Aokuro)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora